Rompe el saco con toda la avaricia que puedas, con todas esas ganas que acumulas de vivir en ti. Porque de una vez por todas te has dado cuenta de que lo mereces… Que no era avaricia sino ilusión y hasta hoy no te habías permitido sentirla.
Abre el cajón donde guardas todos tus desengaños y vacíalo de una vez, aunque duela, aunque algunos recuerdos al salir te arañen la cara y sean sal en tus heridas.
Dí que no, aunque moleste.
Dí que sí, aunque parezca una locura.
Cancela todas tus citas, porque hoy has quedado contigo.
Para todos los relojes porque a partir de ahora, siempre vas a tener tiempo para ti.
Sal del círculo en el que te paseas una y otra vez dando vueltas y esperando que la vida te rescate…
Sal del armario de la resignación y apuesta fuerte por lo que deseas pero sin dejar que eso que deseas te haga esclavo.
Camina encima de las aguas de tu inconsciencia, cae si hace falta, sumérgete hasta el final para darte cuenta de que siempre has flotado, de que siempre llevaste un salvavidas, en realidad.
Apuesta por ti. Sé egoísta si eso te supone ser una prioridad en tu vida, que ya te toca. Y date cuenta, por favor, que eso no te hace amar menos ni dejar de tender la mano, al contrario, te sirve para hacerlo con más fuerza y sentido. Para amar de verdad y no con el piloto automático.
Que no pase nada si no llegas o no lo alcanzas, porque lo que importa es este acto de amor a ti mismo… Porque no eres lo que consigues, eres el entusiasmo que fabricas para dar cada paso.
Deja de escuchar a los presuntos sabios y mira lo qué hacen los gatos.
Observa los árboles como crecen altos y fuertes desde una semilla…
Deja de buscar tu destino y encuentra tu lugar en el mundo, tu misión… Y si no la ves, ahora, no te culpes, no te agobies, no te exijas, vive.
Hazte preguntas inquietantes, incómodas, pero no te obsesiones con las respuestas.
Cuando llegues a un lugar nuevo, pregunta por todos los locos, los frikis, los incomprendidos…
Aunque no entiendas qué pasa en tu vida, no te apures, no siempre hay que comprender para poder experimentar. Hay muchas cosas que no se comprenden con la cabeza, sólo con las vísceras. Las palabras muchas veces nos acotan, nos limitan, nos etiquetan… Etiquetan lo que somos y lo que sentimos, lo que vemos y lo que creemos… Si juzgas lo que eres, lo recortas… Si juzgas tu proceso de cambio, lo frenas.
Deja que la curiosidad te lleve de la mano.
Agudiza el olfato.
Doma a la bestia que hay en ti, pero hónrala siempre. Que sepa que la respetas, que la amas, que aprendes mucho de ella. Que sepa que sin la bestia, no tiene sentido el ser humano que te habita.
Sé fácil. No renuncies a ti, pero no batalles por lo absurdo, por lo que no importa… Ábrete a lo desconocido.
Deja de preguntarte por qué y baila. Sin saber cómo, sin contar pasos, sin música.
Camina, aunque no veas el camino, aunque no tengas claro que haya suelo ni cielo, aunque el miedo te cuente que no vas ninguna parte y el viento te traiga recuerdos de un pasado en el que te detuviste a llorar.
Llora. Llora cuánto necesites. Nunca acumules lágrimas ni ganas de soltar tu dolor. Que tu tristeza y tu rabia sean maravillosas y te guíen hacia ese lugar donde están asumidas y superadas… Que tus debilidades sirvan a tus fortalezas para amarte y aceptarte. Que lo que ocultas se haga tan evidente que ahora sea tu estandarte…
Ama tu sombra porque es la comadrona de tu luz.
Ama tu miedo porque te permitirá volar.
Corrige tu vuelo o tal vez deja que se tuerza a ver dónde te lleva.
No hagas más planes, siente y déjate llevar un rato. A menudo, los errores nos llevan al camino correcto.
Deja de culparte y reprocharte por lo que no has sido y conseguido porque todo fue necesario. Que no te lo cuenten, vívelo.
Haz algo ahora que cambie para siempre tu rumbo, algo que queme todas las naves y no te permita regresar a tu dolor, a tu cansancio, a tu rincón del miedo más que para aceptarlo y sacar algo bueno de él.
Quédate justo en este momento presente y deja de juzgarlo y menospreciarlo, no busques más por ahora, no lo veas como un trámite sino como un objetivo, que no sea sólo el camino sino también la meta.
La vida sólo te pide que estés presente. Que la notes, que la sientas, que la vivas. Que llegado el momento digas que sí.
