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la rebelión de las palabras

La necesidad de perder el control

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globosLo queremos controlar todo. Saber hacia dónde nos lleva cada paso que damos, sin apenas notarlo y vivirlo.

Somos peces. Damos vueltas a la mismas ideas de siempre. Vivimos en un bucle mental, en una espiral de modorra y rutina.

Buscamos respuestas en los libros para liberarnos de nuestras ataduras mentales y, a pesar de que nos parecen necesarias, no las aplicamos nunca.

Nos compramos una chaqueta nueva porque pensamos que si cambiamos por fuera, eso nos dará fuerzas para cambiar por dentro. Queremos ser otros sin dejar de hacer lo mismo de siempre… Somos nuestras propias marionetas.

Nos apuntamos a un curso para aprender a respirar, a descubrir quiénes somos y ponernos objetivos en la vida, mientras retrasamos el momento de empezar a vivir.

Nos equipamos para correr maratones y nunca llegamos más allá de la esquina.

Llamamos a un amigo al que hace tiempo que no vemos y le contamos nuestras penas sin escucharle. Le intoxicamos con nuestras palabras tristes y nuestros pensamientos viejos y usados, cuando en realidad lo que necesitamos es dejarnos llevar por sus ideas nuevas y frescas.

Nos repetimos mucho. Nos pasamos el día justificándonos por no decidirnos, por no llegar, por ser… Para no tener que dejar de controlar.

Fabricamos excusas para que nuestra existencia no tenga estridencias, ni sobresaltos. Nos inventamos dolencias imaginarias como coartada para no tener que superar nuestros límites.

Nos ponemos unos zapatos distintos para tener la sensación de que nos llevan por otro camino. Aunque nunca nos alejamos del perímetro que nos hemos trazado…

Nos comparamos con otros cuando nuestras vidas y puntos de partida no son comparables. Como si cada ser humano no fuese único.

No olemos el mar porque nos hundimos en la arena… Porque nos blindamos en nuestros caparazones. Nos perdemos cualquier cosa que implique poner un pie más allá de las fronteras de nuestros miedos.

No amamos por si duele. No sentimos por si el sentimiento caduca. No nos damos por si no se nos dan. No salimos de nuestra habitación interior por si al volver todo está revuelto.

No nos ponemos ese vestido atrevido que nos gusta porque nos da vergüenza. No nos lo podremos nunca porque somos de esas personas que cuelgan sus deseos en un armario y jamás se los ponen.

Tenemos prisa siempre para vivir y dejarlo todo en suspenso, en una suspensión concreta y conocida.

Vivimos en un limbo emocional donde transitamos sin pena ni gloria, a cambio de pasar por la vida sin demasiado riesgo ni conmoción.

Huimos de los laberintos y los acertijos. Cuando sucede algo fuera de nuestros planes, saltan la alarmas y nos metemos en nuestros cascarones.

Perseguimos hologramas de nosotros mismos. Nos engañamos diciendo que vamos a por todas, que queremos devorar la vida, y en realidad, ni siquiera le damos pequeños mordiscos.

Nos adjudicamos vidas anodinas y nos ponemos retos asequibles para no tener que notar el frío de de nuestros pasos imprudentes.

Cuando nos caemos, miramos de reojo aterrorizados por si alguien nos observaba, porque vivimos en un escaparate asfixiante…

Nos ahogamos en gotas de agua y convertimos un pequeño conflicto en unas arenas movedizas.

No osamos. No preguntamos. No nos atrevemos a insinuar que nos gusta. No pedimos lo que queremos por si no queda.

Nos quejamos en voz alta para buscar la compasión fingida de otros que se quejan también en voz alta y que como nosotros tampoco nos escuchan porque para hacerlo tendrían que dejar de lamentarse.

Nos mordemos la cola y tropezamos con la misma piedra… Vivimos en una caja  y nos conformamos con lo que vemos a través de las ventanas… Confundimos la desidia con la paz y la resignación con la adaptación. Nos ilusionamos con el mando a distancia y calculamos nuestras carcajadas porque consumen calorías.

De vez en cuando, queremos romper con todo y cambiar, pero lo hemos convertido también en una rutina para no tener que asumir esa necesidad de renovarnos, para convertir nuestro cambio en algo inmutable y cíclico. Para poder continuar soñando que cambiamos sin tener que movernos ni un milímetro y sin correr el riesgo de romper las costuras de ese traje a medida que nos hicimos para no transformarnos.

