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la rebelión de las palabras


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Tu lugar


Piensas que eres preso del mundo, pero en realidad tú eres el mundo. Tú has dado forma al mundo que ves con tus pensamientos. Con la forma en que te miras y el valor que te das…
No piensan en ti, piensas que piensan. Te piensas tú.
No te critican, crees que te critican…. Te criticas tú… Y si lo hacen no te critican a ti sino a ellos mismos porque también cuando miran al mundo también son el mundo.
Vamos dibujando el camino a medida que damos pasos y tomamos decisiones.
Decidimos cómo ver cada situación a partir de las creencias las experiencias que arrastramos desde que éramos niños. Si no las revisamos, siempre lo veremos todo igual.

Si no curamos nuestras heridas, viviremos heridos… Si no cerramos el pasado, seremos siempre sus víctimas. Tendremos cuarenta años y seguiremos siendo esa niña rechazada que se siente incómoda y desencajada siempre, vaya a donde vaya… Seremos el niño abandonado al que todos abandonan una y otra vez.
Nuestra mente es tan poderosa que tiene de puentes, pero también bien dibuja muros
Nuestros pensamientos nos llevan a sentir y nuestras emociones nos mantienen atados si no aprendemos a liberarnos. Sin embargo, no es huyendo que nos liberamos de ellas. No es negándolas, ni escondiéndolas, sino sintiéndolas y observándolas.
Todo aquello que eludimos sentir nos esclaviza porque nos mantiene pendientes de evitarlo.
Nadie nos señala con el dedo… Somos nosotros quienes nos señalamos y usamos al mundo para hacerlo.
Proyectamos en esas personas la culpa que sentimos por sentirnos insignificantes y diminutos, por creer que no estamos a la altura… En realidad ese mundo que vemos, tan maravilloso y detestable al mismo tiempo, no es más que un reflejo de nuestros miedos y culpas almacenadas.
Todo. Absolutamente todo lo que está allá afuera tiene como objetivo mostrarte un camino interior.
Es como un tablero externo que reproduce milimétricamente y exactamente el tablero de tu vida que llevas dentro. En él puedes ver el espacio que ocupas y los pasos que das…
Basta con observar el lugar que te has dado a ti mismo, el lugar que ocupas en ese tablero del mundo para descubrir el lugar que ocupas en tu vida y cómo te ves a ti mismo… Porque ese es el lugar que te diste tú. Observándolo puedes descubrir si te estás amando o te estás odiando. Si te premias o te castigas. Se te ignoras. Si te pasas la vida pendiente de los demás o si te escuchas y haces caso…


Mira el tablero de tu vida. ¿Con qué ficha juegas?

¿Estás en un rincón o en el centro? ¿Compartes u espacio o estás aislado? ¿Persigues o acompañas? ¿Los demás te valoran o te usan?

A veces, es sorprendente cuánto podemos dar y compartir con otros y, al observar el tablero, descubrimos que no estamos en su primera fila, que nos tienen en escondidos, en la reserva… No quién más hace está en el centro, a veces al contrario… ¿Los demás te dan la espalda o te miran frente a frente? ¿Estás arrastrándote? ¿Estás recogiendo las migajas que otros te dejan? ¿Estás siguiendo un camino trazado o no sabes a dónde vas? ¿Estás disfrutando del camino?

¿Mientras buscas y sigues tus metas te dejas sorprender por la vida o llevas un rumbo fijo? ¿Cuántas personas más hay en tu tablero? ¿Estás solo? ¿Estás tan rodeado de personas que apenas puedes escucharte y respirar…?

¿Estás en la casilla en la que quieres estar o la ocupas porque es la que crees que debes ocupar?

¿Te gustaría estar en otro sitio y no te atreves por el qué dirán? ¿Porque crees que no lo mereces o porque te asusta dejar la casilla en la que estás y no poder volver nunca? ¿Quieres más pero te da miedo perder tu comodidad?

¿Te ves en esa casilla toda la vida? ¿Por qué no avanzas? ¿Qué te asusta dejar atrás?

¿Has estado alguna vez haciendo algo o compartiendo un momento con alguien y has pensado… «aquí es donde realmente quiero estar»?
No es el mundo… Eres tú quien tiene que darte tu lugar. Si no lo estás ocupando, es porque todavía no te lo has permitido.

Gracias por leerme. Espero que lo que escribo te sea útil.

Te invito a leer mis palabras en formato libro, en este caso con mis poemas..

Las palabras van a curar nuestras heridas porque nos ayudarán a decir en voz alta lo que nos duele y poner nombre a nuestros miedos… Este es mi primer libro de poemas, en ellos hablo de la vida y de traspasar miedos.

