merceroura

la rebelión de las palabras


Deja un comentario

Por qué no te atreves…


No hay noche más oscura que la de tus pensamientos.

Se repiten. Se enzarzan en ellos mismos y dan vueltas. Se arremolinan. Vuelven y van. Van y vuelven.

Y tú, tú eres el mismo todo el rato y no puedes más.

Te rompes y te pegas en una misma noche, esperando la mañana para respirar y mirar el día que empieza y suplicar que esos pensamientos tristes, lúgubres, gastados y pestilentes cesen. Esperando encontrar algo que te haga dormir o quedar inerte, algo que calme tu ansia y tu mente. Esperando algo que te distraiga de ti mismo, aunque sea absurdo y apenas te interese. Algo que te ayude a olvidar que por más vueltas que le das no ves la salida. Algo para vivir fuera de ti y evitar tu vida.

Caminas. Caminar te calma porque parece que puedes dejar tras de ti ese reguero de pensamientos asustados e inútiles. Ninguno te sirve porque si fueran útiles, alguna de estas noches, ya te hubieran dado la respuesta que deseas, la solución que buscas. Pensar así es como remover la basura. Como creer que entre los deshechos de ayer, que son los mismos de siempre, vas encontrar algo valioso. No lo hay. No está. Es lo de siempre. Más miedo. Más culpa. Más ideas en bucle que no te llevan a ningún lugar. Siempre al borde del precipicio, fingiendo que no lo ves, que no te importa, que no te duele y deseando saltar al abismo. Deseando atreverte a cruzar esa puerta que lleva a lo incierto y que, después de tanto pensar y sentir ese dolor contenido, empieza a parecer más apetecible que seguir dando vueltas a la basura. Porque, en el fondo, ya lo sabes… Aquello que no te atreves a hacer es justamente lo más necesitas. Decir no, cambiar de rumbo, seguir un camino distinto, atreverte a decir en voz alta aquello que callas…

Porque piensas, pero te contienes. Porque piensas, pero no sientes. Y esas emociones contenidas estallan en ti. Cuando tu cuerpo empieza a notar el dolor de esos pensamientos, de ese miedo pendiente, lo frenas, lo rechazas, lo cortas en seco. Y al no permitirte nadar en tu miedo, no eres capaz de descubrir que flotas. Al no escuchar tu voz, no puedes darte cuenta de qué necesitas. Remueves la basura pero no la observas. Das vueltas a esos pensamientos pero no los miras, no ves de dónde vienen, ni qué dicen de ti y de tus creencias.

No te permites llorar tu pena. No te permites enfadarte, ni sentir tu rabia. No quieres reconocer que cargas una culpa. Y sin hacer eso, no podrás asumir tu tristeza y soltarla. Ni perdonarte, ni perdonar. Ni asumir tu responsabilidad. No podrás dejar de pensar lo que piensas y ver la luz al final del túnel. Si no te permites sentir lo que sientes, no podrás dar un paso más y estar en paz. Mientras no sientes, vives anestesiado intentando evitar sentir tu dolor, no puedes soltarlo ni atravesar tus miedos… Y no puedes saltar ni cruzar la puerta… No puedes dar ese paso que dudas en dar y que, salga bien o salga mal, te va a traer la calma… Porque en realidad sabes que lo quieres dar, que lo necesitas, que es tu camino. Porque no hay miedo más atroz que el de no vivir lo pendiente… No hay nada peor que estar a medias en ese limbo en el que no te permites la vida que deseas por temor a perder la vida que tienes, aunque te deja vacío.

Te resistes porque te da miedo sentir.

Te resistes porque te da miedo vivir lo que deseas porque tal vez no crees merecerlo.

Te resistes porque te da miedo notar tu miedo y descubrir que no puedes evitarlo pero ¿Sabes qué? más allá del miedo está la vida.

Más allá de tus pensamientos estás tú.

Más allá de esa puerta que no te atreves a cruzar está la verdad que no quieres escuchar y que va a liberarte.

La felicidad no es lo que está al otro lado de la puerta que no te atreves a cruzar, es aquello en lo que te conviertes cuando tomas la decisión de hacerlo.

Eres tú sin resistencias. Tú sin dejarte enredar en pensamientos absurdos ni remover la basura. Tú siendo tú sin culpas ni juicios.

Tu certeza absoluta en ti mismo. Tú.

Si no te atreves, no es porque te dé miedo fracasar, es porque te asusta que salga bien y no te sientas a altura de las circunstancias .

Porque te aterra que ya no haya excusas para seguir renunciando a lo que amas y te toque vivir la vida que deseas.