Y sin embargo, ya tenemos todo lo que necesitamos y somos todo lo que buscamos.

Sólo hace falta seguir el camino más abrupto, escoger la opción más complicada y arriesgarse, pedir el deseo más grande y subir a la cumbre más alta.

Hacer la pregunta impertinente que nos ronda por la cabeza. Pisar la zona prohibida. Levantar la cabeza y osar soñar con retos más altos y rotundos… Abandonar la cola donde esperamos a que repartan lo que siempre pedimos y dar la vuelta para encontrar algo inesperado…

Cambiar de pensamientos, cambiar de palabras y salir del decorado.

Hacer algo que no hemos hecho nunca pero que siempre hemos deseado intentar.

Cumplir con disciplina los consejos de los sabios… Y si nos parecen consejos cómodos y asequibles, cambiar de sabios.

Sentarse donde nuestro mundo se tambalea y perder el control de lo que nos sucede… Atrevernos a cuestionar quiénes somos y lo que hacemos. Ahondar en todas nuestras inseguridades y caer en todas las trampas que pusimos para quién quisiera flanquear nuestras defensas y entrar en nuestras almas.

Dejar de quejarnos y borrar esa cara agria que dibuja la rabia acumulada y nos aleja de aquellas personas a las que realmente nos iría bien acercarnos. Huir de todas esas caras grises que nos recuerden lo que fuimos para dejar de relacionarnos con personas que buscan vidas controladas.

Dejar de mirar a los demás por encima o por debajo, buscar su mirada y conectar…

Aceptar y adaptarse. Y, si hace falta, esperar hasta poder cambiar lo que queremos cambiar.

Andar por ese sendero de tu vida donde no sabes si habrá barandilla…

Gestionar tus emociones y aprender de ellas.

Abrazar lo sencillo y recrearse en lo básico. Encontrar el punto entre fluir y estar. Encontrar ese lugar salvaje que habita tu conciencia más indómita y dejarse llevar… Abandonarse a los sentidos sin que tu yo más inflexible pierda del todo el equilibrio.

Ser curioso e irreverente. Descubrir lo necesario que es a veces perder el control para descubrirte a ti mismo. Nuestros grandes talentos están a veces ocultos en nuestras grandes flaquezas, en nuestros temores, en el ángulo muerto de nuestra visión disciplinada y formal.

Despertar un día y no reconocer nada de lo que te rodea y que no importe. Saber que nada te une al decorado de tu vida por decreto ni obligación. Que no sigues más guión que el que escribes cada día… Que más que posesiones tienes vivencias… Que tú escoges tus arraigos y echas tus raíces. Que, si es necesario, cada día construyes tu hogar en un lugar distinto del camino… Que cada día construyes el camino.

Autor: merce roura

Amo la imprudencia de mis palabras...

34 pensamientos en “La necesidad de perder el control

  1. Pingback: La necesidad de perder el control | grandes Pymes

  2. Excelente comentario Srta. Mercedes Roura; cuyo contenido revela la pura verdad en la que viven la mayoria de seres humanos en la Tierra, en la que Ud. sugiere ademas como podemos romper esos atavismos y liberarnos de ese prurito de tratar de controlar todo lo que este a nuestro alrededor. Mis congratulaciones.

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  3. No podía haber encontrado un texto más adecuado para mi en este momento. Me he sentido muy identificada y me ha encantado lo de cambiar de sabios. A veces pensamos que ya conocemos todas las opciones y que solo queda adaptarse, pero es maravilloso averiguar que hay otras opciones tras puertas escondidas que aparecen cuando más las necesitas. Muchísimas gracias y por favor continúa escribiendo, me encanta tu forma de hacerlo. Besos.

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    • Muchísimas gracias a ti! gracias por compartir en mi blog tu opinión y aportar… Esto va de compartir lo que somos para poder ayudar a otros, siempre empezando por uno mismo… Sigue adelante y recibe un abrazo enorme de mi parte 🙂

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  4. Simplemente «SER» para poder «HACER». Despojarnos de tantos apegos y absurdos y Centrarnos en vivir el hoy y el ahora ! Gracias merce por recordarnos a reconocernos.

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  5. Reblogueó esto en PILAR QUILESy comentado:
    Pasar de la falsa seguridad!!!

