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la rebelión de las palabras

No es amor, es miedo

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La persona con la que compartes tu vida es un ser humano, no tu proyecto personal.

No tienes que cambiarle, ni mejorarle, ni regenerarle, ni salvarle, ni reconstruirle. Y, por más que te empeñes, no lo vas conseguir. Y si lo consigues no es real. Es transitorio y lo hace porque le presionas.

No tienes que ignorarle cuando te ignora a ver si reacciona, ni hacer que se sienta por debajo de ti porque te asusta que te lo haga él o ella cuando se dé cuenta de cómo eres, porque eso es no confiar en tu valor ni reconocer el suyo.

Tu pareja no es maleable, ni moldeable, ni tiene que responder a tus expectativas (ni tú a las suyas).

Tampoco es tu salvavidas, ni un ancla para que te sientas seguro o para que le ates a ti.

No va delante de ti ni detrás, va al lado.

No tiene que compensar todo lo que has sufrido hasta ahora, ni superar las pruebas que otros no pasaron en su día.

La persona con la que compartes tu vida es como es y cuando te embarcas con ella en una relación (sea con o sin etiquetas) lo aceptas. Si no es así, no te embarques.

Esa persona no es una inversión de futuro. No es un seguro de vida. No es un paño de lágrimas y mocos, ni un saco de golpes. No es como uno de esos «mordedores» de bebé que se enfrían en la nevera que les dan a los niños pequeños cuando les están saliendo los dientes y aliviar así el dolor y el malhumor.

Tiene sus miedos, sus frustraciones, sus sueños que no son tus sueños, sus limitaciones, sus fortalezas y sus debilidades.

No te complementa, te acompaña. Os acompañáis. Os escucháis. Os dais cariño, amor, calor. Compartís alegrías y tristezas. Camináis juntos. No tiene porque estar todo el rato a tu lado. La presencia física no siempre es presencia emocional. ¿Para qué presionar a alguien para que se quede contigo si no quiere? El amor no se fuerza, surge, se alimenta, se comparte.

Si tienes que cambiarle para aceptarle, no le amas. Por más que tenga algunas cosas que te parezcan mejorables. Tú también.

Si quieres mejorarle es que no sientes que sea la persona adecuada para ti. Y te has quedado con él o con ella porque no quieres esperar y vivir la vida mientras esa otra persona llega o no. Le has convertido en un parche y los parches se acaban despegando y cayendo… Si le miras y ves que no llega a tus expectativas… Eso le hace sentir anulado, inútil, insuficiente, rechazado. Y no significa que no comenta errores a subsanar y reconocer o que no pueda hacer cambios por su propia decisión y evolucionar, pero lo decidirá porque quiere y porque es su vida, no la tuya. De hecho, lo hará y tendréis que adaptaros el uno al otro. O no. Ya lo decidiréis.

No tiene porque comprender tus silencios y desaires, merece palabras y explicaciones. Dejarle de lado y excluirle de tu vida es una forma de rechazo. Merece saber qué quieres, qué necesitas, qué te pasa y poder decirte qué quiere y qué necesita. Merece respeto, como tú.

Y eso no significa no decir lo que no te gusta, ni dejar de poner límites, al contrario. Se trata de respeto, confianza y amor. Se trata de que la otra persona vea honestidad y sepa que la relación es auténtica. Que sepa que le dirás lo que piensas y, si hace falta, cuestionarás lo que hace pero no a él o ella. Que pueda confiar en ti.

No podemos vivir siendo examinados constantemente para saber si seguimos y llegamos a la final de un casting eterno llamado pareja, relación o como se llame el pacto que tengamos con esa persona. Las relaciones no son una criba. Damos lo mejor de nosotros desde el amor, las ganas, el respeto y la motivación de compartir. No se trata de hacer cosas para no perder a esa persona o para que el otro no se enfade y nos haga sentir culpables. Porque si no, no es amor, es chantaje emocional. Es un parche anti-soledad que nos sale demasiado caro.

No se trata de que esté con nosotros porque tiene miedo a quedarse solo. Se trata de que esté a nuestro lado porque lo elige y le elegimos.

No se trata de ser para esa persona la única opción ante el abismo para asegurarnos de que no se marcha y nos deja. Se trata de que quiera quedarse y de que tú, desde el amor y no desde la desesperación, quieras que se quede.

Esto va de dos personas que se aman y deciden libremente estar juntas.

No porque no saben a dónde ir.

No porque no tengan a nadie más.

Por eso es importante que antes de «tener a nadie» (nunca tenemos a nadie) te tengas a ti de verdad.

Si nos respetamos, nos respetarán. Porque no nos quedaremos a cualquier precio. Porque sabremos lo que valemos y merecemos. Porque pondremos límites y diremos basta… Porque, al final, somos lo que somos, con nuestras maravillosas rarezas, y nos tenemos que aceptar y estar con personas que nos aceptan. Si nos rechazan, no podemos quedarnos. Y no podemos estar con nadie a medias y dejarlo en reserva esperando que nos surja «algo mejor». Las personas no se usan.

Si hoy no eres suficiente para alguien no lo serás nunca. Y no tiene nada que ver contigo, es su problema. Eres su espejo y está proyectando en ti sus miedos y complejos. Su rechazo, aunque doloroso, no significa que no seas valioso.

Lo mismo sirve para los amigos y compañeros. Son seres humanos, no chicles para masticar hasta que no tienen sabor y luego tirar. Son personas que tienen sentimientos y angustias y no figuras que mover en la maqueta de la vida a tu antojo y conveniencia.

Las personas no se usan, ni tampoco deberían dejarse usar, se respetan. No se dejan de lado ni se humillan. Nadie merece que te arrastres y le mendigues afecto o atención.

Si te ama no necesita tenerte en vilo para notar que te posee, ni tú necesitas perseguirle para que te haga caso.

Porque si no, no es amor es MIEDO.

A veces, crees que tienes una relación de amor y, en realidad, tienes una relación de miedo. El miedo a que no te ame como tú amas, el miedo a quedarte solo si se va, el miedo a descubrir quién realmente eres a través de los ojos de esa persona.

Gracias por leerme. Espero que lo que escribo te sea útil.

Te invito a leer mis palabras en formato libro, en este caso con mis poemas..

Las palabras van a curar nuestras heridas porque nos ayudarán a decir en voz alta lo que nos duele y poner nombre a nuestros miedos… Este es mi primer libro de poemas, en ellos hablo de la vida y de traspasar miedos.

Es un compendio de palabras que hablan de sacarse las espinas clavadas y decir en voz alta aquello que a menudo callamos…

Una mirada bárbara a esa vida que vivimos y no nos satisface mientras esperamos una vida mejor que nunca llega porque no hacemos nada para que eso suceda.

Habla de amor y de desamor. De amar tanto que a veces te quedas solo amando y descubres que nadie está a tu lado en ese amor y, gracias a ello, acabas encontrándote a ti mismo. De desear tanto que das la vuelta a la esquina y te das cuenta de que el deseo te llevó a atravesar tus miedos más rotundos y encontrarte de verdad.

Son poemas irreverentes, imprudentes y sinceros que esperan hacernos reflexionar sobre si la vida que habitamos es la vida que merecemos y, si la respuesta es no, hacer que nos levantemos del sofá.

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Autor: merce roura

Amo la imprudencia de mis palabras...

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