merceroura

la rebelión de las palabras


Deja un comentario

No lo intentes más


edge-3528319_640

A veces nos creemos muy valientes porque vamos por la vida plantando cara a las adversidades y sacándole el aprendizaje a todo. Porque cuando otros desisten, nosotros persistimos. Porque aportamos un poco más cuando todo el mundo ya acaba y se va a casa… Porque defendemos nuestras ideas cuando los demás bajan la cabeza… Porque sabemos lo que queremos y parece que nada ni nadie nos arruga. Y eso es genial, pero es al fin y cabo una lucha en círculo que topa siempre con las mismas paredes. Tener que estar siempre peleando por demostrar y por seguir. Estar siempre forzando la máquina para salir del redil y no formar parte del rebaño, pero sin dejar el rebaño porque nos definimos a través de él intentando no ser como él, jugando a las normas establecidas dentro de él… Sintiéndonos juzgados por no pertenecer a él.

Una vez me dijo una persona muy sabia que yo era una «cobarde muy valiente» porque me peleaba con quien fuera por defender mis valores, pero que al mero hecho de creer que tengo que defenderlos me convertía en sumisa… Desde el momento en que casi pedía disculpas por ser distinta y demostrar mi valor a pesar de mis diferencias ya estaba diciéndole al mundo que me perdonara por no ser como debo, por no responder a sus cánones y ya estaba pidiendo que me mirara con otros ojos y suplicando clemencia… Estaba  pidiendo permiso para volver al redil.

Cuando nos pasamos la vida luchando por defendernos, estamos decretando que somos atacables… Estamos jugando al juego de aquellos a los que no queremos parecernos, estamos decidiendo que seguimos sus normas en lugar de soltar la necesidad de ser como ellos deciden, de vivir según sus reglas. De dejar de explicar continuamente porque no queremos lo que ellos quieren y no nos resignamos a lo que ellos se resignan…

No te excuses. No pidas permiso para ser tú. No expliques tu «para qué» pidiendo perdón por no buscar lo que ellos buscan y porque no te llena aquello con lo que ellos tapan su vacío… No pidas piedad por querer ir más allá, no esperes que te acepten, sencillamente acéptate a ti mismo como eres y libérate de la necesidad de ir por la vida intentando que te entiendan, que te miren, que te vean, que se apiaden de tus ganas y tu fuerza y te den el visto bueno… Suelta la necesidad de que te integren en su círculo y mira en ti lo que la ha creado… Comprende qué hay en ti que te hace creer que necesitas que te necesiten, que busca que te acepten y valoren, que quiere que le dejen formar parte de su club… Descubre para qué quieres que te reconozcan y mírate en su espejo para ser consciente de que estás esperando su aprobación porque no tienes la tuya.. Que luchas para defenderte porque crees que eres digno de ser atacado y que te asusta tu vulnerabilidad…

Deja de buscar la palmadita en la espalda y que te digan que has hecho suficiente, que ya eres perfecto para ellos y sé perfecto para ti.

Date cuenta de que la verdadera valentía es no entrar en su juego, es no tener que demostrarles nada, no caer en sus redes que nacen de las redes que has tejido tú para que te acepten… Tu miedo a no encajar les ha hecho grandes ante ti. Tú mismo alimentas la necesidad de que te den el visto bueno porque no te lo das tú mismo esperando encajar en su mundo.

Abraza eso que sientes ahora. Tu miedo a no ser como crees que quieren que seas… Tu culpa sinsentido por ser diferente en un mundo que te pide que apuestes por ti pero luego te dice que te pongas un uniforme y no salgas de la fila. Siente tu necesidad de amarte y respetarte por encima de todo, digan lo que digan… Búscate a ti y deja de mirarles a ellos buscando respuestas, esperando que noten tu valor y te digan que sí… Date tú el sí que realmente necesitas.

Y no luches más por ser tú ni te excuses… Sé. Sólo eso. Confía en eso que eres. Descubre que no hay redil, no hay ovejas, no hay pastor. Que eso es su sueño y tú caminas a tu manera, que tú dibujas tu camino y pones tus normas. Porque cuando sabes de ti y conoces tu valor no necesitas mendigar que lo comprendan y lo vean, sencillamente lo compartes. Lo vives, lo expresas por cada uno de los poros de tu piel, lo impregnas… Que en el mundo que te rodea hay mucho por amar y mucho por aceptar y luego decidir que no te interesa. Que no tienes que pasar por el aro ni hacer cola para suplicar que te den algo que no va contigo, que no te define ni forma parte de lo que sueñas o necesitas realmente..