Es un compendio de palabras que hablan de sacarse las espinas clavadas y decir en voz alta aquello que a menudo callamos…

Una mirada bárbara a esa vida que vivimos y no nos satisface mientras esperamos una vida mejor que nunca llega porque no hacemos nada para que eso suceda.

Habla de amor y de desamor. De amar tanto que a veces te quedas solo amando y descubres que nadie está a tu lado en ese amor y, gracias a ello, acabas encontrándote a ti mismo. De desear tanto que das la vuelta a la esquina y te das cuenta de que el deseo te llevó a atravesar tus miedos más rotundos y encontrarte de verdad.

Son poemas irreverentes, imprudentes y sinceros que esperan hacernos reflexionar sobre si la vida que habitamos es la vida que merecemos y, si la respuesta es no, hacer que nos levantemos del sofá.

Puedes comprar aquí «Algunos Poemas bárbaros»

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A un pensamiento de ti


Hay un momento en el que ya te da igual lo que piensen.

Un momento en el que eso que te asustaba mostrar ante otros pasa a formar parte de ti, de tu forma de vivir, de la esencia que compartes con las personas a las que amas… E incluso te provoca cierto morbo que se note y ver las caras de rabia, de rigidez, de espanto y sentir como generas un pequeño escándalo siendo sencillamente tú.

Llega un momento en que te desnudas ante el mundo y muestras tu miedo, tu dolor, tu rabia, tu tristeza y dejas de avergonzarte de ti mismo. Y eso que antes ocultabas y te hacía sentir ridículo ahora es motivo de orgullo y respeto. Lo que te llevaba a esconderte en la última fila, ahora te hace brillar.

Llega un día en que no sigues los pasos de nadie, ni tampoco te obsesionas por no hacerlo. Que no bajas la cabeza ante otros pero tampoco necesitas ya llevarles la contraria ni ser rebelde porque no te hace falta demostrar ni reivindicar. Eres tú y te sientes bien contigo y no sientes que haga falta explicarse ni excusarse.

Y dejas esa carga pesada de hacerlo todo perfecto y de arrastrar un fardo gigante y descomunal, un fardo ajeno, que nadie nunca quiere ni se presta a llevar contigo y que tú sujetas porque sientes que es tu responsabilidad. Sueltas lo correcto para quedarte con lo que te hace vibrar…

No necesitas que te acepten, ni que valoren, ni que te comprendan…. Aunque te gusta que lo hagan, claro que sí.

Y dejas de poner energía en impresionar a esas personas que deseas que te vean y nunca te ven por más que hagas… Y pasas de largo de esas personas que quieren darte órdenes y decirte cómo vivir la vida, que te chantajean haciéndose la víctima ante ti para que sientas culpa y así poder manipular tu voluntad y modelar tu vida… Las personas que quieren imponerse en tu agenda y ocupar todas tus horas con sus lamentos… Porque te das cuenta de que el precio que pagas a veces para no estar solo es justamente la soledad más rotunda, la de la persona que «se vende» y se modifica ante otros para ser aceptado y encajar.

No hay nadie que esté más solo que la persona que te moldea ante otros y se somete para no estar sola.

No hay nadie que se sienta tan rechazado como la persona que hace todo por los demás para que no le rechacen.

No hay nadie que se ame menos que aquellas persona que espera recibirlo todo quedándose vacío.

Llega un instante en el que dejas de buscar y construyes tu fortaleza con lo que tienes, con lo que has encontrado por el camino… Y la miras y ves que no es perfecta pero es tuya.

El día en que no te callas por miedo o no cuando dices lo que piensas y sientes no es desde la rabia sino desde la coherencia.

El día en que decides no esperar más eso que esperas que pase.

El día en que haces eso que te da tanta vergüenza y que siempre has eludido.

El día en que estás dispuesto a romperte por dentro si hace falta para dejar que salga lo que ocultas.

El día en que dices que no y asumes esas miradas de desaprobación que estabas intentando evitar siempre diciendo que sí a todo.

El día en que no ves nada claro y la incertidumbre te muerde las uñas, pero tú eliges confiar en tu y tu capacidad para salir adelante, llegar a donde sueñas o, al menos, poner las ganas y disfrutar el camino.

El día en que no necesitas que te elijan porque tú ya te has elegido.

El día en que sabes que lo consigas o no, no importa, porque sabes que mereces lo mejor y llegará de una forma u otra.

Ese día está a un pensamiento de ti.

Gracias por leerme. Espero que lo que escribo te sea útil.

Escribo sobre hacer cambios en tu vida para poder transformarla si realmente estás harto y cansado de repetir siempre las mismas experiencias y vivir en bucleSi te interesa, te invito a leer mi libro, si realmente quieres hacer un cambio en tu vida.

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Por qué no te atreves…


No hay noche más oscura que la de tus pensamientos.