Porque la felicidad asusta mucho…

Gracias infinitas por leerme.

Si quieres saber más sobre autoestima te recomiendo mi libro Manual de autoestima para mujeres guerreras”

En él cuento como usar toda tu fuerza para salir adelante y amarte como mereces y dar un cambio a tu vida… Ese cambio con el que sueñas hace tiempo y no llega.

Disponible aquí 

amazon llibre merce amazon

Si realmente quieres un cambio en tu vida, tengo una propuesta para ti. Un programa para tomar decisiones y salir de bucle en que te encuentras. Un entrenamiento exclusivo que en 40 días te permitirá reconocer tu potencial e ir borrando poco a poco las creencias y hábitos que frenan tu autoestima y tu evolución… ¡Echa un vistazo y toma ya esa decisión que puede cambiar tu vida! ¿Te acompaño?

Toma decisiones y cambia tu vida en 40 días 

Si quieres más información de mi trabajo, te invito a entrar en mi web.

Acompaño a personas y organizaciones a desarrollar todo su potencial a través del coaching, el mentoring y la Inteligencia Emocional. 

www.merceroura.es 


Deja un comentario

No he sabido quererte


Perdóname. Me olvidé de ti.

Te perdí mientras buscaba que otros me dieran lo que yo nunca he sabido darte… Amor.

Sí, te lo digo a ti, mujer del espejo, siempre cansada de vivir a medias y harta de que nunca te toque tu ración de vida y felicidad. Siempre esperando que te haga caso y te valore. Que de una vez por todas te quiera, que me quiera a mí.

No es excusa, lo sé… Cuando era niña me contaron que si era buena y hacía «lo que debía» la vida iba a recompensarme o al menos «no castigarme tanto». Que si lo pasaba mal y me sacrificaba, tendría premio. Que si me esforzaba mucho para hacerlo todo perfecto, mi vida sería perfecta y ejemplar. Que si me dejaba a un lado y ponía a los demás por delante de mí, ellos harían lo mismo.

Está claro que no era cierto. Cuanto menos te das, menos te dan. Cuanto menos te ves, menos te ven. Cuanto más te dejas de lado, más de lado te dejan.

Me pidieron que viviera con ojo siempre abierto por si la vida estaba al acecho. Me aconsejaron que no me fiara de nadie. Que no descansara nunca y siempre, siempre estuviera dispuesta para todo y me esforzara al máximo.

Y yo de eso me quedé con la idea de que no valía mucho y con ese poco valor tenía que estar siempre pendiente de lo que necesitaba el mundo para satisfacerlo, para que no se me pasara la vez y la suerte me pasara de largo.

Y, a pesar de que es cierto, que hay que vivir despierto y cazar al vuelo las oportunidades, es todavía más real que no podemos vivir pensando que valemos poco y que tenemos que dar más que otros para compensar esa insignificancia. Que tememos que demostrar para que otros nos vean, que tenemos que estar dispuestos a soportar de todo porque es la única forma de que así crean que «valemos la pena».

No podemos ir por la vida como si fuéramos una ganga ni ponernos de oferta.

No podemos estar siempre disponibles para otros porque eso significa no estar nunca disponibles para nosotros mismos… Y ratificar a cada paso que damos esa sensación repugnante de tenernos que ganar el afecto con sacrificio, con esfuerzo doble, con más tesón que los demás porque partimos desde más lejos… Porque no merecemos lo mismo.

No es ser egoísta ni dejar de pensar en los demás, es empezar a pensar en ti.

No es no dar, es darse a uno mismo y luego compartir desde ese amor restaurado.

Es vivir desde la confianza porque sabes que no hay nada en ti indigno que merezca un ataque.

Es compartir siendo consciente del regalo inmenso que es estar contigo. Porque una vez que te conoces, que te das, que te compartes, que te valoras, sabes que aquello que aportas es valioso y maravilloso para otros. Como lo que otros comparten contigo también lo es.

No es ponerse en un pedestal a uno mismo, es bajar a los demás de sus pedestales y descubrir que estás a su altura. Dejar de mendigar que te hagan caso. Dejar de pedir. No tener que negociar mínimos. Dejar que fluya y que sea. Respetar y ser respetado.

Amar sin tener que estar controlando normas y repasando límites porque te valoras tanto que ya queda claro que no se juega contigo.

Y desde ahí, desde ese reconocimiento por lo que eres, darlo todo porque lo tienes todo, porque lo eres todo… Sin etiquetas ni más normas que el respecto y la compañía. Sin miedo a perder ni perderse. Sin miedo a dejarse llevar. Sin miedo a dar de más y de manos. Sin tener que poner nada en la balanza porque el equilibro es muy evidente. Sin luchar por ser amado o ser visto o ser atendido porque ya llega solo.

