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la rebelión de las palabras


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Recalculando una nueva ruta


Perseguimos sueños que a veces son de segunda mano, de segunda mente, de segunda generación… No son nuestros. Son los sueños que creemos que quedaría bien alcanzar para nuestro curriculum de logros y metas. Las metas que una vez conseguidas nos harán sentir válidos, aceptados, amados, reconocidos, vitoreados… No es el reto en sí, sino el sabernos dignos de él y que otros lo sepan y nos vean dignos.

A veces, no perseguimos sueños porque nos gusten, sino porque pensamos que si los alcanzamos, somos nosotros los que gustaremos a los demás y en consecuencia a nosotros mismos. Porque nuestro esfuerzo y nuestro logro les hará olvidar a otros lo poco dignos y merecedores que somos… Eso pensamos, porque no nos conocemos ni aceptamos, porque nos menospreciamos y tratamos mal a nosotros mismos.

No llegamos a la cima por amor a cada paso del camino, ni para disfrutar la vista sino para poder ser de esos que llegan a la cima. No queremos el ascenso para hacer un trabajo más interesante sino para sentirnos más interesantes nosotros… No queremos pareja para compartir sino para no estar solos, para que el mundo nos mire y sepa que alguien nos ama, que alguien nos eligió porque nosotros mismos nunca nos elegimos.

A veces, sí, a veces, no son nuestros sueños lo que nos mueve sino tapar ese vacío enorme que llevamos dentro y que hace que todo se empañe de necesidad y urgencia. Un vacío que nunca se tapa con éxito y resultados porque lo que necesita es una mirada amable y compasiva hacia nosotros mismos. No son los planes de futuro lo que nos inspira sino lo insoportable que es vivir nuestro presente. Vivimos para mañana porque huimos de nuestro  hoy tedioso y angustiante. Nos asusta tanto quedarnos a vivir en nuestras vidas que compramos la idea de otras vidas y la colocamos como un parche en la nuestra a ver si no se nota, si encaja, si nadie se da cuenta de nuestro miedo atroz y nuestra incomodidad perenne. Fingimos hacer mil cosas, tener mil intereses, ir siempre atareados con nuestras vidas y tener siempre la agenda llena porque no soportamos un solo minuto de vacío en nuestra vida que nos recuerde que todavía no nos amamos ni soportamos a nosotros mismos… Porque no hemos mirado con ojos amables nuestras debilidades maravillosas ni reconocido nuestras impresionantes fortalezas todavía. 

Y cuando paras, duele. Escuece como una herida a la que le pones una tirita y no se seca sino que queda tierna y reblandecida. Porque los parches se caen y dejan otra vez al descubierto que cuando llegues a la cima, te ignoren o te aplaudan, necesitarás otra y luego otra, luego otra… Hasta que el cansancio te deje roto y desconsolado. Porque a veces los sueños, que son necesarios y maravillosos, mal usados son parches también. Son una forma socialmente aplaudida de huir de nuestras vidas cansadas e insulsas, de nuestro miedo a mirar dentro y descubrir que llevamos mucho acumulado, de nuestra incapacidad de amarnos y aceptarnos.

¿Y si primero sacamos la basura pendiente de miedos, creencias, pensamientos retorcidos y gastados y luego decidimos qué soñamos realmente?¿Y si miramos primero dentro y luego fuera?

¿Y si recalculamos nuestros sueños después de aceptarnos y amarnos y descubrimos qué nos motiva y conmueve realmente?

¿Y si en lugar de una cima en realidad queremos quedarnos en el valle siendo lo que ya somos pero sin avergonzarnos de nosotros mismos? ¿Y si descubrimos una vez nos amamos que la cima planeada se nos quedaba corta ? ¿Y si nos quitamos de encima primero el equipaje de creencias que nos limitan y luego tal vez soñamos sin cortafuegos? ¿Y si hacemos limpieza interior y luego miramos otra vez la lista de retos a ver qué permanece y qué no en ella?

¿Por qué no empezamos por amarnos y dejamos de necesitar mirar al domingo porque no soportamos el lunes? ¿Y si dejamos de buscar excusas para vivir este momento con nosotros mismos y nos reencontramos con el espejo que nos muestra lo que realmente somos?

Soñar es maravilloso. Que sea real. Que sea verdad. Que sea la decisión de un ser que se siente cómodo consigo mismo y no se mete en una carrera para demostrar, parecer, figurar ante el mundo que vale y que merece. Que no sea un calvario para hacerse perdonar ninguna culpa inconsciente… Que si duele y nos machaca y destroza, paremos para recalcular otra ruta… Porque lo  que importa es el ser humano y nos sus resultados, ni sus objetivos, sino el viaje interior que hace cuando se los plantea… No es hasta donde llegas sino lo entero que estás mientras lo haces.

¿Y si nuestros sueños son la consecuencia de amarnos y aceptarnos y no una prueba más para ver si otros nos aceptan y respetan?

 

Gracias por leerme… Escribo sobre lo que siento o he sentido y el camino que he hecho hasta llegar aquí (aunque todavía estoy a medio camino de algún lugar). En este camino he aprendido poco a poco a aceptarme y amarme (aún me falta mucho, soy consciente).

 

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En él cuento como usar toda tu fuerza para salir adelante y amarte como mereces y dar un cambio a tu vida… Ese cambio con el que sueñas hace tiempo y no llega.