No esperes que otros te digan que vas bien, decide tú el camino. Puede que ellos no sepan orientarte porque no van a dónde tú vas y no buscan lo que tú buscas. 

No esperes que otros te acepten, sé tu propia inspiración. Ámate al máximo de tus posibilidades… Ámate poco a poco si hace falta, en los pequeños detalles, en los momentos difíciles y en los instantes más oscuros mientras intentas buscarte y no te encuentras porque todavía no te reconoces. 

No busques entre sus metas para encontrar tu meta, tú ya eres lo que buscas pero no te has dado cuenta porque estabas ocupado metiéndote en una horma que te va estrecha. 

Brilla desde lo que eres, como brilla una flor roja en un campo de flores blancas… Como brilla el faro solitario en la costa sacudido por las olas del mar sin más necesidad que orientas y ser luz…

Ser valiente no es solo defender tus ideas, es vivirlas hasta sus últimas consecuencias y hacer las renuncias necesarias para que lo que realmente eres encaje en tu vida.  Ser valiente es comprender que llega un día en que puedes dejar de defender tus diferencias y dedicarte a ser tú mismo. Que lo que toca, si así lo deseas, es potenciarlas y usarlas para marcar el camino, para inspirar a otras personas que también han decidido que no quieren ser ovejas y que rompen con la necesidad de pasarse la vida explicando o justificándose por qué no quieren formar parte del rebaño…

Deja de intentar que te comprendan y compréndete tú. No hay nada más valiente que aceptarse a uno mismo de forma radical en un mundo en el que muchos se pelean porque los demás respeten sus diferencias y les acepten a pesar de ellas.

Mientras sigas peleando para que entiendan que eres diferente, les estás dando coartada para seguir juzgándote por ello porque tú mismo te juzgas. Ellos están ahí porque les das poder y sigues sus creencias. Porque les alimentas esperando que te asuman y reconozcan. Mientras sigas defendiéndote por ser tú, en cierta forma, continuarás siendo ellos y mirándote con sus ojos. Crees que quedas al margen, pero sigues jugando su juego y creyendo en sus normas y esperas los mismos resultados que ellos esperan…

Tú no necesitas que te permitan vivir tal y como eres y te integren en sus vidas… Lo único que necesitas es dejar de pedir permiso y abrazar lo que eres absolutamente.

Deja de hacerte daño intentando encajar en un mundo en el que no cabes porque eres demasiado grande y maravilloso… Deja de luchar por ganarte un puesto que no deseas y de justificarte por no ser alguien que no eres.

Gracias por leerme. Espero que te sea útil para seguir en este camino apasionante y complicado. La verdad es que no es fácil conocerse, respetarse y amarse a uno mismo como merecemos… A mí me ha costado mucho, mucho. 

Si quieres saber más de este maravilloso trabajo de autoestima, te invito a leer mi libro

“Manual de autoestima para mujeres guerreras” un libro para que dejes de pelear por todo y empieces a sentir que las cosas puede fluir.

Disponible aquí 

amazon llibre merce amazon

AMARSE ES UN REGALO PARA TI MISMO, UN FIN Y NO UN MEDIO, UN LUGAR EN EL QUE TE SIENTES COMPLETO Y A SALVO.

GUÍA GRATIS : Por si quieres ir entrando en material, te ofrezco esta pequeña guía para empezar

7 pasos para mejorar tu autoestima, puedes descargarla aquí https://merceroura.es/lp-7-pasos-autoestima/ ¡completamente gratis!

Espero que te sea útil.

Acompaño a personas y organizaciones a a desarrollar su #InteligenciaEmocional con formación, conferencias y #coaching

Escritora y apasionada de las #palabras

Más información sobre mí y sobre mis servicios en www.merceroura.es

Gracias siempre por estar…


12 comentarios

Lo que amas…


Amas el silencio después de noches sin tregua pensando sin cesar, sin encontrar consuelo, sin dibujar una salida.

