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la rebelión de las palabras

Buenos profesionales, grandes personas

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Estamos tan preocupados porque nuestros hijos lo sepan todo para hacer que su futuro sea mejor en un mundo competitivo que, a menudo, olvidamos que también deben ser personas.

En la escuela, los profesores dan el máximo, a pesar de que cada vez tienen menos recursos y la dedicación se les presupone. Están sometidos, a menudo, a una vorágine de asignaturas y temarios, sin tiempo para darse cuenta casi de que cada niño o niña es un mundo y que no todos tienen el mismo ritmo, cosa que nos les hace ni mejores ni peores.

No se puede educar a la carta, cierto, pero con más recursos, se podrían detectar problemas y diseñar soluciones. Tener tiempo para planificar nuevas estrategias. Pensar si estamos apostando por todo lo que les hace falta. Dedicar un rato a educar a los pequeños en la autoestima, en la gestión de las emociones, en evitar conflictos…

Y poder transmitirlo a los padres, para que en casa refuercen ese mensaje y eduquen en el mismo sentido. Le pasan tantas cosas a un niño que podrían detectarse con unos minutos más, con más profesionales en los centros, con más horas, con un replanteamiento general de lo que es educar.

Estamos obsesionados con las horas de inglés que hacen nuestros hijos en la escuela, con razón, el nivel con el que salen deja mucho que desear, cierto. Aunque deberíamos darnos cuenta de que como sociedad no podemos educarles para que sean uniformes, debemos despertar su creatividad, su talento, su diferencia. Debemos ayudarles a despertar lo que les mueve, lo que les hace distintos unos a otros, lo que aman y lo que desearán hacer gran parte de su vida. Entusiasmarles para que aprendan a entusiasmarse, para que sean curiosos y busquen respuestas, para que se hagan preguntas sobre la vida y sobre ellos mismos.

Porque el inglés y cualquier tipo de conocimiento académico es importante, pero en un mundo competitivo, lo marcará la diferencia es su empatía. Su capacidad por ponerse en el lugar de otro al trabajar y en la vida, como no. Lo que hará que tengan éxito es que gestionen sus emociones y que aprendan de sus fracasos. Que crezcan a cada golpe… Que se comuniquen con los demás de forma adecuada y con respeto. Que en un momento determinado, a cinco minutos de que pase algo importante, sepan asumir el reto de decidir si o no, blanco o negro, apretar el botón rojo o el azul… Y aguantar esa presión y las consecuencias de sus actos. Trabajar en equipo, liderar, sumar… Que su calidad como ser humano sea aún mejor que su calidad académica, que admitan sus errores y aprendan de ellos. Eso es lo que les dará un futuro…

Debemos ayudarles a enfrentarse a sus miedos. Supongo que muchas personas ya adultas deben pensar que ellos lo hicieron solos y tienen razón. Hay quién pasó una guerra y nunca flaquearon sus valores ni convicciones a pesar de momentos durísimos… Sin embargo, todo está cambiando. Hemos dejado que a nuestros hijos les eduque la Play Station y  Bob Esponja. Les hemos enchufado mil actividades y casi no pueden respirar. Pasamos poco rato con ellos y cuando estamos con ellos, el cansancio nos vence y cedemos. Y a cada cesión les vamos colocando una losa encima que les alejará de la felicidad, del aprendizaje que necesitan a través de la frustración y la superación. Cada vez que buscamos el camino fácil, les complicamos la vida…

Les acabamos premiando por hacer lo básico, por lo mínimo. Aquello por lo que nosotros ni siquiera rechistábamos. Lo que se presupone nadie debería cuestionar. Les educamos para vivir sin esfuerzo ni ánimo de superarse. Sin más metas que no sean materiales, sin enfrentarse a sus miedos por si se asustan demasiado… Nos chantajean y les chantajeamos. Nos gana la culpa ficticia por un trabajo que absorbe, nos gana la falta de horas de sueño, nos ganan sus caritas preciosas suplicando… Nos gana entender el amor como vasallaje… Porque nosotros también necesitamos aprender más sobre gestión de emociones. Nos queda mucho por aprender. Como madre me doy cuenta de que me falta mucho para estar al nivel y me preocupa.

