merceroura

la rebelión de las palabras


15 comentarios

No escuches a los cobardes


desafío

Los últimos días algunas personas a las que quiero me han pedido que no escuchara a los cobardes. Que no permitiera que los que no se atreven me dijeran lo que debo o no hacer, que no me dejara arrastrar por los que nunca se dejan arrastrar por la vida cuando la vida les pone delante un reto, un desafío. Que escuchara mi voz, esa voz interior que se deja oír a veces y te sirve de guía para decidir sin brújula en la noche más oscura.

Es tan fácil juzgar a los locos cuando sus locuras fracasan… Hacer ese ejercicio irreal de ponerse en su lugar y decidir, cuando nuestra situación no es la misma ni estamos con ese pálpito que nos apresura a elegir una u otra opción. Qué fácil es reírse de los sueños de otros cuando no tenemos sueños ni nos arriesgamos nunca… Qué fácil apuntarse a una falsa sensatez que en realidad lo que esconde es una falta de valentía que nos deja muertos por dentro.

Y qué fácil es también quitar méritos a esos locos cuando después de lanzarse tocan sus sueños. Cuando después de una carrera de fondo, alcanzan la meta y tocan la campana y están llenos de vida. En ese momento, nuestra mente cansada y acomodada a la rutina inventa excusas y bálsamos para poder conformarnos y decirnos a nosotros mismos que en realidad esos locos saltaron con red, que lo tenían fácil, que se lo han regalado, que no merecen, que no valen, que son amigos de alguien… Excusas rancias y rupestres todas ellas para ocultar nuestro apego a la rutina, a lo fácil, a lo controlado, a lo gris… Para vivir de mirar como otros viven y alimentarse de chismes y rencores para creernos fuertes cuando en realidad somos flojos y tristes.

¿Dónde están los sensatos cuando se les busca? Los que son equilibrio, los que esperas que te ayuden a encontrar respuestas que están en ese ansiado punto medio donde no hace mucho frío, pero tampoco te quemas las puntas de los dedos… ¿Y los valientes? Esas personas que son capaces de ver los riesgos pero que buscan como franquearlos. Que a veces se lanzan. Que a menudo saltan obstáculos pero que otras veces los rodean o encuentran la forma de eliminarnos. Los que ponen valor a las cosas por lo que son capaces de ver en ellas por sí mismos sin obedecer a lo que otros ven… ¿Dónde están lo sabios cuando confundes el norte con el sur y el cielo con el suelo?

Es tan fácil mofarse del resultado cuando lo ves claro, cuando te enfrentas al marcador y sabes cómo acaba el partido… Cuando vas sobre seguro y no tienes que hacer la apuesta a ciegas. Lo duro es escoger cuando todo está oscuras. Cuando apenas palpas las formas e incluso te parece divisar a los lejos las orejas de un lobo que te escruta, medio oculto. Lo difícil es apostar por uno mismo y creerse válido, útil… Dar un  paso al frente y ofrecerse voluntario para intentar llegar a una cima sin conocer del todo el camino. Poner en la balanza el miedo y la ilusión y conseguir que lo segundo gane, que valga la pena, que compense… Confiar en tus habilidades, en tu capacidad de sobrevivir y en tu talento. Decirte que sí, cuando miras al mundo y algunos giran la cara y otros te advierten de que hace frío al otro lado. Y a pesar de todo, saber que puedes, que sabes, tocar casi lo que deseas porque es tuyo, porque te lo ganas, porque te has partido en mil pedazos por acariciarlo… Porque pertenece a los que saltan, a los que dan ese paso al frente.

Confiar en tu capacidad de caminar y calcular peligros, escoger las botas que llevarás puestas y la música que va a acompañarte en esta andadura complicada… Y decidir que pase lo que pase, compensa porque tú destino eres más tú mismo que tu reto.

Escuchar tu propia voz y las voces de aquellos que te entienden. Esos que saben cómo es tu esencia y conocen tu inquietud. Que te han visto muscular emociones y contar lágrimas para que no sean pocas y se te queden dentro, para que no sean demasiadas y te inunden la cara…

La verdad es que no se puede culpar a los “cobardes” porque no estamos en sus conciencias ni habitamos sus vidas. No conocemos a lo que piensan ni podemos juzgar sus sueños, sean o no asequibles. No podemos hacer como hacen quiénes nos llaman locos porque perseguimos aventuras que a ellos, sólo con imaginarlas, les dejan exhaustos.

Nos queda saltar, aunque nos partamos el alma y descubramos que no era agua sino cieno… Que las pendientes eran muy pronunciadas y las rocas del camino eran afiladas.

