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la rebelión de las palabras

Cuando la vida duele

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A veces cuesta seguir adelante cuando la vida duele.

Se hace difícil levantarse y ponerse en marcha. Andar el camino de siempre y encontrar las mismas caras. Decir lo mismo de otra vez, sabiendo que recibirás la misma respuesta. Tomar el mismo café. Reírse de las mismas bromas y saludar a las mismas personas. Todo es lo mismo, pero nada es igual en realidad porque tú no estás contigo, porque no tienes ganas de estar. No te notas. No te sientes. Estás embargado por un dolor intenso que no te deja recordar quién eres ni qué necesitas, porque todo lo que crees necesitar es que esa angustia pare y la vida dé la vuelta.

La vida duele porque no hemos aprendido a dejar de hacernos daño a nosotros mismos y esperamos que otros nos salven de ese dolor. Porque todavía necesitamos que nos miren, que nos consideren, que nos digan lo que deseamos oír y nos recuerden quiénes somos a la espera de tener el valor de descubrirlo nosotros mismos.

La vida duele porque dejamos en manos de otros reconocer nuestro valor y ellos están tan perdidos como nosotros. Buscamos culpables cuando no los hay, solo hay miedos. Solo hay personas rotas que buscan a otras personas que les remienden y les hagan sentir enteros pero nunca lo consiguen… Porque lo que realmente necesitan es abrazarse a ellas mismas. Porque todos buscamos parches para tapar esa fuga de vida en nosotros cuando lo que tenemos que hacer es decidir soltar todo lo que no nos hace felices y nos rompe, cuando lo que realmente necesitamos es arriesgarnos a vivir y sentir. Cuando lo que la vida nos pide es que soltemos la vida que no es vida…

Justo en ese momento, cuando miras al mundo y el asco de no ver en él lo que deseas y suplicas, es un buen momento para darte cuenta de que lo que está ahí no es la verdadera causa de tu dolor. Ese mundo espantoso, a veces cruel y otras dulce, es el mismo que hace un año, cuando tú lo mirabas con los ojos llenos de esperanza. Sigue siendo absurdo y maravilloso. Repleto de personas perdidas y asustadas, de personas fascinantes y llenas de vida, de personas a las que amas y quieres abrazar aunque no puedas, pero quien no es el mismo eres tú. Porque estás roto y buscas tu pegamento ahí afuera cuando la única forma de remendar tus heridas es repararte tú.

Porque no has aprendido a mirarte y, en consecuencia, no puedes mirar al mundo sin rencor. Porque te resistes a vivir este dolor y ese miedo a la espera de poder cambiar lo que pasa para que la angustia pase. Porque has decidido no mirar lo que te rompe y, al mismo tiempo, has descubierto que no dejará de romperte hasta que lo mires. Y huyes y te escondes y prefieres pensar que no estás sucediendo, pero sabes que eso que no quieres afrontar ahora, te espera luego… Y también sabes que si lo postergas demasiado será más difícil cada vez.

Y piensas «tengo que seguir adelante» como si no pasara nada, pero sigue pasando.Todo lo que finges que no pasa, sigue pasando con más intensidad para que tengas que dejar de eludirlo. Hasta que paras y respiras muy hondo y decides mirar lo que pasa y sentir lo que la vida te pide que sientas. Y, ostras, es una M inmensa, gigante, exasperante… Mirar tu dolor y hacerte cargo de él siempre es una experiencia insoportable. Puedes detenerte y no hacer nada más o seguir caminando y respirarlo mientras te mueves, pero no puedes descuidarlo si quieres liberarte… Porque aquello de lo que huyes va a liberarte, en realidad. Lo descubrirás cuando dejes de huir de ello y lo afrontes. Cuando lo mires a la cara sabrás que era inevitable y que has perdido un tiempo precioso esquivándolo porque, con afrontarlo, ya estaba solucionado, se desvanecía, perdía fuerza.

Cuando la vida duele hay que escuchar a la vida, a ver qué te dice y sentir lo que te propone. A veces, solo con eso ya basta. No hace falta hacer nada más. Prestarse a sentir, a reconocer, a observar. La vida hace el resto… La vida te pide que te dejes llevar y hagas lo que sientes.

La vida duele porque esperas de la vida algo que la vida no puede darte y necesitas dártelo tú.

Eso es lo que realmente te pide, que te permitas sentir lo que ahora tienes que sentir. Que hagas lo que debes hacer para ti y no para cumplir con nada ni demostrar nada…

Gracias por leerme. Espero que lo que escribo te sea útil.

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Autor: merce roura

Amo la imprudencia de mis palabras...

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