No es egoísmo es reconocer tu valor y saberte valioso. Es notarlo tanto y tan dentro que nadie lo duda y se transmite en cada uno de tus gestos y tus actos. Y eso no solo hace que te vea como realmente eres. Te permite ver a los demás como realmente son.

Es sacarse la máscara de niño bueno y vivir como una persona sin etiquetas, sin tener que fingir nada. Sin tener que parecer.

No eres una ganga. No estás de oferta. No tienes que ponerle la vida fácil a los demás y complicarte la tuya para que te quieran y te den tu espacio. No tienes que ganarte nada, ya es tuyo. No tienes que dar el doble para conseguir la mitad. Eres tu prioridad.

Perdóname. Insisto. Me creí que no merecíamos nada y no he hecho nada para remediar esa barbaridad… Me contaron que debía dejarte para el final y así sería feliz e hice caso. Era mentira, es evidente. Hoy te rescato y te doy tu lugar en mi vida. Te lo mereces todo, deja de dudar.

Sé que te he rechazado cada día durante años porque no supe comprender lo maravillosas que somos… Porque con ese dolor acumulado dentro te vi distorsionada ni supe encontrar tu belleza y tu bondad. Ahora te miro y no comprendo cómo no supe comprender lo mucho que llevas dentro por compartir y tu capacidad de amar desbordante.

No sigas pensando que quererte es un esfuerzo o que para estar contigo hay que pensarlo mucho. No sigas pensando que tu compañía cansa y que molestas, estorbas o estás de más. No te creas ya que necesitas pagar peajes para que te hagan caso y que si te permites que te dejen para luego, te agradecerán el sacrificio. No toleres más medias verdades, ni cobardías porque te asuste descubrir que no importas suficiente y que no te pueden dar más. No esperes a ser reconocida por nadie nunca más.

Perdóname. Me perdono. Volvamos a empezar. Estamos juntas en esto… Ahora voy a mirarte, honrarte y respetarte para toda la vida. Mi primer compromiso es contigo y así podré dar hasta el infinito a los demás sin que nos quedemos rotas, vacías, enfermas y decepcionadas.

Ahora nos toca a nosotras.

Basta ya de dudas. Basta de titubeos. No he sabido quererte, pero estoy aprendiendo… ¿No lo notas ya?

Un abrazo, mi yo querida e ignorada hasta ahora. No te preocupes, voy a darte tu lugar.

Gracias infinitas por leerme.

Si quieres saber más sobre autoestima te recomiendo mi libro Manual de autoestima para mujeres guerreras”

En él cuento como usar toda tu fuerza para salir adelante y amarte como mereces y dar un cambio a tu vida… Ese cambio con el que sueñas hace tiempo y no llega.

Disponible aquí 

amazon llibre merce amazon

Si realmente quieres un cambio en tu vida, tengo una propuesta para ti. Un programa para tomar decisiones y salir de bucle en que te encuentras. Un entrenamiento exclusivo que en 40 días te permitirá reconocer tu potencial e ir borrando poco a poco las creencias y hábitos que frenan tu autoestima y tu evolución… ¡Echa un vistazo y toma ya esa decisión que puede cambiar tu vida! ¿Te acompaño?

Toma decisiones y cambia tu vida en 40 días 

Si quieres más información de mi trabajo, te invito a entrar en mi web.

Acompaño a personas y organizaciones a desarrollar todo su potencial a través del coaching, el mentoring y la Inteligencia Emocional. 

www.merceroura.es 


Deja un comentario

Te has olvidado de ti


A menudo hacemos cosas que nos desgastan y hacen sentir mal.

Y es cierto que no todo lo que hacemos es sencillo, ni nos puede gustar. No hablo de esas cosas tediosas que a nadie le gusta hacer pero son necesarias, hablo de dejarse la vida luchando por una vida que nunca llega.

Nos sacrificamos para demostrar nuestro valor.

Lo hacemos sin medida, a veces sin ni siquiera objetivos claros. Solo para acumular méritos y que otros se den cuenta de que somos valiosos. Como si haciendo el triple que los demás nos hiciéramos perdonar nuestra insignificancia.

Y no está mal poner empeño, ganas y acción. Es necesario.

El problema es cuando normalizamos el «arrastrarnos», el pasarlo mal y sufrir para conseguir cosas. Sin poner entusiasmo, ni ilusión, ni disfrute.

Cuando hacemos habitual el rompernos por dentro para poder arañar unas migajas de algo que se nos resiste.

