merceroura

la rebelión de las palabras


1 comentario

¿Y si te das tú lo que necesitas?


Te han dicho que no tantas veces…

Y tú siempre sigues intentando que el sí llegue. A veces, vas a ello con unas ganas inmensas y renovadas. Otras, te arrastras porque estás cansado y ya sabes cuál va a ser la respuesta.

No esperas nada nuevo pero, sin embargo, de vez en cuando, una ilusión renovada te llena por dentro y te hace creer que sí. Esta vez sí. Un pálpito maravilloso te llena por dentro. Ya toca. Uf, ha llegado el momento. Tiene que ser. Quizás porque se acerca tu cumpleaños, es un momento de cierre de ciclos o porque es Navidad casi y en el aire flota esa sensación vaga y deliciosa de que todo es posible sin que nunca lo sea o no del todo.

Sea por lo que sea has decidido pensar que sí. Has leído unos cuantos artículos y has visto cien vídeos que dicen que lo que crees creas y estás decidido a construir tu futuro.

No puede ser que no otra vez. No te lo mereces. Te has esforzado mucho. Lo das todo… Miras al cielo esperando que exista un cielo o algún lugar donde se imparta justicia y suplicas. Suplicas con los ojos casi llenos de lágrimas. Esperas que alguien te vea, no sabes quién, y tenga piedad. Tal vez la piedad que tú no te tienes.

Sigues tu camino. Cada paso te acerca a lo que deseas o te aleja, según se vea, porque si al llegar y llamar a la puerta y preguntar te dicen que no otra vez, estarás más lejos. Ahora no lo tienes, pero todavía puedes soñarlo, puedes imaginarlo y pensar que puede ser tuyo (si es que hay algo nuestro en la vida porque todo es temporal y efímero). Ahora no lo tocas con las manos pero si con los pensamientos y las ganas. Cuando sepas la respuesta, tal vez pierdas eso del todo. No podrás soñarlo porque sabrás que eso que deseas no desea ser tuyo e imaginar y visualizar te dolerá. Es tu historia de siempre… Tu vida.

Estás muy harto de tanto repetir esta escena. De intentar y salir con las manos vacías. De gritar por dentro cuando el NO te desgarra pero fingir ante el mundo que no te duele porque ya van muchas veces y pareces el tonto que no se da por vencido y esperas a volver a casa para llorar amargamente tu supuesta derrota.

Otra vez no.

¿Y si pasas de todo? ¿Y si no lo intentas más? ¿Y si dejas de examinarte a ti mismo con esto? ¿Y si decides que no necesitas nada que te haga sentir mejor o peor? ¿Y si el sueño no es una situación, una compañía o algo que crees que te haría bien tener? ¿Y si el sueño eres tú sin necesitar el sueño? ¿Y si antes de llamar y cruzar la puerta decides que no importa el resultado porque sabes que mereces lo mejor?

¿Y si esta vez tú te dices que sí y no importa lo que alcanzas o consigues? ¿Y si esta vez decides que no hay nada que vaya a hacerte mejor porque ya eres lo que sueñas?

Sin dejar de intentar pero haciéndolo de otro modo, sin que lo que sientes que eres dependa de esa respuesta.

¿Y si en lugar de llamar a esa puerta llamas a tu puerta y te pides perdón por haber dudado de ti y te das tú lo que necesitas?

¿Y si te abres tú?

¿Y si te das cuenta de que tu valor no depende de un sí o un no y te amas ahora?

GRACIAS por leerme.

¿Quieres aprender a amarte?

¿Quieres dar un giro a tu vida?

Primero te invito a leer mi libro  “Manual de autoestima para mujeres guerreras”.

En él cuento como usar toda tu fuerza para salir adelante y amarte como mereces y dar un cambio a tu vida… Ese cambio con el que sueñas hace tiempo y no llega.

Disponible aquí 

amazon llibre merce amazon

Y a entrar en mi web y ponerte en contacto conmigo para hacer un plan y transformar tu vida en todos los aspectos. ¿Te apuntas?

www.merceroura.es 


1 comentario

María está rota


María se dejó las ganas de todo hace meses. Se le escaparon cuando otra decepción llamó a su puerta. Otra más.