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  6. Pingback: Las mareas de tranformación: Actitud, Gratitud, Vicisitud, Rectitud, y Longitud | Pensamiento Estratégico

  7. Plenamente de acuerdo con lo que dices Merce, la hipocresia social muchas veces contagia y nos subordina,pero es preciso darse cuenta y romper ese tipo de atavismos que no nos dejan avanzar y menos crecer.

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  10. Ser sociables…eso nos piden..pero como bien dices,eso es «fabricarse un traje para poder encajar en nuestro entorno»…pero,pero..traicionamos,reprimidos a quien mas debemos cuidar:A NOSOTR@S…tu deseo es de tod@s..pero ESE PASO ES MUCHO..PERO..HAY QUE DARLO.. NO SOMOS COBARDES,SOMOS ACOMODADICIOS…TU SIGUE INSISTIENDO,EMPUJAN DO.. pasito a pasito lo haremos..gracias por animar

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  11. Me ha encantado Merce!!!! Tantas vidas pérdidas disfrutadas en los corsés que diseñan otros….para pensar.Y lo difícil que es, instalarse en la incertidumbre, pero más difícil es, estar medio muerto en vida. Besos.

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  12. Tant en la forma com en el contingut… què bé que escrius Mercè!!
    És un plaer llegir-te i compartir-te amb els ésser estimats.
    Besets i abraçades!!

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    • Moltes gràcies, Albert! T’ he de dir que quan el vaig tenir enllestit em pensava que no agradaria perquè és molt llarg, però el vaig repassar molts cops per escurçar-lo i no sabia com. No volia sacrificar res… M’alegro que el trobis interessant! un petó!

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  13. ¡¡Enhorabuena por tus palabras!!

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  14. Muy bueno Mercé!! Muchas gracias por seguir siempre viva y enseñando a vivir. Personalmente, me ha venido muy bien leerte en este momento para espabilarme, porque si no estamos atentos, nos dejamos arrastrar por el ‘agujero negro’ de la desidia y la resignación.

    Ayer viendo en la TV unas procesiones me di cuenta que voy igual que esos penitentes, enfundado en mi anonimato y siguiendo en silencio un paso que me lleva al santuario de lo conocido. Y siento que lo que me apetece es salirme de la fila, destaparme la cara y disfrutar con la gente que anda por los otros callejones.

    Un beso

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    • No enseño nada porque nada sé, sólo me hago preguntas y busco respuestas en voz alta, a través de mi blog… Yo diría que si te diste cuenta, es que ya no eres un penitente, es que quieres salir y dejar de esconderte… Sal de la fila y sé tú!

      Un beso 🙂

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  15. ¡¡¡¡¡genial!!!!

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  16. ¿La necesidad de «perder» el control? ¡Hasta en las buenas intenciones se nos cuelan palabras malditas!
    ¡Con lo mal que llevamos eso de perder!
    Lo de «gestionar los arraigos», «fluir», curiosear, «descubrir», «despertar», «construir»…
    Así, sí. Así sí que es más fácil que nos llevemos al huerto a nuestro terco cerebro. A ese huerto libre y gustoso de las vivencias en las que dejarse fluir y en el que cada cual escribe su guion.
    ¡Un abrazo, Mercè!

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    • Tienes toda al razón, pero ya sabes que me gusta poner grandes retos. En este caso, asumir que perder es ganar y quitarle esa connotación peyorativa que tienes la palabra… Saber perder es para los grandes y los hace más grandes aún. Seamos grandes, crezcamos, perdiendo un poco para ganar, cediendo, soltando un poco, sin tanto apego al control! Gracias, maestro!! Un abrazo!

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  17. Siempre viva, transmitiendo ganas de vivir.
    Gracias Mercedes.

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  18. Siento como necesito cada día unos gramos de locura para soltar tanto hilo que me amarra, a muchas cosas, incluso a mi mismo. Somos muy cuerdos en nuestra incomodidad.
    Gracias por recordarnos que nuestro camino nos tiene que divertir y eso no se consigue andando el de los demás.
    Mil gracias.

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  19. No dejes de ser imprudente con ustedes palabras, me encantan! ! Las hago mías tanto que parece que las he si rito Yo! Desnudan mi alma hacen rebuscar y encontrar en lo más hondo de Mi! MIL GRACIAS. BESOS

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