merceroura

la rebelión de las palabras


1 comentario

I love you, you’re perfect… Now, change!


A veces creemos amar a una persona, pero en realidad amamos la imagen ideal que tenemos de ella… La versión de ella que nos gustaría tener a nuestro lado y que nos hiciera sentir maravillosos. Una versión que llenara todos nuestros vacíos y ayudara a olvidar lo poco que nos gustamos a nosotros mismos. Aunque, eso no es amor, es necesidad. Y caemos todos en ello alguna vez, en mayor o menor medida, por ello lo importante es darse cuenta.

No cambiamos a nadie. Las personas cambian si lo necesitan, si quieren realmente, si llegan a ese punto en que lo que viven es tan duro que les compensa intentar verlo todo de otro modo y arriesgarse a hacer aquello que hasta el momento no se atrevieron a hacer.

Para cambiar hay que aprender a pensar distinto y, en consecuencia, actuar distinto. Es decir, cambiar tus esquemas de vida, tus patrones mentales y tus hábitos en consecuencia a ello. Las personas de nuestro entorno nos ayudan a cambiar de muchas formas, a veces poniéndonoslo muy difícil y forzándonos a hacer lo que nunca pensamos que haríamos por pura necesidad y supervivencia. Aunque no cambiamos por ellas, lo hacemos porque lo que vivimos junto a ellas nos hace ver las cosas de otro modo y eso nos abre nuevas posibilidades. Es importante tener claro que nadie cambia porque otro le insista, le haga chantaje emocional o le ponga un ultimátum y, si lo hace como resultado de ello, no se tratada de un cambio real, es una máscara que se puso para ser aceptado y, algún día, se tendrá que quitar.

¿Cambiar a otros por su bien o por el nuestro? ¿Queremos que cambien para ser felices o para que nos hagan felices? ¿Cambiarles cómo? ¿Qué nos hace saber qué le conviene más realmente? Cada persona vive un proceso interno de autoconocimiento y tiene su ritmo, no el nuestro. Tiene derecho a parar, demorarse o decidir no cambiar nunca, aunque nos duela, aunque al mirarle creamos que desperdicia su tiempo o su vida, precisamente porque es suya y no nuestra. Y porque lo que para ti es una pérdida para esa persona puede ser una aprendizaje valioso.

Cuando estamos con otra persona a la que amamos y «necesitamos» que cambie, sin quererlo y sin saberlo, le estamos transmitiendo a cada instante nuestra disconformidad respecto a ella. Le estamos diciendo con nuestros gestos y nuestras miradas que no es correcto tal y como es, que hay algo en él o en ella que no aceptamos, que para que le sigamos amando tienen que ser de otro modo. Le estamos rechazando.

Que quede claro que no me refiero a tener que vivir sin que nadie se adapte al otro un poco, todos nos adaptamos cuando decidimos empezar un proyecto en común. Y tampoco se trata de asumir que la otra persona nos trate mal, no me refiero a eso, cada uno es responsable de sus acto. Aunque incluso en ese caso terrible, hay que tener claro que no va a cambiar y dejar de esperar el milagro mientras sufrimos lo que no merecemos.

Tenemos que ser honestos con nosotros mismos y con las personas a las que amamos y dejar de verlas como un proyecto, como «nuestro proyecto». Dejar de esperar que nos den aquello que creemos que necesitamos y que nosotros no somos capaces de darnos, dejar de esperar que nos completen y permitirles que sean lo que son. Amar lo que es o decidir tomar otro camino. No estar esperando, ni mendigando hasta que sean de otro modo… A que se levanten una mañana y se den cuenta de lo que no se han dado cuenta hasta la fecha y hagan un giro radical en sus vidas. No va a pasar. Y pensar lo contrario hace daño a ambos.

Cuando miramos a otra persona esperando que cambie y pidiéndole que sea de otro modo no solo le estamos reprochando lo que es, la estamos juzgando y etiquetando. Y nuestra mirada de desaprobación también, en cierta forma, le está incapacitando para hacerlo. Le dice que no pasa la prueba todavía, que no llega al listón. Le está llevando a la desconfianza, a sentirse rechazado o rechazada, a sentirse defectuoso, inadecuado, a medias, provisional. Miramos a los demás con desconcierto, frustración, reproche, con rabia, porque no son como deseamos que sean y luego nos sorprendemos de que se sientan frustrados e infelices a nuestro lado, que se alejen y se sientan mutilados emocionalmente.