 

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Gracias tristeza


FORTO PORTADA FACEBBOK

Foto : Mercè Roura

Podría decir que cumplo absolutamente todo lo que predico, pero mentiría… Aunque lo intento siempre, pero a menudo es complicado y no supero la prueba que pone la vida ante mí. Esa mirada que lanzamos al interior no siempre es tan compasiva como merecemos y tampoco no siempre decidimos aceptar nuestros errores y salimos a la calle buscando culpables y siempre los encontramos. Aunque en realidad sabemos que no son reales…

Yo lo he hecho también… A pesar de que hace un siglo desterré de mi vida la palabra culpa y la substituí por otra que me parece maravillosa, responsabilidad… Sin embargo, lo admito, a veces me dejo llevar por la angustia y por esa sensación tan mía de injusticia y desasosiego y culpo. Dura unos minutos mi gran tragedia, primero culpo al mundo y luego a mí. Todo lo que he estudiado, leído y aprendido a base de errores y de toparme contra mis muros no me priva de caer, pero sí me priva de estarme en el suelo más tiempo del necesario como para darme cuenta de que mi lugar es otro y de que levantarme o no depende de mí. En la vida cuando vas aprendiendo no dejas de equivocarte, por fortuna, en realidad, sólo dejas de atrincherarte en el error. Cuánto más viajas hacia ti mismo, menos dependes del orgullo y de la necesidad de tener siempre la  razón y más de la compasión y la paz.

Me dejo llevar por las emociones, benditas sean todas, las que nos hunden en el lodo y las que nos dan ánimos para salir de él. La tristeza me llevó a comprender y a amar tanto la risa que me enganché a la vida… Gracias a la rabia he escrito libros y me he abierto en palabras… Gracias a la ira me he levantado mil veces… Todas ellas son magia pura, sólo es necesario comprender qué nos dicen de nosotros, por qué están ahí, qué significan, qué nos impiden, qué enmascaran, qué miedo ocultan… Y una vez descubierto, dar gracias y soltar.

Gracias tristeza porque me has dado la alegría de reconocerme y aceptarme. Porque tus espinas, me han ayudado a descubrir mis alas…

Gracias miedo porque me indicaste hacia dónde ir y qué asumir.

Gracias ira porque sin ti no hubiera encontrado mi coherencia y la energía necesaria para ejercer de mí.

No siempre cumplo mis normas y no es necesario. Tengo derecho a equivocarme y poner en tela de juicio todo lo que hasta ahora creo que me define… No siempre hago lo que digo que debería, pero eso también me hace falta para volver a caer una vez más y saber que me puedo permitir unos errores que son un material muy valioso para seguir.

No siempre soy coherente, pero me bastan cinco minutos de incoherencia para recordar quién soy. No siempre acierto, pero sin mis desatinos nunca hubiera encontrado el camino.  Y si no me doy cuenta, la vida que es sabia y maravillosa, además de una madre siempre oportuna y  siempre me pone delante algo con qué topar o alguien a quién culpar por mi dolor hasta descubrir que es mi reflejo. Benditos los muros con los que topamos porque sin las heridas que nos hacemos intentando derribarlos jamás aprenderíamos que nunca caerán, porque están ahí para saltarlos y rodearlos… Benditos los recuerdos que nos machacan la memoria y nos llenan de resentimiento porque a base de tanto volver a ellos y sufrir nos daremos cuenta de que merecemos mirar adelante y vivir este momento.

Bienvenida la ola que se lleva el tenderete de orgullo que tenemos montado porque también arrastra el miedo a la propia desnudez, al rechazo y al tener siempre que parecer algo que no somos.

A menudo, me asalta un miedo atroz a no poder seguir pero luego recuerdo que hace tiempo me quité la máscara de persona que nunca fracasa y me veo obligada a continuar…

A menudo agarro de nuevo la culpa, toda entera, la mía y la de toda la humanidad y me la cuelgo de cuello o me la cargo en la espalda o la meto en un carro y empiezo a empujar… Gracias culpa porque el arrastrarte cinco minutos me recuerda siempre que hace tiempo que me decanté por la responsabilidad de ser yo misma y te dejé marchar…

Gracias incertidumbre porque sin tu angustia y mi desespero nunca habría sido capaz de encontrar mi camino…

Abrazar la coherencia supone asumir un precio muy alto con uno mismo, un compromiso gigante, pero el premio es inmenso.

 

Gracias por leerme. Si quieres saber más de mí, te invito a entrar en mi web y conocer lo que hago. Acompaño a personas y organizaciones a desarrollar todo su potencial a través del coaching, el mentoring y la Inteligencia Emocional. 

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Algunos errores son necesarios


Nos asusta equivocarnos y, sin embargo, es casi tan necesario respirar. Sin error no hay evolución, no hay madurez ni crecimiento. Sin fracaso, no hay victoria. Cada vez que nos equivocamos, abrimos un nuevo camino hacia otro lugar donde nos espera algo bueno, un aprendizaje que necesitábamos. Si sabemos sacar lo mágico, lo maravilloso, lo bueno de cada error, nos daremos cuenta de que salimos ganando y nos acercamos a nuestros retos, a nuestros sueños. Lo que cuenta es actuar. Decidir. Renunciar. Arriesgar. Equivocarse es maravilloso…