Se repiten. Se enzarzan en ellos mismos y dan vueltas. Se arremolinan. Vuelven y van. Van y vuelven.

Y tú, tú eres el mismo todo el rato y no puedes más.

Te rompes y te pegas en una misma noche, esperando la mañana para respirar y mirar el día que empieza y suplicar que esos pensamientos tristes, lúgubres, gastados y pestilentes cesen. Esperando encontrar algo que te haga dormir o quedar inerte, algo que calme tu ansia y tu mente. Esperando algo que te distraiga de ti mismo, aunque sea absurdo y apenas te interese. Algo que te ayude a olvidar que por más vueltas que le das no ves la salida. Algo para vivir fuera de ti y evitar tu vida.

Caminas. Caminar te calma porque parece que puedes dejar tras de ti ese reguero de pensamientos asustados e inútiles. Ninguno te sirve porque si fueran útiles, alguna de estas noches, ya te hubieran dado la respuesta que deseas, la solución que buscas. Pensar así es como remover la basura. Como creer que entre los deshechos de ayer, que son los mismos de siempre, vas encontrar algo valioso. No lo hay. No está. Es lo de siempre. Más miedo. Más culpa. Más ideas en bucle que no te llevan a ningún lugar. Siempre al borde del precipicio, fingiendo que no lo ves, que no te importa, que no te duele y deseando saltar al abismo. Deseando atreverte a cruzar esa puerta que lleva a lo incierto y que, después de tanto pensar y sentir ese dolor contenido, empieza a parecer más apetecible que seguir dando vueltas a la basura. Porque, en el fondo, ya lo sabes… Aquello que no te atreves a hacer es justamente lo más necesitas. Decir no, cambiar de rumbo, seguir un camino distinto, atreverte a decir en voz alta aquello que callas…

Porque piensas, pero te contienes. Porque piensas, pero no sientes. Y esas emociones contenidas estallan en ti. Cuando tu cuerpo empieza a notar el dolor de esos pensamientos, de ese miedo pendiente, lo frenas, lo rechazas, lo cortas en seco. Y al no permitirte nadar en tu miedo, no eres capaz de descubrir que flotas. Al no escuchar tu voz, no puedes darte cuenta de qué necesitas. Remueves la basura pero no la observas. Das vueltas a esos pensamientos pero no los miras, no ves de dónde vienen, ni qué dicen de ti y de tus creencias.

No te permites llorar tu pena. No te permites enfadarte, ni sentir tu rabia. No quieres reconocer que cargas una culpa. Y sin hacer eso, no podrás asumir tu tristeza y soltarla. Ni perdonarte, ni perdonar. Ni asumir tu responsabilidad. No podrás dejar de pensar lo que piensas y ver la luz al final del túnel. Si no te permites sentir lo que sientes, no podrás dar un paso más y estar en paz. Mientras no sientes, vives anestesiado intentando evitar sentir tu dolor, no puedes soltarlo ni atravesar tus miedos… Y no puedes saltar ni cruzar la puerta… No puedes dar ese paso que dudas en dar y que, salga bien o salga mal, te va a traer la calma… Porque en realidad sabes que lo quieres dar, que lo necesitas, que es tu camino. Porque no hay miedo más atroz que el de no vivir lo pendiente… No hay nada peor que estar a medias en ese limbo en el que no te permites la vida que deseas por temor a perder la vida que tienes, aunque te deja vacío.

Te resistes porque te da miedo sentir.

Te resistes porque te da miedo vivir lo que deseas porque tal vez no crees merecerlo.

Te resistes porque te da miedo notar tu miedo y descubrir que no puedes evitarlo pero ¿Sabes qué? más allá del miedo está la vida.

Más allá de tus pensamientos estás tú.

Más allá de esa puerta que no te atreves a cruzar está la verdad que no quieres escuchar y que va a liberarte.

La felicidad no es lo que está al otro lado de la puerta que no te atreves a cruzar, es aquello en lo que te conviertes cuando tomas la decisión de hacerlo.

Eres tú sin resistencias. Tú sin dejarte enredar en pensamientos absurdos ni remover la basura. Tú siendo tú sin culpas ni juicios.

Tu certeza absoluta en ti mismo. Tú.

Si no te atreves, no es porque te dé miedo fracasar, es porque te asusta que salga bien y no te sientas a altura de las circunstancias .

Porque te aterra que ya no haya excusas para seguir renunciando a lo que amas y te toque vivir la vida que deseas.

Porque la felicidad asusta mucho…

Gracias infinitas por leerme.

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En él cuento como usar toda tu fuerza para salir adelante y amarte como mereces y dar un cambio a tu vida… Ese cambio con el que sueñas hace tiempo y no llega.

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