Cuando ponemos etiquetas a los demás les estamos recortando, estamos construyendo una idea de ellos en nuestra mente que les limita, al menos ante nuestros ojos, y que nos impide ver toda su belleza, todo su potencial, toda su capacidad, porque nos enfocamos en aquello que nos parece erróneo y nos perdemos lo maravilloso. Y si esa persona, que podría decidir no hacer caso, muchas veces se mira a través de nuestros ojos y se deja influir. Y eso sucede en muchísimas ocasiones porque la autoestima escasea y eso hace que conviertan sin percicibirlo en esa etiqueta que les asignamos. Se valoran a través de tus palabras, de tus juicios y de tus miradas. Esa persona a la que amas se siente inútil porque le ves inútil. Se siente de diminuto porque le ves diminuto. Se siente inadecuado porque le ve es inadecuado, insuficiente, insignificante.

Aunque lo hagas sin darte cuenta, sin querer, pensando que lo haces porque le ayudas a mejorar, porque es bueno para él o para ella, porque le quieres… Como si tu criterio fuera el único a considerar y supieras mejor que esa persona lo que le conviene, cuando a duras penas a veces sabemos lo que nos conviene a nosotros mismos. Aunque en realidad lo hacemos porque tenemos miedo… Tienes miedo, admite, porque no te amas y buscas a alguien que se acomode a ti y te haga sentir a salvo. Y no hay nada de malo en querer sentirse a salvo con la persona a la que amas, siempre que sea respetando como es y aceptando su naturaleza.

Si no te gusta como es, tal vez no sea la persona con la que debes estar.

Todos cambiamos cuando estamos con otras personas, pero nunca traicionando nuestra esencia y siempre que el cambio sea voluntario y no fruto de una manipulación. Porque si lo hacemos bajo esa presión y sensación de menosprecio nunca sale bien o vivimos algo que no es real. Tal vez lo mejor es aceptar que la persona es como es y si no nos conviene su compañía alejarnos… Si estamos bien con ella y aceptamos su manera de vivir, si tiene que cambiar algo de ella misma, lo hará si es su momento y nuestra mirada de aceptación la ayudará mucho a ello. Podemos dar mucha fortaleza a otros mirándoles y viendo su lado hermoso, sus capacidades, sus puntos fuertes sin reprochar ni exigir nada…

Lo más triste de todo y lo más irónico, es que cuando miramos a otra persona, en realidad, lo que vemos es a nosotros.

Cuando miras a esa persona te ves a ti. Tu supuesta pequeñez, tu supuesta incapacidad, ese rechazo que sientes por ti mismo o ti misma que se proyecta en todas y cada una de las personas por las que te cruzas, y con las que amas todavía más.

Porque ves en él o ella aquello que hay en ti, por exceso o por defecto, lo mismo o todo lo contrario, lo que envidias o lo que aborreces, lo que te asusta, lo que todavía no has perdonado, lo que te duele.

Y le pides que cambie para que deje de ser un espejo perfecto de eso que no quieres ver en ti. Porque su presencia te araña y te recuerda lo que no quieres recordar.

Esperas que cambie el espejo para que deje de recordarte toda esa tarea pendiente dentro de ti. Independientemente de que esa persona tenga muchas cosas por aprender como tú, muchas cosas por reconocer, mucho trabajo interno pendiente como todos. Precisamente ese trabajo interno que tiene pendiente también se refleja en ti, porque él y ella también proyectan. Y eso os hace a uno y otro candidatos ideales para este experimento en el que uno intenta cambiar a otro y viceversa, mientras evita cambiar él mismo por dentro, porque le asusta demasiado, aún a sabiendas que es lo que realmente solucionaría el problema y terminaría con esta batalla de proyecciones y reproches.