Porque pase lo que pase, lo más importante es seguir tu conciencia, buscar tu camino e intentar alcanzar tu techo para superarlo… Y tras ese, otro… Una sucesión de límites superados y sueños vencidos y abrazados. Porque somos una materia que muta y se expande, que se mueve, que gravita y se define por lo que la hace vibrar… Y si no vibramos, morimos. De mil formas, en mil estados. Hay quien muere para siempre y quién muere poco a poco, en vida, amarrado a una realidad ingrata y tóxica, a una necesidad absurda, a un suelo de baldosas que parecen imantadas para controlar sus movimientos y evitar que salga del perímetro acordado… Hay quien muere soñando que sueña y quien lleva siglos muerto sin saberlo.

Hay quien muere atado a una ilusión sin mover un milímetro de su cuerpo ni de su espíritu para conseguirla… Hay quien no para nunca de moverse, pero no va a ninguna parte pero no soporta la sensación de estar quieto y no hacer nada. No escuches a los cobardes porque nunca permitirán que hagas nada que ellos no harían, por temor a que les demuestres que se puede, por envidia al pensar que ellos pueden pero no quieren…

Lo importante no es sólo perseguir tus sueños, es sobrevivir a ellos.


16 comentarios

Un mundo de frikis


MUJER FRIKI SOMBRERO

Pensamos a lo corto. Imaginamos a lo pequeño. Vivimos a lo reducido. Nuestras ideas se circunscriben a una casilla. No pasamos las líneas rojas, no las pisamos. No sabemos casi por qué, pero nacimos pensando que estaba mal ir más allá, pensar más, imaginar más, soñar a lo grande. Lo supimos al llegar al mundo, nos lo dijeron nuestros padres y todo lo que nos rodea está pensado para que nos quede claro que la divergencia sale cara. Nos pasamos la vida enmendándonos para no pasarnos, para no llamar la atención y tener ideas fuera de nuestra casilla predeterminada, de nuestro rectángulo, más allá de la línea que  separa de lo que está bien de lo que está mal. Nos aterra lo desconocido, lo que no controlamos. Todo lo que es nuevo  y que no va en cajas ni envuelto en papel de regalo nos causa pánico. Los nervios se nos comen las uñas y nos agujerean el pecho si no seguimos el protocolo, si cedemos a la magia, si nos dejamos llevar por la pasión y entonces nos inventamos una marea imaginaria que nos arrasa los castillos de arena que construimos cada noche cuando se nos sueltan el ingenio y el deseo.

Imaginamos castigos divinos y humanos si abandonamos el rectángulo de nuestra existencia limitada. Vivimos en círculo. Nos ponemos la zanahoria ante la cara y la seguimos para no buscar otros caminos ni caer en la tentación de tener ideas propias. Respiramos sin hacer ruido. Lloramos dentro burbujas de pena contenida y reímos a carcajadas calculadas. Controlamos nuestras muecas y abrazos. Amamos a ráfagas. Buceamos en las miserias ajenas y nos vetamos pensar las propias por si no podemos soportarlas. Aunque a veces, decidimos centrarnos en ellas y pasarnos el día en una queja constante. Somos de extremos. Nos pesamos como si sólo fuéramos carne. Nos medimos como si sólo fuéramos la sombra que proyectamos cuando sale el sol. Nos convertimos en números y nos quedamos dormidos esperando la siguiente sacudida que el destino tenga preparada para nosotros. Sin intentar llevar el timón ni saber de dónde sopla el viento para definir una estrategia.

Vivimos sin aspaviento. Nos hacemos viejos sin llegar nunca a ser jóvenes… Gritamos bajito a los que nos dominan, sin escándalo, para que nadie se enfade cuando reclamamos nuestra vidas. Sin embargo, reprochamos a pleno pulmón a los que caminan a nuestro lado no ser perfectos… Somos mezquinos porque nos vendemos fácil y señalamos con el dedo a otros que también lo hacen para aguantar el peso de sus vidas monótonas. Nos enfadamos mucho con nosotros mismos por consentir estas privaciones y nos recortamos las emociones con las que íbamos a desahogarnos y expresar el dolor que tenemos acumulado…

Nos odiamos por no ser y no tener… Y enfermamos de asco, de miedo, de rabia, de envidia… Nos puede el apego, la necesidad de ostentación máxima de algo que ni siquiera es mérito nuestro… Nos vence el duende criticón que llevamos dentro y que hace guardia esperando a que otros bailen sin miedo, a que otros triunfen y sonrían… Porque siempre hay a nuestro lado  alguien que sueña más grande, que vive más intensamente, que camina hasta llegar más lejos y piensa más allá de la casilla asignada. Y nos reímos de él, le ponemos motes y le colgamos una etiqueta. Los que abandonan el rectángulo asignado son raros, frikis… Algunas cosas de su forma de vivir nos gustan, pero no lo decimos en voz alta para no tener que llevar prendida la misma etiqueta que ellos. Admiramos su valentía, pero nuestra cobardía cómoda nos resulta más gratificante, porque no estamos dispuestos a asumir la responsabilidad de intentar seguir sus pasos y vencer la adversidad que ellos han tenido que soportar.

