merceroura

la rebelión de las palabras


12 comentarios

Tantos besos…


beso

Hay besos de cielo, de esos soñados y esperados… Esos besos que empiezan a sentirse antes de que los labios se rocen y sepas qué pasa por tu cabeza. Besos de fuego, intensos y apresurados. Besos de piraña, esos que besos que causan al final más dolor que placer,  más placer que sentimiento. Besos de verano fugaces, besos desesperados de invierno. Besos de arena que se escurren entre tus labios, besos de sal y de media tarde en la playa. Besos esponjosos y besos sumamente arriesgados. 

Hay besos para olvidar y para recordar. Besos que se borran en alguno de los pliegues de tu tiempo y caen un día de tu memoria como los pétalos prensados entre las páginas de los libros viejos. Besos de terciopelo rojo y suave. Besos sabrosos y besos insípidos. Hay besos de esquina poco transitada y besos anónimos entre multitudes. Besos perfumados de menta y de flores frescas de campo. 

Algunos besos son de risa, otros de pena… Hay besos que se te quedan prendidos y jamás te dejan. Esos que querrías repetir a todo costa, pero sabes que es imposible porque ya nunca sentirás lo mismo otra vez. Hay besos de pantera y de rana. De príncipe azul trasnochado y de caballero de armadura abollada y vaso de gin tonic. Hay besos de luna, ásperos y fríos pero estimulantes. Besos de amigo, de roca, de pez, de viento que sopla y te arrastra aunque no lo desees y se ríe en tu cara. Besos de última vez y de primera, de peldaño de escalera y columpio en el parque…

Hay besos de un país lejano donde el cielo nunca es gris y se habla un idioma extraño. Besos de repente, sin pensar, sin esperar, rápidos y casi volátiles. Besos de camino largo, de aburrimiento, de broma y de efervescencia máxima.

Hay besos de adiós, de remordimiento, de “no tengo ganas pero vale» de “no te acuerdas nunca de mí” y de “no me has llamado desde hace días”. Besos compactos y besos con alma. Besos con chispa, con prisa… Con mordisco y con calma.

Hay besos de tarde-noche de domingo de invierno melancólicos y acongojados. De “a ver si así me dejas tranquila” o de “ya tenía muchas ganas”. De pasión, dulces y salados, de hielo, fríos y contundentes, de tormenta y atormentados. Suaves, etéreos y deshilachados.

Hay besos que nunca llegan a ser besos, que no existen más que en nuestro pensamiento… Son besos soñados. Siempre perfectos, siempre deliciosos y nunca decepcionantes.

Hay besos de amor intensos y alocados. Besos de sentimiento puro y de cáscara rota, de abrigo verde, de botas altas, de compromiso y de mañana en el campo bajo un árbol de frondosas ramas.

Besos de barco que se aleja de la orilla, de confeti, de seda, de camisa de fuerza y de gala… De hojas secas de otoño, de escarcha y de mermelada.

Hay tantos besos como personas que besan, como sueños, como historias que se empiezan y acaban.

Tantas clases de besos como momentos de cada vida, como súplicas, como ventanas en el alma por las que el recuerdo de esos besos pasados se escapa.

Hay tantas clases de besos como montañas. Como astillas clavadas y cantos de río. Como granos de arena y gotas de lluvia.

Hay tantos besos por ahí esperando… Tantos por dar y por recibir. Tantos buscando dueño… Surcando conciencias y alentando deseos. Contando las horas y rebotando en los espejos. Meciéndose entre las ramas de los árboles y haciendo cola atados a las patas de la cama… Nos miran desde las azoteas y flotan en el aire. Esquivan nuestras mejillas esperando un mejor final y susurran a nuestros oídos palabras de aliento para dar el paso y acariciar el cielo. Son besos huérfanos que buscan morada, presos de noches frías y tardes eternas, esclavos de bocas perezosas y miedos ocultos en cada mirada. Besos cansados de vagar y esconderse en nuestros pliegues construyendo fantasías y eludiendo lágrimas.

Hay tantos besos perdidos, tantos besos encerrados… Liberémoslos… Sucumbamos. Consumamos todos esos besos por si un día se escapan y no vuelven…


23 comentarios

Todavía


pompas-de-jabon

Muta. Salta. Bucea.

Sal de la pecera y lánzate al mar. Agita las alas y cae, cae sin motor y sin freno. Deslízate por el precipicio, pon un pie en la arena y rueda por las dunas calientes… Nota como todos tus sentidos pierden el control, como dejas de saber quién eres y qué pasará por unos momentos. Aprende a sentir que no llevas las riendas o que las llevas pero las cedes al viento, para experimentar, para volar, para saber qué pasa cuando se agota este mundo en el que vives encerrado y tienes que mudarte al de tu imaginación. Recuerda que el día es noche y la noche es día. Todo es posible. Todo está por dibujar, todavía.

Piensa al revés. Vuelve a reconsiderarlo todo, esta vez sin encogerte de hombros, sin más limite que el infinito.

Recuerda que puedes cambiar a media partida, mientras escojas lo que te llena, lo que te mueve, lo que hace que cuando lo sueñas salten chispas.

La felicidad está en ese atajo que nunca tomas para ir al trabajo. Tus sueños están en esa esquina que nunca pisas justo ante la tienda en la que nunca entras porque no te gusta probar cosas nuevas. La fortuna nunca saca a pasear al perro a la misma hora, tendrás que sorprenderla. El amor de tu vida se sienta en las mesas del fondo del bar, esas a donde nunca llegas porque la rutina te frena… La rutina, nada tan cómodo como poco excitante. Nada tan absurdo como gris, mortecino, hastiante… Nada tan plácido. Te queda todo por sentir, todavía.

Mójate. Juégatelo todo por algo en lo que creas, por alguien que te haga sentir especial. Arriesga por amor, no por miedo. Rasguña tus manos, si hace falta, trepando muros y escalando montañas inexploradas. Deja que tus rodillas tengan rozaduras como las de los niños que juegan y saltan. Apura la última gota de pócima mágica. Besa al sapo. Bésale aunque estés segura de que no es un príncipe. Cambia de canción preferida. Cambia de melodía de fondo, de fondo de pantalla, de escena de película, de dimensión. Cambia de hemisferio.

Devora. Deja a medias la cena de todos los martes e improvisa un banquete. Tropieza y encuentra la aguja del pajar. Pisa esa zona oscura donde no hay red si caes, ni barandilla para sujetarse. Imagina, crea, engendra… Estimula tu cabeza, agita tu pecho… Aviva tus sesos y oblígales a ganarse las lentejas, a proporcionarte la ilusión necesaria para mover el eje de rotación de la tierra. Que tus neuronas se sacien de locuras, que te den la vuelta a la vida hasta que pierda la forma habitual y adquiera otra que te hace sonreír.

Haz el ridículo por defender lo que crees hasta extenuarte, hasta que otros se den cuenta de que lo ridículo sería no defenderlo. Hasta que tu ridiculez sea lógica y se convierta en tendencia.

Camina por la cuerda floja. Sé singular, sé distinto. Sosiega tus delirios y sigue tu intuición. Sé imprudente, a veces. Sé excesivo y luego descansa. Que la gente se ría al leer tu epitafio. Que tu cuerpo se canse de guasa y no de asco.

Tu mejor momento es este. Y te queda mucha mecha, todavía.