La persona a la que ves ante ti y a la que amas o crees amar es la persona ideal para ser tu experimento, para hacer tu proyecto de cambio, para que sigas intentando que persona a la que amas se convierta en otra que no refleje tu dolor mientras él o ella al otro lado está haciendo exactamente lo mismo.

Cuando miramos a otra persona y no la aceptamos tal y como, le estamos pidiendo que que sea mejor mientras con todo nuestro ser le estamos diciendo que no va a conseguirlo, que nunca va a cambiar suficiente como para gustarnos y satisfacernos, que haga lo que haga siempre se quedará medias, porque lo que realmente necesitamos cambiar es a nosotros mismos. Porque lo que necesitamos de verdad es aprender a mirarnos de otro modo a nosotros y perdonarnos, dejar atrás esa culpa por no ser como pensamos que deberíamos o nos dijeron que era esperable, mirar dentro y abrazar lo que somos. Encontrar esa sombra que llevamos dentro, y que no enseñamos a nadie para que no salgan corriendo y asustados y no nos dejen solos, para abrazarla. Mientras no seamos capaces de reconocernos, de ver lo que no nos gusta en nosotros y aceptarlo, cambiar lo posible y asumir el resto, no podremos liberarnos ni liberar a otros del peso que supone ser nuestro espejo.

Mientras no cambiemos nuestra forma de pensar y pensarnos a nosotros mismos, de mirarnos y hablarnos, seguiremos viendo al mundo y a las personas a las que amamos con el mismo desprecio y exigencias con que nos miramos a nosotros mismos. No importa si es tu pareja, tu padre, tu hermana, tu hijo o tu amigo… Nos vemos en todos ellos y a todos les pedimos que cambien porque nos molesta lo que contemplamos.

Amamos a medias porque nos amamos a medias o casi nada… Porque al mirar a los ojos de nuestro compañero, vemos al monstruo que no queremos reconocer que llevamos dentro… Y que en realidad es un niño o una niña triste y asustado que está esperando ser liberado y reconocido y recibir un abrazo.

Nadie nos hace felices. Solo lo conseguimos nosotros mismos cuando somos capaces de mirar dentro y ya no nos avergonzarnos de nosotros mismos y amamos lo que somos.

Nota : I love you, you’re perfect… Now change! es el título de un musical de Joe DiPietro y Jimmy Rogers, estrenado en 1997, que trata en tono de comedia el mundo de las relaciones…

GRACIAS por leerme.

¿Quieres aprender a amarte?

¿Quieres dar un giro a tu vida?

Primero te invito a leer mi libro  “Manual de autoestima para mujeres guerreras”.

En él cuento como usar toda tu fuerza para salir adelante y amarte como mereces y dar un cambio a tu vida… Ese cambio con el que sueñas hace tiempo y no llega.

Disponible aquí 

amazon llibre merce amazon

Y a entrar en mi web y ponerte en contacto conmigo para hacer un plan y transformar tu vida en todos los aspectos. ¿Te apuntas?

www.merceroura.es 


8 comentarios

Porque te respetas a ti mismo


Una vez alguien me preguntó en un curso sobre empatía por qué tenía que respetar a los que no respetan. Y lo que se me ocurrió es responderle «porque te respetas a ti mismo».

¿De verdad estamos dispuestos a dejar de ser de esas personas que respetan a los demás por lo que ellos hagan o digan? ¿De verdad nuestro estado de ánimo y valores cambian por un mal ejemplo? Lo digo porque el que intentan ofendernos, sí digo intentan, porque el hecho de conseguirlo depende de nosotros enteramente, está intentando que modificarnos, manipularnos, malearnos para que hagamos lo que desea y nos sintamos como quiere que nos sintamos.

Diré algo más. Ni siquiera lo hace por nosotros, lo hace por él mismo. Nos pasamos la vida proyectándonos en otros. El otro día lo contaba en otro artículo y alguien me decía que le parecía asombroso, pero el que te insulta no habla de ti, habla de él. Te está usando como espejo y se ve reflejado y lo que ve le duele y eso hace que descargue su rabia contra ti.

