merceroura

la rebelión de las palabras


4 comentarios

Política en blanco y negro


El domingo, algunos votamos. Saturados de campaña, de sonrisas tibias y enlatadas, algunas más o menos reales, otras estilo rigor mortis… uno tiene ganas de pensar que la sonrisa que escoge es la más sincera… pero en el fuero interno, ese espacio interior dónde todos nos hablamos cara a cara y no nos ocultamos nada, sabemos que no. Que el candidato/a estaba pensando que le molestaba la americana cuando le fotografiaron, que llevaba tarde o que el pueblo a donde iba a hacer el siguiente mitin es de mala muerte.

Votamos habiendo oído una larga lista de promesas y reproches. Frases repetidas hasta perder la cadencia… argumentos embutidos en preguntas improvisadas… La política es en blanco y negro. Atía la masa, el instinto primitivo… siembra radicalidades o queda en nada, no llega. Es un anuncio de perfume, no vende aroma… vende chica, vende glamour, vende humo… vende sueño. Vende imposibles. 

El contrincante siempre es malvado. No hay matices. Siempre se busca un héroe, alguien que queremos pensar que es normal… pero que, por favor, no se nos parezca. La política es el arte de llevarse la contraria, de no ponerse nunca de acuerdo aunque se proponga lo mismo… la técnica más depurada de sacarse las entrañas sin ensuciarse las manos… de vaciar palabras hasta que pierdan significado… de no cargar nunca con la responsabilidad de nada o a ser posible, cárgasela a otro.

El domingo, votamos. Compraremos la mejor oferta en un mar de rebajas, nos asiremos al salvavidas para no naufragar… pero se nos quedará la cara de idiota porque jamás estaremos satisfechos con la papeleta que pondremos en la urna… nunca estaremos seguros…

Saldremos del colegio electoral pensando que nuestra elección tal vez no cambie nada… que nuestro rey midas lo convertirá todo en deuda, que las promesas no podrán cumplirse… que la democracia que tenemos es aún chica y está en la edad del pavo…

A pesar de todo, votaremos. Porque algunos están metidos en este negocio porque creen en él, porque a veces se encuentran amapolas en un prado de cardos y porque hay que dar oportunidad a las palabras.

Votaremos para que los derechos no se conviertan en privilegios y porque podemos decidir aún quien nos conduce hasta el precipicio…

Suena a farsa, cierto, pero es lo que nos queda. Lo que nos separa de la nada… en un mundo que camina hacia atrás, las urnas nos alejan del pasado. Y porque es el único día en que nos preguntan y la respuesta no sólo cuenta, sino que es para nota…


1 comentario

Debate de marionetas tristes


Vi ayer un debate insulso, de cinco marionetas; muy toscas, muy tristonas, muy aburridas.

Intentaban venderse, muy barato por cierto,  pero no lo conseguían.

Repetían frases que llevaban escritas por personas que se dedican a preparar sentencias impactantes, de esas que te tocan y conmueven. Las frases eran buenas. Hay asesores de marionetas muy buenos, mucho.

Sin embargo, la marionetas están desgastadas, cansadas, con las junturas endurecidas. Salen poco de la caja, sólo en ocasiones especiales. No pisan suelo, no ven casi calle… calle de la nuestra, donde se corren riesgos y se ensucian los pies… siempre pisan sobre alfombra roja y han perdido el paso. Se les han quedado los ojos vítreos y el gesto avinagrado en las comisuras de los labios y el maquillaje espeso potencia sus caras de pánico.

No transmiten. No callan, pero no dicen nada. No parece que tenga alma, su cuerpo talludo y artificial no tiene gracia. Intuyo que sus ojos sin vida buscan los míos. Intentan arañarme el alma y dejar huella en mí, de forma burda. Dicen que me quieren, que les importo, que van a ayudarme si les mantengo en escena… pero noto que no se lo creen o que no saben cómo hacerlo.

Alguna de las marionetas no me disgusta del todo. Lo reconozco. Fue humana, lo sé. Tiene algún destello de vida, de vez en cuando, pregona un remanente de algún tiempo en el que se dejó llevar por la pasión y creía en aquel discurso. La miro, pero el atisbo de vida en sus ojos se funde hacia un gris decadente y sus pupilas se convierten en botones.

Las frases son las mismas siempre. Muy buenas, sí, pero repetidas hasta saciarse de ellas. Las oí ayer cuando las marionetas visitaban distintos lugares de la geografía española. Las dicen con la misma cadencia y poniendo énfasis en las mismas palabras y, aún así, no se las creen. Lo huelo. Es un hedor falso. El fieltro agarra mucho polvo y se endurece con el tiempo.

Noto que ya no se creen nada y notan que lo noto.

Y sus gestos estudiados y mecánicos denotan nerviosismo, desesperación… podrían dejar su lugar en el teatrillo.

Lo veo, sufren. Y, a pesar de todo, no transmiten nada, siguen sin ser humanos.

No sufren por mí, sufren por su estatus de marioneta triste.

Son marionetas cansadas y asustadas. Su mundo se agrieta, se rompe.

Acaba la función y caen bajo una trampilla. Quien maneja los hilos las guarda. Mañana cambian de escenario, el guión es el mismo.


Deja un comentario

A vosotros, los políticos


No sucumbo a estrategias planificadas por la desesperación en despachos vacíos de ganas e ideas nuevas.

No soy masa, soy un ser individual. No admito, ni me creo los insultos cruzados por lenguas interesadas. Nadie me cae mal o bien en masa. El que generaliza siempre se equivoca. La ciudades y los pueblos están llenos de personas con ideas e intereses distintos; con vidas distintas e ilusiones distintas.

No odio a nadie por el lugar dónde ha nacido. No necesito hacerlo porque todos los lugares me parecen dignos de respeto.

Detesto la desidia, el apoltronamiento, la desgana, el apalanque.

No necesito acumular puntos para recibir una camiseta roja, ni una taza térmica. Los puntos se ganan trabajando por un futuro mejor y no los tengo que ganar yo sino vosotros. Los que os apuntáis a mandar y sacarnos del pozo. Los que decís que tenéis la llave para mejorarnos la vida y no la habéis usado hasta ahora porque os la reserváis para después del 20N.

No cedo mi identidad para que nadie se promocione a mi salud. Ya he cedido demasiado.

No soy un una especie de lebrel que huele el rastro de nadie, y menos el que se siembre insultando, vejando y pensando que eso va a generar en mí un fervor patriótico que me impulse a las urnas. A votar por impulso. No vendo ni mi voto ni conciencia.

No me trago los mismos mensajes y eslóganes de cada contienda electoral. No me los creo, no los necesito. No los busco.

No quiero ver las mismas caras rancias, escupiendo las mismas frases rancias.

No os oigo. No os escucho. Si me queréis, sed dignos y originales. Decid algo nuevo. Empezad a ganaros mi atención.

SI no se os ocurre, no os preocupéis. No espero nada de vosotros.