Pasó varios días haciendo lo que hace siempre, fingir que no pasaba nada. Que podía. Que lo iba a conseguir. Que no importaba. Que es la mujer fuerte que ha sido siempre. Una emperatriz de cristal, dura y transparente en todo, decidida pero enormemente frágil en realidad. Alguien que nunca se para a notar el dolor y el miedo por si la detienen y arrastran. Alguien que no se ocupa de su tristeza porque creen que las personas que lloran y se quejan son flojas y ella nunca ha sido floja…

Esa vez no pudo. Aunque no fue por esa vez. Fue por todas las anteriores que seguía cargando en los hombros. Por todas las lágrimas pendientes y el dolor ignorando y cargado en la nuca. La gota que colma el vaso no es nunca la que nos hace tambalear y caer. Es el vaso lleno a rebosar que no hemos vaciado, es el peso del mundo que cargamos a nuestras espaldas. María no pudo más. Cayó. Se desmoronó cinco minutos después de pensar que podría y repetir cien afirmaciones positivas sin creerse ninguna. Se rompió mientras intentaba agarrar su mundo, mientras se preocupaba porque no se notara lo deshilachada y descosida que estaba… Se vino abajo mientras le daba aliento a su hija y recogía la mesa antes de barrer el comedor y enviar un presupuesto a un cliente.

María no pudo cargar con el peso de todo un día más, un instante más. No puso resistir seguir empujando ese carro tan cuesta arriba. Tan solo viendo algún resultado distinto o recibiendo algún arañazo menos habría soportado unos meses más, tal vez años, porque siempre ha sido una bestia parda, una animal feroz aunque sumiso que carga con todo. Siempre enfadada con la vida por ser injusta con ella, pero siempre dispuesta a seguir dando batalla… Una batalla que siente inútil y estéril. Siempre hecha añicos pero sostenida por el fino hilo del coraje y la valentía de alguien programado a seguir y a luchar.

Ahora ya no. Ya no puede. Está demasiado harta y tira la toalla. Cede al tambaleo. Cae y está partida en dos en el suelo de su vida sin esperar nada. No le importan ya las decisiones porque dejó las expectativas y ya no pelea por lo que no puede cambiar. Está asustada pero calmada. Es nuevo para ella no estar peleando por algo, ni esperando nada. Hay algo delicioso en no esperar y es la falta de desesperanza cuando no llega… Esa desesperación por llegar, por alcanzar, por seguir, por hacer, por encontrar la forma de conseguir algo que se hace cuesta arriba y arduo ya no está. Ya no busca. Si hay pan, come pan. Si hay viento, deja que el viento le acaricie la cara. Si las lágrimas se agolpan en sus ojos, deja que se derramen y estallen si hace falta… Si las palabras se abalanzan en su garganta, las suelta si no está demasiado cansada. No hiere pero no quiere ser herida y dice no, dice mucho que no ahora.

Está muy cansada, mucho. Lleva años arrastrándose en una lucha infernal contra sí misma. Una parte de su ser le pedía parar y respirar y la otra seguir avanzando y luchando, a pesar de conseguir casi nada. Esfuerzo y sacrificio para nada. Para quedarse a medias, a las puertas. Para vivir en un limbo asfixiante donde nada tiene sentido si no crees que vas a poder salir de él y nunca sucede. Viviendo de prisa y con urgencia siempre para llegar a no sé sabe dónde y encontrar no se sabe qué que le permitirá alcanzar una paz que nunca ha conocido. Aunque ahora ya se ha dado cuenta de que no se llega a la paz desde la guerra y que el camino importa tanto o más que la meta.

Trabajos que pintan bien y salen mal y suponen dejarse la salud. Amistades que dan la espalda… Amores que te buscan y luego te sacan a patadas de sus vidas sin comprender qué pasó. El dinero que no llega a cubrir gastos nunca por más que te esfuerces. Y así un mes, dos, tres, años, décadas…

Y ese reproche constante sobre sí misma por no estar haciendo algo que debería y fallar. Aunque, ya no desde que cayó y tuvo que aceptar su caída.

Un enorme vacío la invadió y le ralentizó la vida. Fue como verse desde fuera y poder darse cuenta de que todo era falso y estúpido y que había vivido en un sinsentido absurdo buscando algo que no existía o que, de existir, no se alcanzaba luchando sino respirando en paz.

Lo ha analizado todo mil veces, asumiendo su parte, su responsabilidad. Mirando al espejo de la vida qué dice de ella cada cosa que le pasa. Qué alienta, qué permite, qué no acepta… Todo. Ha mirado tan dentro buscando su sombra que se ha mordido la cola. Ha comprendido mucho para qué y desde dónde. Ha hecho infinitas terapias. Ha preguntado a los que saben y a los que ignoran, porque a veces, la respuesta está en el reverso de las hojas. Nada. Nada que haga o deje de hacer la saca del bucle y de esa sensación de estar maldita y de no poder bajar de la noria o salir del laberinto. Con esa congoja comprimida en el pecho que siempre le dice que si deja de hacer y para lo pierde todo y el mundo se desmorona, con esa necesidad salvaje de sujetar al mundo porque, en cierta forma, depende de ella y de su capacidad. Siempre levantando el ánimo y produciendo al máximo. Siempre esforzándose más que nadie para hacerlo todo y siempre todo complicado, hasta el último detalle la vida se le retuerce… Siempre en esa carrera loca para llegar y quedar bien ante el mundo sabiendo que es imposible, sintiendo no merecer, pensando que no hay recompensa para ella porque se siente de más, un estorbo, una hija desheredada de un dios que la mira con ojos severos y la culpa por todo.