Hoy hablaba con un profesor de primaria. Una persona dedicada a sus alumnos, un hombre inteligente con vocación. En esto, tengo suerte, como madre he topado con buenos y buenas docentes que se preocupan por sus alumnos, personas que ponen empeño en hacerlo lo mejor posible a pesar de que cada año que pasa lo hacen con menos… Él me decía que los niños necesitan la misma dosis de amor que de buenos hábitos y disciplina, porque de nosotros depende cómo serán cuando sean adultos. Y me recordaba algo que olvidamos a menudo, que para ser buen profesional, hay que ser buena persona.  Que la grandeza en el trabajo se corresponde a la grandeza como ser humano… Sin embargo, nos preocupa mucho que aprendan teorías y fechas, que pasen pruebas académicas… Competimos en notas en lugar de fijarnos también en su madurez, en su forma de enfrentarse a los problemas del día a día, en hacer que sean niños pero que se conviertan algún día en adultos sanos y responsables en todos los aspectos.

Hemos olvidado, a veces, los gestos y las palabras. Nos falta charla, mirándonos a los ojos, y nos sobra whatts app. Nos faltan hábitos y nos sobran premios a cambio de que no nos «molesten» un rato cuando el cabeza nos estalla. Nos falta tiempo y nos sobran excusas.

Porque además de decirles a nuestros hijos “estudia” les debemos pedir que traten a los demás como merecen, con respeto, con la dignidad que ellos reclaman… Y sobre todo, dar ejemplo. Ser lo que les pedimos que sean. Vivir cómo les predicamos que deben vivir. Hacer que se sientan orgullosos de nosotros como nosotros nos sentimos orgullosos de ellos… No como algo que exhibir sino como alguien a quién tenemos el honor de educar… Educar para que un día no nos necesiten, pero igualmente nos valoren.

Una tarea apasionante y difícil, en un mundo donde cuando te haces mayor dejas de importar y apenas se te escucha. Donde a los ancianos se le llama viejos como si fueran trastos y, después de trabajar y contribuir toda una vida a la sociedad, se les da una pensión pírrica y se les pide que se callen y no molesten…  Cuando en realidad lo que nos pueden contar es muy valioso y necesario…

En un mundo donde los teléfonos parecen a veces más inteligentes que las personas y han empezado tomar decisiones por ellas. Y que conste que estoy a favor de que los teléfonos sean smart,  porque la tecnología y la ciencia nos ayudan a crear un mundo más fácil… Pero, por favor, sin dejar de lado lo básico, lo humano, lo digno… Sin creer que nuestro teléfono sustituye nuestra capacidad de entender a los demás y nuestra madurez… Porque si no, los teléfonos serán inteligentes y las personas cada vez más mediocres.

En una sociedad diseñada para producir sin parar, para que cada vez más te aísles y pases poco tiempo con los tuyos, para que te sientas culpable y tengas que consumir para saciar ese vacío que te crea no ser como quieres ser, no vivir como la persona en la que sueñas convertirte… Para que pongas excusas para no cambiar todo esto y sigas dando vueltas como un hámster.

Autor: merce roura

Amo la imprudencia de mis palabras...

