Ella, siempre pendiente de lo que necesitan los demás.
Siempre atenta. Siempre en la piel de otros intentando comprender qué sienten y cómo puede hacerles el camino más fácil.
Siempre con las palabras correctas para los oídos ajenos… Siempre necesitando llegar en el momento oportuno y ser un bálsamo para otros.
Ella, siempre intentando no molestar, pero estando ahí por si hace falta, por si se la echa de menos, demostrando todo lo que puede hacer y hasta dónde puede llegar si se lo proponen. Para que sepan que tiene valor y que es capaz de llegar a lo máximo.
Motivada, como si el aire que respira tuviera más oxígeno que el aire que respira el resto del mundo… Siempre con fuerzas, siempre con ganas y siempre cansada estar tan pendiente de todo, para que todo salga bien y sea perfecto. Con el cuerpo dolorido de intentarlo todo y no poder fallar, ni parar para descansar por si pierde su lugar, por si demuestra flaqueza y pierde su puesto, un puesto que no tiene…
Ella, siempre repasándolo todo para que esté perfecto, para que no falte nada, para que no sobre, para que aquellos que lo vean sepan lo mucho que se ha esforzado para hacerlo bien.
Ella, siempre acumulando méritos y haciendo el doble que los demás por esa insana sensación que la ha acompañado siempre que le hace creer que necesita demostrar… Que es insuficiente… Que le hace falta aportar algo extra a todo lo que hace y a todas su relaciones porque si no, no llega a los mínimos porque su presencia no cunde… Siempre pensando que decepciona, sintiéndose pequeña e insignificante. Aportando siempre más que los demás porque su casilla de salida está mucho más lejos y para llegar a la meta es necesario que corra más, que resista más y que recorra más distancia.
Ella, siempre dándolo todo y sintiéndose nada. Dejándose para luego. Apartándose por si molesta, sintiéndose un estorbo. Notando en cada uno de los minutos de su vida un rechazo insistente y constante del mundo. Sintiéndose una brizna de polvo en una estantería olvidada en la vida de otro… Ni siquiera en la suya propia.
Olvidando su piel mientras se pone en piel ajena y siente el dolor de otros mientras posterga su dolor… No solo porque ha llegado un momento en que ese dolor es insoportable y se acumula demasiado sino porque cree que así suma puntos la vida y ante las personas que le importan para empezar a importarles de una vez por todas… Y siempre todo tan arduo, tan complicado, tan cuesta arriba…
Ella, toda la vida pidiendo perdón por su insignificante existencia y arrastrándose un poco más que los demás, insistiendo más, levantándose antes y acostándose más tarde… Esforzándose sin parar hasta quedar rendida y exhausta. Con esa máquina de precisión en la mente, controlarlo todo para que nada se le escape y que todos crean que es perfecta para que así puedan aceptarla y , al fin, sentir que encaja…
Dejar de notarse desgajada del mundo y extraña. Dejar de ser la pieza de otro puzzle en un puzzle gigante en el que todo el mundo encuentra su lugar, menos ella.
Dejar de sentir que cuando se sienta la mesa para ella no hay plato, no hay silla, no hay cena porque nadie la esperaba, porque a nadie le importa, porque nadie la ve, porque ese tampoco es su lugar…
Ella, diciendo siempre que sí, por si aquella es la gran oportunidad que no puede perder para demostrar que merece, que existe, que se lo ha ganado y por fin llega la recompensa a tanto esfuerzo…
Ella, siempre agotada y rota, un día se levanta y ya no puede más… Deja esta absurda carrera para satisfacer al mundo y empieza a mirar a la mujer del espejo y pedirle perdón haberla dejado tirada e ignorarla.
Y dice que no. Y dice basta. Y empieza a ponerse en su piel y a notar como las miles de agujas de dolor que tenía pendientes se clavan en su piel… Le cuesta dejar esa forma que tiene de vivir arrastrada y siempre pendiente de lo que dirán y pensarán pero está tan destrozada que ya no tiene alternativa… O cambia o cambia. O cambia o muere por dentro y deja de existir…
Y descubre que la que se ha estado dejando de lado, la que ha estado ignorándola y ninguneándola es ella misma… Que cada vez que dijo sí a otros por demostrar y mendigar ese estaba diciendo que no a ella misma. Que era ella quien tomó todas y cada una de las decisiones y se dejó apartada.
Descubre que se olvidó de su esencia para encontrar la esencia de otros.
Descubre que se descuidó de ella misma para cuidar a otros que fueron incapaces de ver lo que ella les daba y valorarlo. Seguramente porque muchos de ellos también acumulaban dolor y esa era su forma de soportarlo.
Librando una batalla absurda que ya tenía ganada porque tan solo necesitaba prestarse un poco de atención y darse aquello que esperaba que otros le dieran.
Ella, por primera vez para y respira y deja de esforzarse por demostrarle al mundo su valor y empieza a creérselo. Empieza a notar que había estado ausente de su vida para vivir la vida de otros… Rompe con todo y al mismo tiempo se percata de que no tiene que hacer nada.
Ella, tan rota y deshilachada, empieza a remendarse y a juntar las piezas con cariño y descubre que no necesitaba encajar en ningún lugar porque es una pieza única… Porque en realidad siempre ha tenido un lugar y solo necesitaba ocuparlo en su vida.
Ella, ahora siempre caminando para ella misma en camino que escoge, sin esperar nada más que encontrarse en los rincones y disfrutar de ser…
Dejando de esquivar su mirada y sintiéndose enorme por el hecho de existir.
Notando todo el cansancio acumulado que lleva encima de haber pasado siglos intentando que el mundo la viera… Poniéndose fácil la vida a ella misma y no a los demás.
Reescribiendo su historia y llorando a ratos, sin miedo a llorar. Perdónandose por no haberse sentido insuficiente y perdonando a todos lo que no la supieron ver porque era imposible ver a alguien que se escondía de ella misma.
Ella siendo ahora imperfecta y dándose cuenta de que esa ya es su mejor versión.
Gracias por leerme. Espero que lo que escribo te sea útil.
Te invito a leer mis palabras en formato libro, en este caso con mis poemas..
Las palabras van a curar nuestras heridas porque nos ayudarán a decir en voz alta lo que nos duele y poner nombre a nuestros miedos… Este es mi primer libro de poemas, en ellos hablo de la vida y de traspasar miedos.
Es un compendio de palabras que hablan de sacarse las espinas clavadas y decir en voz alta aquello que a menudo callamos…
Una mirada bárbara a esa vida que vivimos y no nos satisface mientras esperamos una vida mejor que nunca llega porque no hacemos nada para que eso suceda.
Habla de amor y de desamor. De amar tanto que a veces te quedas solo amando y descubres que nadie está a tu lado en ese amor y, gracias a ello, acabas encontrándote a ti mismo. De desear tanto que das la vuelta a la esquina y te das cuenta de que el deseo te llevó a atravesar tus miedos más rotundos y encontrarte de verdad.
Son poemas irreverentes, imprudentes y sinceros que esperan hacernos reflexionar sobre si la vida que habitamos es la vida que merecemos y, si la respuesta es no, hacer que nos levantemos del sofá.
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