Nosotros le ignoramos, le despreciamos y, mientras, el supuesto friki,  maquinando sin parar y con entusiasmo,  descubre algo nuevo, porque es capaz de cambiar las normas y borrar lo que creía saber por lo que ignoraba y construir algo diferente… Se expone al mundo y acepta las miradas críticas y los abucheos.

Y tal vez cura a miles de personas, inventa un artilugio que hace ganar miles de millones, pone en marcha una iniciativa que cambia el mundo o sencillamente hace que ese mundo caiga a sus pies porque crea belleza.

Nuestro friki es capaz de imaginar una realidad paralela y defender su forma de ver la vida. Se traga insultos y se arranca las etiquetas. Asume las risas y levanta la cabeza… Piensa en grande e imagina barbaridades, locuras… Reivindica sus diferencias y las convierte en su marca, en su forma de llegar a los demás, en su bandera.  Mientras, nosotros nos reímos de alguien que es capaz de dar la cara por lo que cree y siente.

Él hace tiempo que pasó la línea y dejó su casilla para atreverse a entrar en la zona desconocida. Y cuando la primera marea arrastró su primer castillo de arena, sonrió y volvió a construirlo, porque supo que aquello era sólo un prueba más.

Los frikis sueñan y eso les hace más tolerantes al fracaso, al desaliento, al desengaño… Resultan inasequibles a la pereza, a la modorra. Por eso triunfan, como nuestro presunto friki que mientras yo escribo, ya está pensando en algo mejor que lo que ha creado antes… Y entonces, los demás, le miramos y decidimos ponerle la etiqueta de genio. Su genialidad nos fascina, nos abruma, nos provoca envidia… Aunque tampoco estamos dispuestos a abandonar nuestra cobardía cómoda y mullida para crear nuestra propia realidad  y convertirnos en genios como él. Demasiado compromiso. Preferimos mirar y criticar…

Y lo consigue, no porque llegue a la meta o alcance el sueño, muchas veces no sucede, porque su éxito es el disfrute, el proceso de crear y aportar a otros… El camino repleto a superación, de risas, de alegrías, de creatividad… ¿Qué más? ha ganado no porque llega primero, sino porque tenía un propósito, una visión, una misión que le llenaba de gozo mientras otros sólo criticaban. Porque se ha puesto al servicio de la vida para cambiar vidas gracias a su ingenio… Porque mientras otros se quejan de cómo es el mundo, él ha dado un paso adelante para intentar algo nuevo, para intentar mejorarlo con ideas y valor.

A veces, después de tanta hipocresía, nos duele el estómago o notamos una presión nos oprime el pecho y nos acelera el corazón. Lo llamamos ansiedad, estrés, agobio, pero en realidad son rabia y cobardía concentradas y acumuladas de tanto fingir y disimular.

Al final, quién se ríe es él, pero no por burlarse de nosotros, se ríe de alegría. Ojalá el mundo estuviera repleto de frikis…

friki

(Del ingl. freaky).

1. adj. coloq. Extravagante, raro o excéntrico.

2. com. coloq. Persona pintoresca y extravagante.

3. com. coloq. Persona que practica desmesurada y obsesivamente una afición.

 

Gracias por leerme… Escribo sobre lo que siento o he sentido y el camino que he hecho hasta llegar aquí (aunque todavía estoy a medio camino de algún lugar). En este camino he aprendido poco a poco a aceptarme y amarme (aún me falta mucho, soy consciente).

Si quieres saber más de autoestima, te invito a leer mi libro “Manual de autoestima para mujeres guerreras”.

En él cuento como usar toda tu fuerza para salir adelante y amarte como mereces y dar un cambio a tu vida… Ese cambio con el que sueñas hace tiempo y no llega.

Disponible aquí 

amazon llibre merce amazon

Si quieres saber más de mí, te invito a entrar en mi web y conocer lo que hago. Acompaño a personas y organizaciones a desarrollar todo su potencial a través del coaching, el mentoring y la Inteligencia Emocional. 

www.merceroura.es 


22 comentarios

Método infalible para no llegar nunca a ser feliz


nino-enfadado

No te cuestiones nada.

No preguntes. Calla. Espera.

Dí siempre que sí. Incluso cuando no quieras. Cuando el sí sea la carga más pesada que arrastras.