Ya sé que no es fácil en esta sociedad que vive en visión túnel permanente y que sólo se mira el ombligo no responder al que podríamos definir como imperdonable y escandaloso estímulo del insulto fácil. Basta en entrar en redes para ver como gente que no se conoce de nada se arranca la piel a tiras tras el anonimato. Como descargan su rabia, su ira, su frustración desde perfiles a veces falsos y otras verdaderos… Basta con ir por la calle y ver cómo deambulan algunos y la poca empatía que usan, la poca solidaridad y la desgana que destilan. No merece para nada entrar en ese juego, aunque sé que no es fácil, a mí a veces me vencen las ganas de demostrar y tener la razón. Sin embargo, no es un camino, es una espiral, nunca termina… Y podemos respetar su angustia, su rabia, su dolor sin tener que reír sus gracias ni tenerlos a nuestro lado.

Hay algo que tengo claro desde hace tiempo, que no importa el problema que tengas, la solución siempre es la misma… Ámate. No es que al amarse te aparece un coche magnífico en el garaje, el empleo de ensueño o una pareja que te adora. Es que al amarte descubres que no necesitas nada eso para estar en paz contigo y que no te importa qué piensan otros. Es que al marte descubres lo mucho que te has rechazado y alejado de ti cosas hermosas y buenas porque no creías merecerlas.

Las personas que destilan odio hacia ti no te odian, se odian a ellas mismas en realidad. Sólo hace falta ver lo demacrado que queda el “odiador” y la cara lozana que sigue teniendo el odiado. Y como siempre explico cuando hago formación, es su problema, no es personal. Lo que pasa es que si te afecta (es normal, por supuesto) es porque das credibilidad a sus palabras. Y la persona sabia lo que hace entonces es parar, respirar, darse cuenta de que el que te usaba de espejo para ver su dolor es también tu espejo, y deciden usar esa información para evolucionar y aprender. Para poder dejar de estar expensas que nadie más quiera ofenderte.

Si alguien te insulta y te crees ese insulto, le estás dando cancha a él y a otros para que sigan machacándote con ello. Si decides darte cuenta de que te lo has creído porque todavía no te valoras suficiente y no te conoces y ni reconoces tus debilidades y fortalezas, das un paso adelante en tu autoestima.

Cuando te aceptas totalmente te da igual lo que piensen. No te gusta, tal vez, sólo faltaría, pero dejas de tomártelo como una ofensa personal y empiezas a ver a esa persona como lo que es realmente, alguien que pide socorro de malas maneras porque no se soporta.

¿Acaso crees que el que te grita se ama? ¿Crees que se respeta a él mismo?

Y con ello no te hablo de aguantar, nada de eso. Pon límites y si es necesario échale  de tu vida, pero usa la experiencia para reconocerte y amarte más. Para ver cuáles son tus debilidades y tus fortalezas, para dejar de necesitar que otros te den el visto bueno y te acepten.

Toma el regalo envuelto en papel de periódico sucio que es el insulto y sigue adelante.

Y mira a esa persona como alguien perdido que todavía cree que pisando a otros podrá sobresalir y parecer mejor. No entres en ese juego porque tú te respetas.

Alucinarías como cambian las personas que te rodean cuando tú cambias. Cuando decides mirarlas de otro modo y dejar de estar pendiente de si te valoran o aprecian. Cuando las miras y no ves al borde que siempre dice las cosas sin tacto sino a esa persona que siente tanto dolor y rabia que no puede todavía expressar amabilidad con sus palabras.

Ya lo sé, parece un ejercicio heroico insostenible que no sirve para nada. Parece casi una tomadura de pelo. Sin embargo, no creo que haya nada que te transforme tanto como amarte a ti mismo y la compasión es una consecuencia directa de ello. Cuando te amas, dejas de percibir al otro como una amenaza porque confías en ti y en tu capacidad. Cuando te valoras, empiezas a reconocer las fortalezas y talento en otros y no ves que te haga sombra sino la posibilidad de aprender y sumar contigo. Cuando te amas, reconoces el sufrimiento en otras personas que todavía no han dado ese gran paso hacia el amor propio y viven ese dolor sin poder compartirlo. La compasión es lo que te permite ver la niño vulnerable y no al tirano sin tener que someterte a la tiranía porque ya has aprendido que no te sometes a nada.