No es una ignorante, no tanto. Sabe que todo lo le hace el mundo es con su permiso, que todo es un espejo. Que la que se maltrata es ella, que la que se miente y engaña es ella, que la que se deja para luego y arrincona es ella. Sabe que se ha menospreciado y rechazado ella misma. Sabe que ella es la que ha decidido el sacrificio absurdo y la falta de reconocimiento. Los demás han hecho su parte, pero no sirve nada mirarles esperando cariño o palabras de consuelo y disculpas, no las hay y tampoco la curarán de seguir haciéndolo porque la que puso el marcha el mecanismo de machaque es ella misma.

Ha mirado dentro y fuera. Perdió diez kilos. Tiró los trastos viejos. Meditó y agradeció lo que tenía. Camino hasta salir del mapa para calmar sus ansias de hacer algo para poder cambiar su vida… Y siempre está en ese callejón sin salida. Cambian las caras y los escenarios, pero la película es la misma. María no llega. María se queda a medias. María no lo consigue. Desmontando a María. María en el laberinto… Siempre lo mismo. Todo igual. Si pudiera, a veces, en plena desesperación, arrancaría el decorado para poder cambiar de escena o se bajaría de la vida para pedir el libro de reclamaciones.

Aunque ahora ya está. Solo respira y nota que el aire la llena y la atraviesa. Y no lo hace como un ejercicio de atención plena para conseguir algo y cambiar su vida. Lo hace para respirar, para llenar sus pulmones y su abdomen. No hay más allá ni intención oculta, no hay estrategia. Por primera vez en su vida hace algo solo por hacer lo que está haciendo, sin objetivos ni metas más allá de ese instante. Bebe agua porque tiene sed, no para depurar ni eliminar nada porque no hay nada más, ni luego ni mañana.

Camina porque quiere poner un pie ante otro, no para llegar a ningún lugar sino porque justo ahora quiere salir de dónde está. Camina sin pretensión ni destino y eso la calma. Porque no tiene que llegar a ningún lugar ni superar ninguna marca ni le espera nada.

Llora porque siente dolor. No para gestionar nada ni dar pena ni conseguir una atención que nadie le dispensa.

Se escucha a sí misma porque lo necesita, no como parte de ningún ritual para liberar ni soltar nada. Solo suelta lo que no quiere en su vida ni necesita, lo que no le sirve o le hace daño. No suelta nada viejo para conseguir nada nuevo, suelta lo viejo porque ya no lo desea.

Dice lo que siente que debe decir. No para conseguir que otros empaticen con ella o la comprendan, lo hace para quedarse descansada y no sentirlo pendiente. Porque lo quiere hacer ahora y si no, mañana, si es que hay un mañana, aunque tampoco lo piensa.

No se preocupa. No sirve de nada. Si hay algo que esté en su mano lo hace, si no, no puede controlar nada, nada. Y si está calmada, cuando llegue esa supuesta calamidad, la pillará serena y más capacitada.

No está bien, pero no está mal porque se limita a dejarse sorprender por la vida a ver qué pasa.

Vive como siempre, aunque hay muchas cosas que ya no hace porque se ha dado cuenta de no servían de nada y la dejaban agotada.

No busca, no espera. Si hay pan come pan y si tiene sed bebe agua.

Estaba tan rota que tuvo que parar para coserse y curarse y no hacer nada.

Ella que lo ha hecho todo para intentar conseguir esa vida que tanto desea, ahora está quieta y respira y no lucha por nada. No fuerza nada.

Hay tanta sabiduría en el silencio cuando aprendes a abrazarlo y aceptas esos pensamientos de ataque que trae consigo hasta descubrir que no son nada…

Y ahora se ríe de todo cuando tiene ganas, mientras suelta de esa María hacedora llena de miedos, llena de necesidades inventadas, llena de impotencia, llena culpa y resentimiento contra la vida por ser tan injusta con ella mientras ella lo intentaba todo para ser una versión digna de ella misma… Ignorando su calma, su paz, ignorando su dolor y pasando por encima de su alma.

Y tiene ganas de todo y de nada, pero no le importa, porque vive conectada a lo que necesita y no lo que cree necesitar. Porque acepta y respira. No está ilusionada pero está en calma. No vive sujeta a sus ganas inmensas de cambiarlo todo y alcanzar metas y eso, sorprendentemente, la hace sentir bien.