Sentarse e imaginar sin saber, sin necesitar, sin tener que tener, sin esperar a esperar.

Amar ser sin almacenar…  Encontrar sin buscar. Sentir sin pensar…

Porque a veces, hay que detenerse a notar, a construir, a imaginar.

Parar para bucearte, para sentirte, para fundirte contigo y respirar. Para saber qué pisas y a dónde te diriges, para descubrir que no hay mejor victoria que escoger una derrota de la que puedes aprender a volar…

Para conocerte tanto que puedas despojarte de todas la capas con la que vestiste tu alma para poder existir sin pedir perdón y darte cuenta de que ya no te hacen falta…

Para poder lanzar tus culpas inventadas por la borda y enderezar el rumbo del barco hacia donde sueñes, aunque el mundo no lo entinda…

Amas la paz callada que te habita cuando necesitas escucharte y bailar con tu propia música.

Amas tu música.

Amas  al desconcierto en tu alma acostumbrada a caminar, cuando para. La queja sorda de la niña testaruda que llevas dentro que te pide que te levantes y sigas… El desasosiego de tu impaciencia que queda muda y el ego asustado que busca abrigo porque nos sabe qué le espera pero ya le disgusta por si acaso.

Amas a todos tus mecanismos de defensa. Todas tus corazas y todas tus máscaras… Tu soberbia llorosa y malhumorada… Tu rabia contenida, tu ira ahogada, tu necesidad de justicia rota que se agitan y bailan desesperadas…

Amas a la institutriz sin alma que vive en ti y siempre te regaña. Porque pertenece a tu pasado y  ahora sabes que no supo hacerlo mejor…Porque gracias a su ruda dureza y su serenidad impasible añoraste el amor incondicional y supiste qué no eras…

Amas a todas las muñecas tristes que habitan en esta muñeca a veces cansada y otras rota que intenta encontrar la calma. Porque sin todos sus errores estaría perdida y sin su pena enorme y salvaje jamás habría llegado a este tramo del camino.

Amas la guerrera que fundía con la mirada y le daba vueltas a las palabras hasta convertirlas en flechas. Sin ella, jamás habría conseguido la valentía para levantarte y empezar a buscar todas las vidas posibles que te tienes reservadas.

Amas a la niña torpe de cara triste que espera en un rincón porque no juega… Sin su desesperación armada y su llanto sordo, tú ya no existirías.

Amas tu llanto.

Amas tus heridas abiertas porque sabes que el trabajo de cerrarlas te convertirá en un ser gigante.

Porque cada uno de sus pasos en falso ha esculpido tu vida… Cada uno de sus intentos fallidos ha trazado tu mapa de viaje… Porque estabas tan desolada e insatisfecha que osaste imaginar un mundo en el que ella era otra y se encontró contigo a medio camino y le dijiste que se otra eras tú.

Amas el manto incierto que cubre tus días sin techo ni suelo ni abrigo seguro.

Amas la incertidumbre.

Amas al despecho de un mundo que te trata como tú te tratas y que no te ama hasta que no te amas.

La incómoda satisfacción de saber que el futuro está en mis manos y el presente es una tarde de lluvia que hay que aprender a amar para encontrar la magia.

La gratitud de saber que todo es un regalo. La costumbre de imaginar lo peor después de siglos de pensar que mereces poco o casi nada… Y que eso te obligue a tener que cambiar tu forma de pensar y vivir…

Amas al sosiego de saber que de todo se aprende, aunque no entiendas por qué.

Amas tu ignorancia porque aviva tus ganas de conocimiento…

Amas al fuego de tus entrañas enfadadas y molestas porque el mundo no es como sueñan y a las personas a veces cuando están rotas van rompiendo a otras.

Amas a la inquietud de arriesgarte a rondar por la vida sin saber y el miedo que se aloja en tu espalda y baila en tu garganta, porque sin él no serías la mitad de lo que sueñas…

Seguir el viento sin conocer el viento… Ser el viento sin saber a dónde va, pero creyendo que te lleva a dónde necesitas estar.

