No nos enseñan a gestionar nuestras emociones, ni a aprender de ellas. La sociedad en la que vivimos lleva siglos educándonos para tener miedo de todo, para que nos parezca que si arriesgamos recibiremos un castigo divino… Y el miedo, que es un mecanismo de alerta necesario, nos acaba dominando y no nos permite decidir por nosotros mismos. Nos pasamos la vida estresados y eso nos afecta a la salud y a todo nuestro día a día. Sin embargo, llega un momento en el que debemos decidir cambiar ese mecanismo y esa actitud para conseguir la vida que deseamos.
Archivo de la etiqueta: supervivencia
No escuches a los cobardes
Los últimos días algunas personas a las que quiero me han pedido que no escuchara a los cobardes. Que no permitiera que los que no se atreven me dijeran lo que debo o no hacer, que no me dejara arrastrar por los que nunca se dejan arrastrar por la vida cuando la vida les pone delante un reto, un desafío. Que escuchara mi voz, esa voz interior que se deja oír a veces y te sirve de guía para decidir sin brújula en la noche más oscura.
Es tan fácil juzgar a los locos cuando sus locuras fracasan… Hacer ese ejercicio irreal de ponerse en su lugar y decidir, cuando nuestra situación no es la misma ni estamos con ese pálpito que nos apresura a elegir una u otra opción. Qué fácil es reírse de los sueños de otros cuando no tenemos sueños ni nos arriesgamos nunca… Qué fácil apuntarse a una falsa sensatez que en realidad lo que esconde es una falta de valentía que nos deja muertos por dentro.
Y qué fácil es también quitar méritos a esos locos cuando después de lanzarse tocan sus sueños. Cuando después de una carrera de fondo, alcanzan la meta y tocan la campana y están llenos de vida. En ese momento, nuestra mente cansada y acomodada a la rutina inventa excusas y bálsamos para poder conformarnos y decirnos a nosotros mismos que en realidad esos locos saltaron con red, que lo tenían fácil, que se lo han regalado, que no merecen, que no valen, que son amigos de alguien… Excusas rancias y rupestres todas ellas para ocultar nuestro apego a la rutina, a lo fácil, a lo controlado, a lo gris… Para vivir de mirar como otros viven y alimentarse de chismes y rencores para creernos fuertes cuando en realidad somos flojos y tristes.
¿Dónde están los sensatos cuando se les busca? Los que son equilibrio, los que esperas que te ayuden a encontrar respuestas que están en ese ansiado punto medio donde no hace mucho frío, pero tampoco te quemas las puntas de los dedos… ¿Y los valientes? Esas personas que son capaces de ver los riesgos pero que buscan como franquearlos. Que a veces se lanzan. Que a menudo saltan obstáculos pero que otras veces los rodean o encuentran la forma de eliminarnos. Los que ponen valor a las cosas por lo que son capaces de ver en ellas por sí mismos sin obedecer a lo que otros ven… ¿Dónde están lo sabios cuando confundes el norte con el sur y el cielo con el suelo?
Es tan fácil mofarse del resultado cuando lo ves claro, cuando te enfrentas al marcador y sabes cómo acaba el partido… Cuando vas sobre seguro y no tienes que hacer la apuesta a ciegas. Lo duro es escoger cuando todo está oscuras. Cuando apenas palpas las formas e incluso te parece divisar a los lejos las orejas de un lobo que te escruta, medio oculto. Lo difícil es apostar por uno mismo y creerse válido, útil… Dar un paso al frente y ofrecerse voluntario para intentar llegar a una cima sin conocer del todo el camino. Poner en la balanza el miedo y la ilusión y conseguir que lo segundo gane, que valga la pena, que compense… Confiar en tus habilidades, en tu capacidad de sobrevivir y en tu talento. Decirte que sí, cuando miras al mundo y algunos giran la cara y otros te advierten de que hace frío al otro lado. Y a pesar de todo, saber que puedes, que sabes, tocar casi lo que deseas porque es tuyo, porque te lo ganas, porque te has partido en mil pedazos por acariciarlo… Porque pertenece a los que saltan, a los que dan ese paso al frente.