Tienta la suerte y descubre que no es la suerte, eres tú.
Gracias por leerme y compartir. Si quieres saber más de este maravilloso trabajo de autoestima, te invito a leer mi libro
“Manual de autoestima para mujeres guerreras” un libro para que dejes de pelear por todo y puedas usar esa fuerza inmensa que tienes para crear tu propia vida y empieces a sentir que las cosas puede fluir.
Te invito a mi vida. Sin más pretensión que unas risas y unos ratos sin prisa ni agenda. Sin más necesidad que la de un trago largo o una charla que no se acabe nunca… Un silencio tan rotundo que nos permita mirarnos y encontrarnos la cara y las pupilas, para que nos podamos ver y tocar infinitamente… Una habitación llena de luz y de música… Una maleta vacía de agobios y de culpas… Un mapa sin destino ni más ruta que las palabras y las miradas. Sin más meta que nuestros besos.
No es para quedarse y ni para irse, es para estar mientras estás y notar mientras pasa, pase lo que pase… Un café o una vida. Sin etiquetas, ni consignas. Un momento o una eternidad contenida en una caída de párpados o un abrazo sostenido, cálido, cíclico, un suspiro desbocado, un jadeo delicioso…
Te invito a dejar pasar trenes que llevan al ruido y engullen la nada que nos rodea convirtiéndose en nada inmensa… A bailar melodías que sólo nosotros podremos escuchar. A ver como las olas mueren sin parar mientras un viento dulce nos besa la nuca y nos salpica de sal.
Te invito a vivir en mis entrañas cinco minutos o cinco vidas, para que veas que ya no oculto nada y todos mis miedos se han vuelto diminutos, asequibles, remotos, pálidos, huérfanos de esperanza… Para mecernos en la tarde más triste y bailar en la noche más oscura, si un día hace falta. Para que sepas que si me necesitas estoy y te acompaño… Para que la mesa siempre esté puesta por si viene a cenar la fantasía y la ventana abierta para que entre la brisa y se vaya la mala sombra y las miradas rancias. Te invito a ser feliz ahora sin esperar nada, sin apegarte a nada, sin hacer más planes que hasta el final de este día que se nos podría escapar mientras pensamos en un futuro irreverente que jamás será como nosotros decidamos.
Te invito a sacarnos las púas y las escamas. A repasar cicatrices y llenarlas de besos hormiga. A contar pecas y ver pasar peces muertos que nos recriminan que vamos en sentido contrario mientras tragan y lloran, mientras cuentan historias injustas y se quejan porque no saben decir no mientras no se callan. Para ver desfilar a los se alimentan de rutina y disfrazarnos de personas normales mientras por la costuras se nos escapa la risa y se nos ve el truco y la artimaña.
Te invito a construir un mundo paralelo y alzar un puente que cada día nos lleve a la realidad más absurda, para que podamos verla y conocerla y volver siempre justo antes de que nos salgan raíces… Antes de que la calabaza se nos convierta en carroza y descubramos que le dimos la vuelta al cuento. Antes de que nos convenzan de que el amor es otra cosa y acabemos presos de relaciones prefabricadas.
Te invito a sentir que existes y perderte en las cosas más diminutas, en los detalles y las mareas, en las moscas que vuelan buscando dónde posarse y los vecinos que abren sus vidas al patio de luces, hambrientos de batalla, que se miran y no se reconocen. Te invito a contar baldosas mientras me dices que te gusta mi nuevo peinado sin peinar y a bajar una parada antes para no perdernos el paisaje que ya conocemos, pero que sin ninguna duda cambia cuando nuestros ojos se pierden en él.
Te invito a una vida simple y llena de risa. A no complicarnos con dobles sentidos ni tragedias inventadas.
Te invito a no ignorar nunca más quiénes somos y perdernos en el amanecer más hermoso y compartirlo. Sólo por verlo y saber que es nuestro, que es tan nuestro que ya no volveremos a verlo igual jamás, pero no nos importa porque de tanto amarlo se nos quedó dentro.
Te invito a mi vida un rato o un siglo. No importa, son lo mismo si no se saben vivir. Se confunden si mientras estás, la cabeza te ronda por otras calles y surca otras vidas que todavía no alcanzas. Si mientras ocupas el espacio, vives un simulacro de vida con el pensamiento. Te invito a que te atrevas de decirme qué sientes y qué buscas, por si resulta que estoy en el mismo camino y te puedo dar la mano.
Te invito a mi vida sin desesperarnos ni buscarnos. Sin mirar relojes, ni poner cadenas ni condenas, ni puertas ni cerrojos, tan sólo cortinas de estrellas. Que nos quedemos si nos sentimos libres y los besos todavía son deliciosos.