Cuando asumimos que las cosas nunca pueden ser un poco más fáciles y siempre nos toca dejarnos la salud en el intento.

El problema es cuando enfermamos para seguir adelante porque hemos interiorizado que sin que eso suceda no vamos a conseguir nada.

Ser siempre el pringado.

Ser la que lo hace todo y se deja la piel.

Llevar esa sensación impregnada en ti.

Esa etiqueta.

Esa creencia.

Esos pensamientos inquietantes que llegan a ti cuando descansas cinco minutos y que te atraviesan el pecho diciendo que no estás haciendo nada, que no rindes, que se te escapará todo lo que has conseguido, que no mereces nada si respiras y conectas contigo…

El problema es llegar a creer que no mereces más que eso. Una y otra vez. En bucle. Sin parar. Que esa va a ser tu vida. Que estás destinado a no parar ni tener paz…

Que eres solo lo que haces.

Que pierdes el tiempo cuando no aguantas más y te detienes.

Que no eres útil ni sirves para nada si no consigues un resultado.

El problema es renegar de ti mismo y quedarte a medias contigo esperando que otros lo den todo. Que reconozcan tu esfuerzo y eso te haga más digno y mejor.

Llegar a pensar que cuando paras mueres, porque no eres nadie.

Llegar a creer que solo vales por lo que produces.

Culparte si no consigues, si no llegas, si te permites un momento para tomar aliento.

Llegar a pensar que lo que da fruto es destrozarte, maltratarte, desvivirte, arrastrarte y humillarte ante la vida y ante otros para alcanzar lo que buscas.

Pensar que tu dignidad depende de lo que otros valoran de ti, de lo que ven, de lo que te dan, de lo que tú consigues después de perderte a ti mismo.

Y vivir con esa sensación perenne de nunca hacer suficiente. Que nunca has demostrado suficiente. Que te quedas a medias y nunca lo haces perfecto… Que no eres suficiente. Siempre drenado por la necesidad de hacer y conseguir, buscando huecos en la agenda para que esté repleta y te sientas pleno… Una plenitud que nunca llega porque no está ahí sino en tu propia aceptación y reconocimiento.

Nada de lo que buscas y deseas merece el sufrimiento.

La vida es corta. A veces, al final del trayecto al que llegas roto y destrozado no hay nada. Otras veces, hay otra meta que tú mismo te pones para seguir demostrando y sofocar esa sensación horrible de no merecer y esa herida enorme de insuficiencia…

Y también está morir. Física o metafóricamente. Acabar tan hecho trizas que no queda nada de ti, que no te queda una brizna de ganas de vivir, de motivación, de alegría, de paz. Que ya te da igual lo logrado porque te has perdido a ti por el camino.

Y mirar atrás y ver que tal vez podría haber hecho lo mismo pero desde otra manera de ver la vida y con otra actitud. No como una carrera sino como un hermoso paseo. Con más cariño y compasión por ti. Con más calma. Con ganas de compartir. Con alegría de estar. Con esa confianza en ti mismo que hace que no necesites alcanzar nada porque ya lo tienes y estás de tu parte.

Porque cuanto más te fustigas, culpas, reprochas y maltratas a ti mismo más le dices a la vida que quieres más de eso que te hace sentir minúsculo y roto. Más te encasillas en el papel de sufridor, más te pierdes en el laberinto de víctima y más te convences de no poder salir. Más te mientes a ti mismo pensando que no vales nada y te reafirmas en esa idea hasta contagiarla a los demás.

No es hacer menos o más. Es hacer de forma inteligente, pensando en ti, reconociendo tu valor, aportando lo que eres y sabes hacer… Sabiendo quién eres y tratándote bien. Descansando cuando hace falta y tomando impulso. Hacer lo que te inspira, contagiar ese entusiasmo a quien lo necesite y aportar lo que eres.

El problema es haber olvidado el sentido de lo que haces y estar moviéndote para demostrar y no para compartir. Olvidar lo que te mueve y hace palpitar… El problema es haberte olvidado de ti y de tu valor.

GRACIAS por leerme.

¿Quieres aprender a amarte?

¿Quieres dar un giro a tu vida?

Primero te invito a leer mi libro  “Manual de autoestima para mujeres guerreras”.

En él cuento como usar toda tu fuerza para salir adelante y amarte como mereces y dar un cambio a tu vida… Ese cambio con el que sueñas hace tiempo y no llega.

Disponible aquí 

amazon llibre merce amazon

Y a entrar en mi web y ponerte en contacto conmigo para hacer un plan y transformar tu vida en todos los aspectos. ¿Te apuntas?

www.merceroura.es