Confiar en tu capacidad de caminar y calcular peligros, escoger las botas que llevarás puestas y la música que va a acompañarte en esta andadura complicada… Y decidir que pase lo que pase, compensa porque tú destino eres más tú mismo que tu reto.
Escuchar tu propia voz y las voces de aquellos que te entienden. Esos que saben cómo es tu esencia y conocen tu inquietud. Que te han visto muscular emociones y contar lágrimas para que no sean pocas y se te queden dentro, para que no sean demasiadas y te inunden la cara…
La verdad es que no se puede culpar a los “cobardes” porque no estamos en sus conciencias ni habitamos sus vidas. No conocemos a lo que piensan ni podemos juzgar sus sueños, sean o no asequibles. No podemos hacer como hacen quiénes nos llaman locos porque perseguimos aventuras que a ellos, sólo con imaginarlas, les dejan exhaustos.
Nos queda saltar, aunque nos partamos el alma y descubramos que no era agua sino cieno… Que las pendientes eran muy pronunciadas y las rocas del camino eran afiladas.
Porque pase lo que pase, lo más importante es seguir tu conciencia, buscar tu camino e intentar alcanzar tu techo para superarlo… Y tras ese, otro… Una sucesión de límites superados y sueños vencidos y abrazados. Porque somos una materia que muta y se expande, que se mueve, que gravita y se define por lo que la hace vibrar… Y si no vibramos, morimos. De mil formas, en mil estados. Hay quien muere para siempre y quién muere poco a poco, en vida, amarrado a una realidad ingrata y tóxica, a una necesidad absurda, a un suelo de baldosas que parecen imantadas para controlar sus movimientos y evitar que salga del perímetro acordado… Hay quien muere soñando que sueña y quien lleva siglos muerto sin saberlo.
Hay quien muere atado a una ilusión sin mover un milímetro de su cuerpo ni de su espíritu para conseguirla… Hay quien no para nunca de moverse, pero no va a ninguna parte pero no soporta la sensación de estar quieto y no hacer nada. No escuches a los cobardes porque nunca permitirán que hagas nada que ellos no harían, por temor a que les demuestres que se puede, por envidia al pensar que ellos pueden pero no quieren…
Lo importante no es sólo perseguir tus sueños, es sobrevivir a ellos.
Burlar al destino
Hace unos días, Mónica escribió en mi blog un comentario. Unas pocas palabras que han dejado algunos arañazos en mí las últimas semanas. Me pedía que escribiera algo sobre las personas enfermas de cáncer, como ella. Yo estaba en un tren cuando lo leí y una punzada me atravesó el pecho… ¿Sabes qué pensé, Mónica? que no sabía qué decirte que no sonara tópico o pareciera vacío. Que serías tú quién podría darme lecciones de superación. Que no sabía si podría encontrar las palabras para expresar algo que te sirviera para afrontar esos momentos duros que seguro te sobrevienen cada día. No quería usar expresiones de un optimismo casi infantil (un tipo de optimismo no sólo muy necesario sino capaz de conseguir cambiar el mundo) porque podría parecer que frivolizo con un tema muy serio que afecta a muchas personas, por desgracia. Como si intentara forzar una sonrisa cuando las lágrimas brotan de tus ojos cansados y desesperados y te contara estupideces. Siempre he pensado que cuando alguien está desesperado, lo peor que otro puede decirle es «tranquilo, no pasa nada o todo irá bien» porque es una afirmación que intenta ayudar desde una perspectiva tan ignorante que parece una frivolidad. En ese momento, tal vez lo mejor es decir «aquí estoy, contigo» aunque eso sirve de poco para la solución y sea más una compañía para el trance.