Eso sólo se logra desde al amor.

Esta sociedad en la que vivimos premia el grito, el insulto, el miedo. Te invita a ver la vida sólo como un marcador, un resultado, un lamento, una queja… Te dice que la vulnerabilidad es de débiles y que la compasión es para los que se conforman. Nada más lejos de la realidad. La compasión es para los fuertes. Para los que se conocen tanto a ellos mismos y confían tanto en su capacidad de amar y seguir adelante que saben que pueden permitirse parar para recalcular, para sentir, para pensar sin ataduras ni creencias, ni esquemas establecidos. Para los que se sientan al lado de una persona con un problema y ven a la persona y no al problema. La compasión es para los que se valoran tanto que pueden permitirse dar un paso atrás para tener la mano y compartir el camino porque no compiten, porque saben que ya han ganado… Porque no buscan sólo un resultado, quieren la experiencia y desean compartirla.

La compasión es para los que tienen la fortaleza de renunciar a lo viejo y lo rancio y se abren a nuevas ideas y nuevas formas de vivir que no perjidican a otros.

Para los que no mendigan cariño, ni respeto, sino que como ya lo tienen pueden compartirlo.

No caigas en provocaciones, tu paz no vende. Tu coherencia no se alquila.

¿Por qué respetar a los que no respetan? Porque te respetas, porque tus valores no dependen de lo que otros dicen o hacen… Porque te quieres lo suficiente como para seguir queriéndote digan lo que digan y deseas siempre lo mejor a los demás.

Porque vives en paz contigo mismo y necesitas hacer la guerra. A veces, es tan sencillo como tomar la decisión de cambiar de gafas y ponerse las gafas de la compasión, las gafas del que no va por la vida colgando etiquetas que luego limitan su forma de pensar y actuar. 

¿Por qué respetar al que no respeta? Porque te respetas a ti mismo.

 

GRACIAS POR LEERME E INICIAR CONMIGO ESTE CAMINO COMPLICADO PERO MARAVILLOSO… 

Si quieres continuar con este cambio, te invito a profundizar todavía más…

Manual de autoestima para mujeres guerreras

Disponible aquí 

amazon llibre merce amazon

Acompaño a personas y organizaciones a a desarrollar su #InteligenciaEmocional con formación, conferencias y #coaching

Escritora y apasionada de las #palabras

Más información sobre mí y sobre mis servicios en www.merceroura.es

 

 


1 comentario

Yo en tu lugar…


Te propongo un trato.  Tú, si quieres, me cuentas tu historia y yo me callo. No espero a que hagas pausas para hablar de mí y decirte que a mí me pasó lo mismo… No me paso el rato construyendo una respuesta ni pensando que estoy por encima de tus miedos y lamentos… Ahora no soy yo protagonista sino tú. 

Tú me hablas y yo respeto tus silencios porque sé que todos y cada uno de ellos tiene un sentido y está impregnado de la misma necesidad de comunicarte que todos tus gestos y palabras.

Tú me hablas y yo no te juzgo ni pienso que yo en tu lugar estaría menos triste, menos cansada, menos preocupada, menos enfadada, menos rota, que sería más valiente o que habría solucionado el tema hace años porque no es verdad. Porque yo en tu lugar estaría igualmente perdido y agotado, habría llegado a las mismas conclusiones y necesitaría mucha ayuda… Porque si yo fuera tú, tendría tus creencias y miedos, habría sido educado y limitado de la misma forma y ahora estaría en tu piel, sentado, esperando que alguien me escuche sin juzgar ni tener que sentir vergüenza de nada. 

Tú me hablas y yo te escucho. Te escucho con todo mi ser, no sólo con mis oídos. Te escucho con mis manos que si me permites tocan las tuyas para que además de verme cerca, me notes contigo. No voy juzgar ni etiquetar tus gestos, tus palabras, tus silencios, tus pensamientos. No voy a recortarte en mi mente y luego transmitirte ese idea recortada y limitada de ti porque ni la necesitas ni te ayuda en nada. 