Te invito a abrazos largos y despedidas cortas. A noches muy encendidas. A mañanas sin desuso y viernes sin perspectiva de fin de semana… Te invito a lunes sin rutina y conversaciones sin tregua, sin sentido, sin remordimiento, sin culpa, sin nada que ate a nada. Sin más monotonía que vernos las caras y descubrir que ya no somos los que éramos ayer, pero nos parecemos cada día más a nosotros mismos. Te invito a no dejar nunca de ser tú mientras estás conmigo y dejarme vivir en mi esencia más salvaje sin buscar razones ni porqués. Te invito a amarme porque te sale hacerlo de dentro no porque quede bien o no quieras estar solo.
Te invito a volar y caer. A renunciar a estar en todas partes y controlar a todas las bestias. A estar presente en tu vida y bailar en la mía sin arañar la pista…
A caminar por todas las esquinas sin esperar nada en ellas…
A dejar que la vida te sorprenda y a celebrar antes de la fecha porque más que nada concreto celebramos la vida…
Te invito a conocerte en mis miedos y aceptarte a través de mis miserias. A verte en mí y saber que el azar nos puso juntos porque no es azar y todas las locuras tienen sentido. Te invito a husmear en el cajón de mis sueños sin lazo y a besar mis sombras, a comprender por qué me perdí durante cien años y me reencontré vagando en un planeta sin luna, sin sol y sin sentido buscando tus ojos grandes… A vaciar mi armario de monstruos y tirar la ropa que ya no viste mi vida, ni mis ganas, ni mis rezos. Te invito a prender fuego conmigo a los recuerdos que más nos queman y a acariciar nuestras cicatrices más profundas con las palabras más dulces y la caricias más calientes.
Te invito a cantarme una nana si quieres para que me duerma. A contarme cuentos para que me quite los complejos y me afloje las costuras. Si quieres… Si no, nunca pasará nada. No habrá tempestad ni reproche, no habrá obligaciones ni jaulas… Nunca te encerraré en mí para que no te quede mas norte que mi norte y te pierdas y dejes de ser lo que amas…
Te invito a hablar en alguna lengua extraña que nos ayude a comprender que lo único que necesitamos está escrito en nuestros ojos… Para que recordemos que no hay más frontera que nuestra piel, ni más patria que esta noche.
Te invito a pasarte por mi pasado y compartir pensamientos rotos y emociones desbocadas. A reírte conmigo de mis inseguridades y compartir las tuyas… A ser tan tú que no notes que no estoy… Me invito a mí a ser tan yo que si no estás no importe, aunque cuente las horas para que vuelvas porque te deseo. Hasta que el amor no nos quepa y tengamos que dejarlo marchar, soltarlo si hace falta… Y que sepamos que es de verdad si vuelve y llama a la puerta.
Te invito a este amor sin ataduras ni consignas, sin reproches ni dependencias… Sin más meta que el propio existir y sentir… Sin más obligación que la de ser auténtico… Sin más futuro que este preciso momento.
Te invito a mí.
A esos amores libres que no amarran ni esclavizan… Los que no buscan completar nada sino compartir… Los que no son de cuento sino de una realidad distinta, que no te vuelven loco sino que te dejan ser tú…
Voy a tomarme vacaciones de mí. No sé hasta cuándo.
Lo más curioso es que cuando uno se toma vacaciones de algo, se va y yo tengo que quedarme. Salir para volver a entrar y llegar más dentro, más profundo, más en mí.
Quiero dejar del todo los pensamientos cíclicos, repetidos, gastados, los que nada aportan y sentir lo que pasa.
Dedicarme a notar sin preguntar. Ser sin esperar. Vivir por vivir sin que por un rato tenga que cumplir ninguna expectativa ni obtener un resultado concreto, ni siquiera un resultado… Ya somos un resultado, el de lo que sentimos y pensamos ayer… No quiero asumir cuotas de nada ni conquistar ninguna meta…
Lo sé, a algunos les parecerá que entonces nada tiene sentido… Sin embargo, para mí lo tiene todo. Porque la meta es ser, es estar conmigo un rato sin analizar, sin evaluar si cada paso es el camino correcto… De hecho, si el camino te hace sentir que estás bien contigo, te lleve donde te lleve, es el correcto.
Porque al final, la verdadera meta es la paz interior, la felicidad de saber que estás contigo sin reservas y te sientes entero, completo… Y eso no se consigue al conquistar una cima sino a cada minuto que pasas siendo tú, el de verdad, el que suelta lastres y deja de preocuparse por encajar y aparentar. Lo que nos construye y nos lleva a nuestros sueños es ese camino y la forma en que transitamos por él.