14 pensamientos en “Buenos profesionales, grandes personas

  1. Apreciados todos lo que habéis leído este artículo (desde que descubrí el blog de Mercè Roura no me pierdo ninguno de ellos)
    pero esta vez voy a discrepar un poco:
    Si todos los profesores, por lo menos de mi Comunidad Autónoma (Illeas Balears) dieran el máximo, y su supuesta dedicación fuera cierta, no estaría en una sociedad que encabeza el mayor fracaso escolar.
    Tal vez, utilizan mal los recursos y lo justificamos como que tienen muchas asignaturas y muchos niños por aula (incluidos los colegios concertados y privados).
    Mi experiencia como madre, que ha recorrido concertados y privados, en ninguno vieron que efectivamente mi hija tenía otro ritmo (que el colegio desarrolló, porque los sometieron desde los 3 a los 10 años a un experimento pedagógico llamado Ulises,y luego los «abandonaron» a su suerte después de haber perfeccionado unas inquietudes especiales para el arte, la ciencia, la historia,etc.),
    ¿Para qué han servido los supergabinetes psicopedagógicos y de orientación?
    Siempre desde casa, en el seno de la familia, se ha valorado todo lo hecho en la escuela, educación, hábitos, charla, crecimiento personal… pero eso no era valorado por los tutores/profesores que no indagaban porqué suspendía sistemáticamente todo (sirva de ejemplo, incluido el inglés y aprobaba todos los exámenes para Cambridge y Trinity School desde los 9 años hasta obtener el First).
    ¿Es acaso el sistema educativo el que no permite a los profesores ver a los niños que no se adaptan a él y que se convierten en carne de fracaso, que también conlleva fracaso emocional, fracaso social?
    ¿No es más cierto que muchos de los profesores se aferran a la comodidad de un trabajo indefinido y posiblemente el único desarrollado hasta su jubilación? ¿Qué ese inmovilismo les hace mantenerse en un estado de sólo seguir los protocolos de actuación?
    Se que he criado a una buena persona pero académicamente hablando sólo he conseguido éxitos cuando la he enviado al extranjero, o en todas aquellas cuestiones que le he ayudado a amar y a involucrarse (la música, el arte, la historia). Espero que consiga ser una buena profesional en lo que ella elija… pero está físicamente lejos de casa…
    Hemos sufrido mucho por esa incomprensión académica, porque no encontró ni un sólo profesor ni psicólogo que haya hecho bien su trabajo… que hayan sabido enseñar… porque un buen profesor tiene que saber detectar porqué uno de sus alumnos no aprueba, que no es lo mismo que no aprenda, esa diferencia no está siendo investigada. Un niño tiene que tener disciplina, sin duda, pero no toda su actividad debe ser tratada como un adulto. Y pasan más horas en la escuela que en casa…
    Efectivamente, para ser buen profesional hay que ser buena persona, con valores, con solidaridad, con empatía.
    Todo ello se amasa en la infancia, en la adolecencia… no sólo en casa… también en la escuela, de la mano de sus profesores, porque a ellos los ven como fuente de grandes conocimientos (esto es así porque lo ha dicho mi profesor/a) y de admiración, por lo que una palabra errónea, un gesto equivocado pueden hacer mucho daño a un niño o a un joven.
    Seguiré ayudando y educando a mi hija, y apoyando sus decisiones aún cuando ya esté fuera de España.
    Es un tema que me duele.
    Mercè, gracias mil por tus reflexiones, te sigo y te recomiendo.
    Saludos cordiales.
    Maria

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    • Muchas gracias por tu aportación! sin embargo, en mi caso, he visto un poco de todo pero hay muchos docentes que dan lo máximo para paliar la falta de organización a veces en este ámbito y estoy muy agradecida. Un abrazo 🙂

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  2. Siempre se ha dicho, la educación en casa, los conocimientos en la escuela. Está claro que cada vez más nos interesa la «escuela/guardería». Los valores, la creatividad, enfrentarse a los miedos,… son tantas las cosas en las que habría que formar a los hijos. Y, además, más importantes que las horas de ingles, matemáticas o sociales!!! Muchas gracias por tu entrada Mercè

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  3. Estupendas ideas con un final demoledor…¡y muy cierto!.

    Un saludo cordial

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  4. Pingback: Buenos profesionales, grandes personas | PSICOMOTRICIDAD

  5. «Que su calidad como ser humano sea mejor que su calidad académica».. Dices..la eterna discusión de la educación: crear personalidades fuertes o profesionales eficientes… En » mi lado»siempre opinamos que es mejor personalidades.. Porqué si no existen ,al primer contratiempo, a la primera «decepción emocional fuerte,que afecte, perdemos al profesional… formar en la escuela,educar en casa..dar conocimientos en la escuela,formar en sentimientos en casa..es bueno que insistas: formaremos una sociedad mas empatica y profesional a la vez

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  6. Buena reflexión, a mi me educaron así. Mi padre siempre nos decía lo importante que seáis buenas personas y en ello estamos y como padre intento también hacerlo con mis hijos. Poco a poco y con interés en la tarea ahí andamos.
    Me ha gustado el post.
    Jesús Mari

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  7. Encantado de compartir tus ideas.Un saludo,Ramón fraile Duque.

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