Traga, siempre. Aunque no tenga sentido. Aunque no sepas la razón y te des cuenta de que mereces mejor trato.

Intenta gustarle a todo el mundo. Cree firmemente que hay espacios de gloria que te están vetados porque sí. Porque eres tú. Como si en tu ADN hubiera un gen repelente a la dicha, a la fortuna, a la capacidad de conseguir lo que anhelas. Como si el mundo se dividiera en ganadores y perdedores y tú estuvieras enjaulado en el segundo grupo.

Esconde tus ideas por si ofenden.

Procura no destacar por si te miran y critican. No opines. No brilles por si a alguien le molesta.

No arriesgues por si te equivocas y eres el blanco de las burlas.

Procura no hacer nunca el ridículo. Ríele las gracias a todos. Siéntete común, vulgar. No te diferencies. 

Esconde tus sentimientos y emociones. Piensa que mostrar lo que sientes te hace débil, que tener miedo es de cobardes y que las dudas no son necesarias.

Cree firmemente que llegará un día en que serás feliz. Que todo estará controlado entonces, como por arte de magia. Que tendrás el hogar perfecto, la familia perfecta, el aspecto perfecto, el trabajo perfecto… Que podrás anotar esa fecha en el calendario como el primer día del resto de tu vida. Y decide esperar sentado a que llegue.

Cree que la felicidad viene desde fuera y no desde dentro. Que es absoluta y que llega del tirón. No escuches a otros. Lleva tu pena en silencio y convéncete de que eres el único que lo pasa mal.

Que no te importe sufrir mientras esperas que llegue ese momento de perfección. Aguanta malas caras y baja la vista. Pásalo mal, que el rencor te carcoma, arrastra una carga esperando que todo cambie por azar. No vivas esperando vivir. No ames si no ves un atisbo previo de amor en los demás.

Siéntete gusano y procura esquivar las pisadas de quienes crees que están destinados a ser mariposas. No confies en nadie.

Posterga el momento de parar y cerrar la puerta al asco que te da todo esto. Postérgalo todo hasta que pierda sentido.

Déjalo para mañana o para nunca. No te esfuerces, piensa que no merece la pena.

Sé altamente desdichado y no te rebeles. Aguanta situaciones injustas porque no hay más remedio que sobrellevarlas. Decide que no puedes cambiar nada. Que el destino está escrito. Que sentir dolor es habitual y necesario. Que encajar golpes forma parte de tu día a día. Que no mereces más.

Piensa que lo pequeño nunca será grande. No imagines. No sueñes.

Cree que no hay elección. Compádecete de ti mismo.

Decide que todo esto no es responsabilidad tuya. Que eres una víctima. Que nada está en tus manos. Que tu vida no es tuya, que no la diriges y que no puedes escoger a dónde va.

Laméntate y quéjate por todo y propaga tu desdicha. Que lo sepan todos, que lo compartan.

Etiquétate como el desgraciado. Que todos lo sepan. Que todos lo digan, el primero tú.

Lleva tu etiqueta con el mayor pesar posible. Regodéate en tu miseria, en tu imposibilidad de dar la vuelta a la situación.

Ah… Más todavía… Busca una excusa convincente para no haber sabido cambiarlo todo, por no haber tenido ganas de frenar a tiempo tu frustración y resignación vital. Y si no la encuentras, acarrea también la culpa y la rabia por no saber cómo llegar a la salida de este sucedáneo de vida. Y si te duelen demasiado estas emociones corrosivas, busca a alguien ajeno que parezca que lucha por vivir a su modo y que se esfuerza por encontrar respuestas. Alguien a quién descargarle tu ira. Sé injusto con él, pisa su dignidad, humíllale, critícale hasta la saciedad como si fuera lo más importante de tu vida, tu único tema de conversación… Y envidia su felicidad si no eres capaz de quebrar sus defensas, si no puedes derrotar su entusiasmo.

Ódiale a él por tu cobardía. Cúlpale y nota los efectos nefastos de este sentimiento en tu propia esencia y tu cuerpo cansado. Pasa de presa a depredador. De cordero sumiso a lobo voraz.

Y cuando termines, prepárate para volver a empezar. Esto es un círculo vicioso que no acaba nunca.

¿O no?

 

AMARSE ES UN REGALO PARA TI MISMO, UN FIN Y NO UN MEDIO, UN LUGAR EN EL QUE TE SIENTES COMPLETO Y A SALVO.

Acompaño a personas y organizaciones a a desarrollar su #InteligenciaEmocional con formación, conferencias y #coaching

Escritora y apasionada de las #palabras

Más información sobre mí y sobre mis servicios en www.merceroura.es