Amas al dolor sentido y asumido, porque con él te fabricaste el antídoto para las penas y te convertiste en una mejor versión para soportar sus envestidas…

Amas a todas y cada una de tus imperfecciones porque te han dado el impulso para poder saltar el muro y aprender que lo bueno que hay en ti es tan grande que eclipsa tu tristeza… Y que lo que parece malo, en realidad, es la excusa para poder seguir tu camino…

Amas tus lamentos porque ya no existen, pero te dieron impulso.

Porque no hay nada insalvable cuando descubres quién eres y qué buscas…

Porque te amas y reconoces tus facciones en un marasmo de caras mustias y almas revueltas que se desesperan por bajar de esta noria que no para nunca.

Amas la noria…

 

Gracias por leerme… Como todos me siento ampliamente desconcertada…

 

Comos siempre, si quieres saber más de mí te invito a entrar en mi web

www.merceroura.es 

 

Y tienes mi libro “Manual de autoestima para mujeres guerreras”

En él cuento como usar toda tu fuerza para salir adelante y amarte como mereces y dar un cambio a tu vida… Ese cambio con el que sueñas hace tiempo y no llega.

Disponible aquí 

amazon llibre merce amazon


11 comentarios

Si perdonas…


Cuando no perdonas, te quedas atado al pasado. Una nube de dolor empaña tus días, tus pensamientos, tus decisiones… Dejas que alguien usurpe tu vida y anide en ella…  Vives a través de otros ojos… Cuando no perdonas es porque en realidad lo que esa persona siente por ti o dice de ti es un reflejo de lo que tú crees de ti mismo, aunque no lo quieras ver y admitir… De otra forma, no te afectaría ni causaría dolor. Si no perdonas es porque la estocada recibida viene a traerte un mensaje sobre ti que aún no has aceptado y soltado… Sea o no sea real esa visión de ti, eso no importa… Si no perdonas, es porque no has asumido que el otro es como es y no lo vas a cambiar y, por tanto, eso te impide asumir que tú también eres como eres y  aceptarte…

Aceptar también es admitir el cambio y prepararse para él. De hecho, es el paso previo a que todo empiece a dar vueltas a tu alrededor y des un nuevo paso… Cuando aceptas cómo eres, amas tus debilidades y tus fortalezas, adquieres el poder de decidir sobre ti mismo y volver a tu esencia. Y desde la conciencia más pura de lo que eres, puedes notar si cada paso que das va contigo o contra tu naturaleza…

El que no perdona, sin embargo, sigue atado a la mirada del otro. A la visión que esa otra persona tiene de él. Se ve a través de sus ojos y por ello es incapaz de perdonar la ofensa y “el atrevimiento y la osadía» de hacer que yo me vea como tú me ves y que eso me duela porque aún no he conseguido cambiarlo y asumirlo”.

Leí el otro día que la falta de perdón es la culpa que arrastramos por no ser como soñamos y por el hecho de que los demás nos lo hagan ver… La culpa porque no nos amen como creemos necesitar que nos amen, en una sociedad que educa para que el amor sea dependencia y necesidad pura… La culpa es dolor. Dolor en el alma y el cuerpo. La rabia, el resentimiento, el odio en algunos casos, se nos acumula en los pliegues y nos estalla…

Decía el texto que si no necesitáramos culpar al mundo ni a nosotros mismos de nada, no habría dolor… Porque esa herida abierta es la forma que tenemos de mostrar al otro el daño que nos ha hecho, de recordarle constantemente que actuó mal según nuestra forma de ver la vida, según nuestro mapa mental y vital. Sin necesidad de vengarnos sacando a relucir nuestro dolor, ese dolor no tiene sentido… Sin reproche, no hay herida.

A veces, la herida abierta es la forma en la que nos recordamos también a nosotros mismos lo culpables que somos por no ser como deseamos, por no llegar al altísimo listón que nos hemos impuesto… Nos miramos con tanto desprecio que esa energía negativa tiene que rebotar forzosamente en nosotros y en lo que nos rodea.

Todo lo que le pedimos al mundo es lo que nos pedimos a nosotros mismos.

Lo que criticamos al mundo es lo que vemos en nosotros, lo que soñamos tener y creemos que no podremos alcanzar.

Lo que detestamos de otros es lo mismo que detestamos en nosotros y no queremos admitir…

Las personas que nos rodean son ante nuestros ojos una proyección de nosotros mismos…

Nuestras quejas son las quejas que salen de sus labios y llegan a nuestros oídos.