A veces, cuando paras y dejas de hacer te das cuenta de que te movías para escapar de ti mismo y necesitabas caer para volver a ti.

A veces, la propia dolencia es la medicina y lo que intentas evitar es el bálsamo que necesitabas para curar tu vida…

A veces, para encontrar la forma de salir del bucle tienes que meterte hasta el fondo en él, perderte y dejar de buscar la salida.

María estaba tan harta de buscar que se rompió y cuando estaba rota descubrió que ella misma era el pegamento que buscaba, pero no se había dado cuenta porque no se había permitido romperse jamás.

GRACIAS por leerme.

¿Quieres aprender a amarte?

¿Quieres dar un giro a tu vida?

Primero te invito a leer mi libro  “Manual de autoestima para mujeres guerreras”.

En él cuento como usar toda tu fuerza para salir adelante y amarte como mereces y dar un cambio a tu vida… Ese cambio con el que sueñas hace tiempo y no llega.

Disponible aquí 

amazon llibre merce amazon

Y a entrar en mi web y ponerte en contacto conmigo para hacer un plan y transformar tu vida en todos los aspectos. ¿Te apuntas?

www.merceroura.es 


Deja un comentario

No pasar de puntillas por la vida


No es decir sí o decir no.

No es hacerlo o no hacerlo.

No es irse ni es quedarse… Es ser leal a uno mismo.

Cuando las cosas se ponen feas y el camino complicado se trata de ser honesto contigo y ponerte de tu parte.
No cargarte con más piedras en el equipaje con exigencias ni reproches sino soltar… Parar, comprender, aceptar lo que es aunque no guste, respirar y abrazarse. Y desde esa calma, decidir. Si sigues adelante o das la vuelta. Si te sumerges del todo o, de momento, flotas. Si te vas o te quedas. Sí o no.
Desde esa paz escoges tu paz.

Es no delegar tu felicidad en otros ni vivir de oído, es no pasar de puntillas por tu vida…

No es qué camino tomar, es qué te cuentas por el camino sobre ti y sobre la vida. Cómo te miras, cómo te tomas de la mano mientras caminas, cómo te hablas y cómo piensas durante el viaje, cuál de tus voces interiores escuchas… La que te dice que no vales y tienes que seguir demostrando algo al mundo para merecer o la que te recuerda que pase lo que pase sigues siendo un ser maravilloso que merece lo mejor de la vida.

No es a dónde vas, ni siquiera de dónde vienes, es quién eres. Es qué decides. Es qué sueltas y con qué te quedas. Es en qué escoges enfocar tu magia y dónde posas tu mirada.

No es lo que deseas, es para qué lo deseas y desde dónde. Desde tu grandeza o desde tu supuesta pequeñez, desde tu miedo o desde tu confianza, desde tu desesperación o desde tu paz…

No es ni rendirse ni continuar. Ni ganar ni perder. Ni triunfar ni fracasar. Es que pase lo que pase, te respetes, te valores, te acompañes…
No es el resultado, es el proceso.
No es hasta donde llegas. Es si lo haces contigo a las buenas, si te tratas bien… Si logras eso tan complicado en la vida que es verte de verdad, sin máscara, y amar lo que ves. Sea como sea…

No es lo que es ni lo que te pasa, es lo que eres y cómo te sientes a ti, cómo te ves, cómo te miras, cómo te piensas, cómo te defines, cómo te tratas.

No es conseguir nada ni encontrar nada, es reconocerse, es encontrarse.

Es reconciliarse con esa persona que hace un tiempo contemplabas en el espejo y te parecía siempre insuficiente. Es mirar tus pliegues y rincones más oscuros y descobrir que no pasa nada, que son, que están, que vas a llevarlos de la mano y dejar de avergonzarte de ellos.

Es encontrar tu paz en el momento más convulso y recordar que lo que eres de verdad no caduca.

Es abrazar ese miedo gigante a no estar a la altura y permitirse sentirlo de una vez por todas para descubrir que en realidad el gigante eras tú. En eso está tu paz…

Desde esa paz escoges tu paz. Y ya no puedes pasar de puntillas por la vida.

GRACIAS por leerme.

¿Quieres aprender a amarte?

¿Quieres dar un giro a tu vida?

Primero te invito a leer mi libro  “Manual de autoestima para mujeres guerreras”.

En él cuento como usar toda tu fuerza para salir adelante y amarte como mereces y dar un cambio a tu vida… Ese cambio con el que sueñas hace tiempo y no llega.

Disponible aquí 

amazon llibre merce amazon

Y a entrar en mi web y ponerte en contacto conmigo para hacer un plan y transformar tu vida en todos los aspectos. ¿Te apuntas?

www.merceroura.es