De nada sirve tocar un sueño si por el camino nos hemos vendido o hemos perdido la esencia porque cuando llegamos descubrimos que ya no somos reales y que no sentimos lo que pensábamos sentir… Es el precio altísimo que se paga por la incoherencia contigo mismo.
Llegar a la meta y descubrir que has conseguido lo que deseabas, pero que te has traicionado tanto para hacerlo que no puedes paladearlo porque el resultado de la experiencia no eres tú sino un sucedáneo triste y agotado de fingir.
Necesito vacaciones de mí. De mi yo absurdo que a veces olvida que estoy en esto de crecer por el puro cielo de crecer y no para llegar a nada. De mi yo triste que deja de confiar en sí mismo cuando no ve resultados. De mi yo guerrero que se hostiga y evalúa de forma constante y se pone nota y se suspende y se castiga cuando cree no dar la talla y cumplir los plazos. De mi yo controlador siempre pendiente de lo que pasa borrando con su obsesión toda la magia de lo inesperado y de lo que pasa sin avisar…
Vacaciones de medir y de pesar. De contar, de ponerse objetivos inflexibles y fustigarse cuando no se alcanzan… Vacaciones de demostrar, de forzar la máquina y perder la autenticidad porque lo quiere hacer todo en dos días cuando necesita dos meses para que sea real y fluya… Vacaciones de exigir sin medida y sufrir sin sentido…
De todo aquello que hace siglos que intento borrar de mi vida, pero que de vez en cuando vuelve a ella cuando me canso y no veo un horizonte asequible… Cuando me vence el miedo y apuesto por forzar una máquina que necesita su tiempo y que ya hace tiempo que va sin freno…
Y con ello no dejo nada, no tiro la toalla, al contrario, voy a por más. Lo sueño todo… pero sin morir en el intento.
Dejo la desesperación, la obsesión por ser mejor ahora, el deseo de vencer cada día, olvidando que estar y sentir ya es una victoria…
Dejo la necesidad, el delirio de la inmediatez, el empacho de pasado y la sobredosis de futuro…
Salgo de mí para entrar en mí del todo y notar qué debo hacer de verdad. Para escuchar qué me cuento y actuar en consecuencia. Me voy para amar y amarme sin tiempo ni medida, sin parámetros ni escalas, sin clichés ni moldes… Amar sin ver y casi sin tocar. Amar como medio y como fin.
No abandono mis metas, las honro más que nunca porque decido que lleguen a mí cuando tocan, cuando me haya convertido en la persona que las puede abrazar, cuando esté madura para apreciarlas como merecen… No me alejo de nada, me acerco a mí para besar la coherencia necesaria para poder ser, para asumir el poder que llevo dentro hasta las últimas consecuencias.
Amaré el camino porque ese amor me llevará de forma inevitable a mis sueños.
Amaré mis dudas porque sé de que ellas saldrán mis atinos y fortalezas.
Amaré tanto mis sueños que antes de tomarlos por la fuerza trabajaré para darme cuenta de que ya soy digna de ellos, de que ya son míos, pero la impaciencia me aleja de su lado.
Notaré cada miedo como si fuera el más grande de los regalos, el mapa que me llevará a mis grandes tesoros…
Abrazaré los obstáculos porque sabré que están ahí forjando a ese ser que llevo dentro y que merece lo mejor, pero a veces lo olvida y se esfuerza en parecer algo que ni siquiera le llega a la suela del zapato de todo su potencial…
Visualizaré mis logros con tanta confianza e ilusión que me convertiré en ellos, porque ya soy capaz de tocarlos, pero no me acuerdo a veces. Prestaré atención a lo que importa y no a las copias baratas que a veces nos ciegan. Me enfocaré en lo que me llena y no en lo que me vacía, en la belleza, en la bondad, en la alegría y la risa. Amaré mi libertad aunque asumirla me dé vértigo…
Y, sobre todo, recordaré que no hay meta que valga que me pierda, que me lastime, que me comprima o convierta en una versión inferior a lo que soy… Que sufrir no me acerca a lo que sueño sino que me acerca a lo que temo… Y que no vale la pena si el camino no te hace crecer y aprender.
Me tomo vacaciones de mi yo que espera y me sumerjo en mi yo que ya es, que ya asume su responsabilidad de vivir con paciencia.