Vemos al mundo tal y como nos vemos, como decía Kant: «Vemos las cosas, no como son, sino como somos nosotros»

La vida que apuramos cada día es un reflejo del estado en que se encuentra nuestra autoestima… Un ejemplo claro de lo que creemos que merecemos…

Lo que deseamos para otros es lo que acaba llegando a nuestras vidas.

Por ello, cuando no perdonamos, no nos perdonamos. Nos quedamos sumergidos en una materia viscosa en la que no nos podemos mover ni pensar.

Perdonar es cerrar las heridas que son testigo de algo que fuimos antes y ya no somos. Es comprender, ponerse en el lugar del otro en un acto de empatía extraordinario que nos ayuda también a entendernos a nosotros mismos y comprender que a veces las personas vienen a nosotros porque lo vamos pidiendo a gritos…

Atraemos lo que somos y lo que necesitamos… Visto así, no tiene sentido enfadarse porque alguien venga a nuestra vida a ayudarnos a entender que merecemos más de lo que creemos y que nos amamos muy poco…

Las personas que llegan a nuestra vida vienen a empujarnos a dar un paso más, a que comprendamos más sobre nosotros…

Perdonar es decidir amarse tanto que ya no nos importe lo que mundo piensa de nosotros. Si no lo hacemos, no encontramos la quietud para seguir. La sensación de estar contigo mismo y saber que estás comprometido con tu felicidad.

Perdonar es hacerse feliz. Decidir que es mejor amar que ganar, que la paz que sentimos al cerrar puertas que quedaron entreabiertas vale más que tener razón e imponerse.

Perdonar es asumir tu responsabilidad y aceptar que no hay culpas porque cada persona vive su verdad y actúa en consecuencia.

Mientras no somos capaces de encontrar esa paz deliciosa de “no necesitar”  ganar, imponernos, demostrar o encajar, somos un híbrido entre lo que ya no somos y lo que soñamos ser…

Hasta que no asumimos el perdón como un regalo y no como una pérdida no podemos agradecer la enseñanza y el valor de cada experiencia…

Si no perdonamos, no nos perdonamos porque seguimos dando poder a los demás sobre nuestras vidas… Les damos capacidad de gestionar e incidir en lo que sentimos, en  lo que soñamos, en lo que merecemos y nos miramos a través de sus ojos…

Nos volvemos tan duros que nos rompemos y nos agrietamos con la esperanza de que algo de luz entre en nosotros…

No es fácil. El ego siempre necesita justificar y medir, comprobar y calcular… Siempre quiere vencer y necesitar. Siempre encontrará la excusa para demorar el momento y te hará creer que no ha llegado aún la hora… Te confundirá para que sustituyas tu autoestima maltrecha por un orgullo hinchado que no te deje ver más allá de tu nariz y te dirá que no hay más verdad que la tuya… Te hará creer que perdonar es sacrificio en lugar de la maravillosa recompensa de estar en paz contigo. Te susurrará consignas para que sigas luchando en una guerra sin sentido cuya victoria es la derrota más absoluta para tu capacidad de amar, tu generosidad y tu grandeza.

De todas las decisiones pendientes que tenemos, la de perdonar es la más complicada y valiente… La más dura, tal vez, pero es sin duda la que más cambia nuestras vidas. El mayor regalo que podemos hacernos a nosotros mismos es perdonar.

Perdonar es rescatarse a uno mismo de una muerte lenta de reproches y pensamientos amargos… Abrirse de par en par y dejar que corra el aire limpio y entren sensaciones nuevas y maravillosas. Perdonar es vivir en paz.

Si perdonas, encuentras todas las piezas del puzle y descubres que sólo depende de ti mismo que encajen.

 

A muchas personas no les gusta la palabra perdonar porque les suena a estar por encima del otro. Cada uno hace las cosas como sabe a cada momento y según su nivel de conciencia… Lo podemos llamar comprender y soltar ese dolor, cerrar la herida y desearle lo mejor a esa persona. Lo llamemos como lo llamemos, todos sabemos qué significa y hasta dónde nos compromete. Porque el compromiso real es siempre con nosotros mismos.