Te escucho con mis brazos que se abren para recibir tus palabras…

Te escucho con mis ojos que miran los tuyos sin invadirlos, diciéndoles que me importas, que quiero saber qué sientes y que si me lo pides, buscaré alguna palabra que te conforte y que no te exija y si no la encuentro me callaré.

Te escucho con mis gestos y con el espacio que ocupa mi cuerpo en el espacio que nos separa, para que nos una, para que sepas que estoy para ti, sin prisas ni compromisos… Sin que escucharte me obligue a opinar ni decir nada que tú tengas que cumplir u obedecer. Sin liturgias ni ceremonias más allá de respirar. Sin que tengamos que solucionarnos la vida aquí y ahora… No espero nada, solo te regalo paciencia y presencia. 

Te propongo un trato. Tú me miras y yo te miro. Y puede que no tengamos que decir nada más ni necesitemos saber nada nuevo, como si toda la sabiduría del mundo estuviera contenida en una mirada… Toda la sabiduría que necesitamos para superar esta tarde quebrada por tu miedo  y tu angustia está ya en nosotros y sólo necesitamos encontrar el interruptor que nos permita abrirnos a ella.

Tú sueltas tu necesidad de gustarme y yo de ser perfecta. Tú lloras si quieres y yo honro todas y cada una de tus lágrimas. No te pido que te calmes, ni que ceses tu llanto, ni que sientas nada que ahora de ningún modo podrías sentir… No te pido que superes nada, no te exhorto a que ahora lo veas todo distinto, no te apremio para que olvides nada, no te cuento ningún cuento más triste para que sientas que tu cuento no es suficiente triste para conmoverme… No intento hacerte reír si no te sale para que fuerces tu risa y te olvides de explorar esa tristeza que aflora en ti y que es sano conocer y aceptar… Eso es empatía.

No busco palabras para ti, ni recetas mágicas, ni historias de monjes  budistas que sueltan piedras y superan miedos… Eso ya llegará otro día. No voy a negar tu dolor ni minimizar tu sufrimiento diciendo algo absurdo.

Hoy estoy aquí y respeto tu deseo gigante de no hacer nada ahora para salir de tu cueva. Tu necesidad omnipresente de seguir lamentando lo que pasa y no superarlo hoy porque estás cansada. Acepto tus quejas y tus respiraciones entrecortadas… No voy a intentar animarte, ni arrastrarte a una nueva vida. No voy a pedirte que sonrías ni que disuelvas tu dolor en un café, un pastilla o una serie absurda en la que dos se aman y no lo saben… No hace falta ahora. No hay urgencia, solo silencio y paz. 

No voy a darte normas para pasear por tu vida porque a mí ya me cuesta pasear por la mía. No voy a insistir en que debes amarte más porque si todavía no te amas es que no puedes todavía o no sabemos cómo. No voy a recomendarte que leas libros ni te apuntes a cursos que ahora no aprovecharías.

No voy a pedirte que seas otra persona porque crea que yo en tu lugar no sería como tú o actuaría de otra forma… Porque además sería mentira. Porque yo en tu lugar sería tú y sentiría el mismo dolor, el mismo miedo y vería la misma sombra. 

Estaré aquí, porque quiero, para cuando decidas tú levantarte, si quieres que te acompañe un rato.

Te propongo un trato… Vamos a compartir este momento sin expectativas. Sin límites, sin pensar a dónde nos lleva, sin buscar soluciones, sólo para que sepas que me importas. Que sepas que estoy para ti. Que sepas que cuando puedas, yo puedo contigo. 

 

GRACIAS POR LEERME E INICIAR CONMIGO ESTE CAMINO COMPLICADO PERO MARAVILLOSO… 

Si quieres continuar con este cambio, te invito a profundizar todavía más…

Manual de autoestima para mujeres guerreras

Disponible aquí 

amazon llibre merce amazon

Acompaño a personas y organizaciones a a desarrollar su #InteligenciaEmocional con formación, conferencias y #coaching

Escritora y apasionada de las #palabras

Más información sobre mí y sobre mis servicios en www.merceroura.es