Desconecto de la angustia… Me adentro en ese ser que está presente y se suelta lágrimas y prejuicios mirando con atención las pequeñas cosas que le rodean y descubre que son esas pequeñas cosas lo que busca en realidad y no los grandes méritos ni los grandes elogios…Si las grandes metas no conllevan disfrutar del proceso que nos lleva a ellas, en realidad son metas mediocres… Son metas irreales que no van con nuestra esencia.
La meta siempre somos nosotros mismos, nuestra paz interior y en realidad ya está en nosotros si somos capaces de amarnos y aceptarnos. Si lo que soñamos nos altera hasta perder el sentido, en realidad, nos alejamos de ello.
Me tomo vacaciones de juzgar, de anticipar, de comprobar compulsivamente si rinde, si da, si funciona… Dejo de preocuparme y me ocupo de ser, de aportar, de dar sin esperar recibir más que lo que llega, sabiendo que siempre recogemos lo que sembramos y vivimos lo que hemos imaginado que íbamos a vivir.
Suelto mi necesidad de pelear y defender, puesto que no necesito defensa ni tengo que convencer a nadie de nada… Dejo las excusas y las explicaciones largas y tediosas, los porqués y las razones absurdas.
Me tomo vacaciones del ser que se sobresalta con los ruidos y elude los tiempos muertos y me sumerjo en el silencio delicioso y la calma a ratos para encontrar más palabras maravillosas, para escuchar el latido que me cuenta historias que debo conocer.
Me tomo vacaciones de exigirme que todo tenga una respuesta y una razón y me dedicaré a aceptar cómo es y descubrir a dónde me lleva… Me alejo de culpas, quejas y lamentos en mi yo más gastado en batallas inútiles que perpetúa sus heridas porque quiere llamar la atención y mendigar una compasión que ya no necesita…
Me tomo vacaciones de tiranías impuestas, relojes faltones e irreverentes, complicidades absurdas, rutinas amenazadoras… Y eso no significa que no vaya a hacer lo mismo de siempre, que vaya a dejar mi vida tirada, significa que a partir de ahora voy hacerlo con sentido, notándolo y sintiendo si me colma, maravillándome de cada momento y de su belleza, sea como sea… Haciendo lo que amo y amando lo que hago, para sentir la vida y homenajearla a cada instante. Para dejar de engullir tiempo y momentos y tragar la angustia de querer que todo se adelante y pase cuanto antes, sin saber que todo es perfecto como es… Aunque asuste, aunque duela, aunque tarde tanto que te deje paralizado sin saber a dónde ir, aunque la incertidumbre me bese la nuca… Me tomo un tiempo para encontrar otra actitud que me acerque a mí misma, a plena consciencia, sabiendo que eso también me acerca a lo que sueño… Que en realidad es para mí el único camino para llegar a lo que deseo, a través de mí, siendo realmente yo sin regatearme y escatimarme nada.
Porque noto que la forma de conseguir lo que deseo no es precipitarse a ello sin medida sino darme permiso para recibirlo y ser coherente conmigo.
No cambio de lugar, cambio mi forma de verlo y apreciarlo. No dejo mi vida, al contrario, voy a surcarla, a sentirla, a saborearla. No hace falta siempre ir al otro lado del mundo para encontrar el silencio porque en realidad está a tiro de emoción y pensamiento… No huyo, me quedo, pero sin máscaras ni escudos protectores que te evitan sentir y arriesgarte a notar. No cambio de objetivos ni de camino, descubro que yo soy el camino.
Me doy permiso para fluir y vaciarme de lo que sobra, de lo que acumulo sin sentido… Suelto mis apegos para dejar lugar a lo nuevo, a lo hermoso, a lo maravilloso que descubriré y que tal vez siempre ha estado ahí y no fui capaz de ver porque no noté su brillo.
Me tomo vacaciones de mi incoherencia y mi fatiga crónica, mis parches para todo y mis mentiras piadosas para no asumir lo que soy. De mi yo que se complica la vida buscando lo fácil sin sentido y la réplica de la réplica en todo. Me abro a todas las posibilidades y me dejo flotar, volar, resurgir.
Suelto el equipaje pesado, el lastre sin sentido y el fardo de reproches siempre apunto. Suelto el dolor, la rabia, la culpa y la necesidad de comprenderlo todo y acepto lo que llega sabiendo que me conviene.
Me tomo vacaciones del ruido para vivir cada momento como merece, como el espectáculo maravilloso que es y el privilegio que supone estar aquí.
Ahora me toca estar conmigo.
No me voy, en realidad, vuelvo.
GRACIAS POR LEERME E INICIAR CONMIGO ESTE CAMINO COMPLICADO PERO MARAVILLOSO…
Si quieres continuar con este cambio, te invito a profundizar todavía más…