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la rebelión de las palabras

El poder de la empatía

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Cultiva tu empatía, practica la humildad

Ser una persona empática te abre camino. Supone un plus en muchos aspectos de tu vida. La empatía es una gran aliada, una gran inversión en el buen profesional que quieres ser y la persona extraordinaria que llevas dentro y aspiras a mostrar. La mejor forma de “venderse” es evidenciar ante los demás que sientes como ellos sienten y que te importan. Y sobre todo, hacerlo de forma honesta y humilde.

No cortes el ritmo, deja fluir…

Escucha. Escuchando se aprende y  se hace grande tu intuición. Aprendemos y maduramos a golpes y también observando con ojos hambrientos. Todo tiene un tiempo y un ritmo, no cortes ese ritmo que fluye en una conversación… Dedícale un tiempo.

Dí que sí

Asiente cuando te hablen, que se den cuenta de que escuchas de forma activa e interiorizas lo que dicen. Que te llega, que te salpica tu dolor y su emoción, que eres humano y que te conmueven sus sentimientos.  Que quede claro que estás a su lado y que no es para quedar bien durante esos cinco minutos en los que tomas un café … Las personas no son un café.

Muchas personas no escuchan cuando les hablas, están ocupados mentalmente pensando qué van a decir y buscan el momento para interrumpirte, porque les interesa más quedar por encima de los demás que obtener información que les podría ser muy útil para conectar con esa otra persona y compartir un momento de cercanía. No pueden callar y esperar, quieren aparentar y marcar su territorio, dominar, dejar claro que ellos también tienen mucho que decir. Cuando, precisamente, si alguien te está contando lo que le afecta y necesita hablar, detestará que hables tú y lleves la conversación a tu terreno. Le dolerá que destaques más tú en ese momento justo, que cuando le toca a él exponerse y, tal vez brillar en su exposición, le quites el puesto.

Una de las cosas que más angustian y fastidian en un diálogo es estar contando algo y ver que la otra persona calcula tus exhalaciones de aire para encontrar un hueco y poder hablar. Constatar que tiene el cuerpo hacia delante, en posición de ataque y preparado para contarte algo cuando aún no has acabado con tu explicación. Que incluso, en medio de tu disertación emotiva, es capaz de citar algo poco trascendente o distraerse con el paisaje que le rodea.

No siempre eres el protagonista de todas las historias

Hay personas que lo protagonizan todo, incluso las tragedias ajenas. Llegan hacer sentir culpables a los demás cuando está hundidos porque lo que les cuentan les afecta o distrae de sus obligaciones o planes. Personas de esas que te vienen a ver al hospital porque estás enfermo y en lugar de preguntarte cómo te sientes, darte ánimo y ayudarte a sobrellevar el mal momento, se dedican a decirte cómo les has fastidiado la tarde por tener que venir y las peripecias que han tenido que superar para hacerlo. Personas que cuando otro es el foco de atención del grupo, aunque sea por una mala noticia, no saben encajar en su lugar y buscan desempeñar un papel más destacado hasta ponerse en evidencia, incluso. No puedes ser siempre el protagonista de todo ni es positivo para ti porque puedes sobrecargar a los demás. No protagonices los momentos estelares de otros, ni les usurpes su escenas…

Deja que te cuente su historia y se recree…

Que no pase el tiempo ni te importen los minutos. No hay medida para la compasión y la emoción, no hay reloj ante su dolor o ante su felicidad o su alegría si te cuenta que algo hermoso le sucede.

Recuerda que no eres el centro del universo. Si te cuenta su historia porque se siente mal, no busca que tú le cuentes la tuya, no al menos de buenas a primeras, y si no es para ayudarle sacando una moraleja que pueda echarle una mano. Para explicarle cómo superaste tú una situación similar. A veces, alguien nos cuenta cómo se siente y nos habla de lo que le pasa y parece que se establezca una competición a ver cuál de los dos está más hundido o fastidiado.  Cómo si pudiéramos calcular el dolor con un barómetro y decidir quién es el ganador. Si su historia es alegre, siéntete bien por él. Siempre he pensado que alegrarse de lo bueno que les pasa a los demás es muy saludable y que la dicha es contagiosa.

Da importancia a sus palabras y sus gestos.

Fíjate en sus palabras y el énfasis que pone en ellas, cómo las dice, por qué usa esas y no otras. Piensa cómo te sentirías tú en su lugar y lo que necesitarías, piensa qué esperarías tú de otra persona si te encontraras en su encrucijada.

Controla tu lenguaje no verbal, que note que le importas…

Mírale a los ojos y descubre qué te dicen. Mira con respeto, a rachas, no vayas a agobiarle o parecer inquisidor. No mires otras cosas, haz que note que te importa. Observa sus manos, su postura, ponte a su lado emocionalmente y deja que tu cuerpo transmita que lo estás de verdad, que vas en serio.

Toma la distancia adecuada, que no es otra que la que merece la situación. Pasa a una distancia  más íntima si es necesario, sin invadir su espacio si notas que se aleja. Tal vez, no os conozcáis demasiado pero si la persona que tienes delante se abre ante ti, debes responder con apertura mental, que se note que la comunicación fluye. No te cierres, no te cruces de brazos y pongas una barrera entre vosotros.

A veces, nuestro lenguaje no verbal no transmite lo que sentimos porque nos ponemos corazas para disimular nuestras emociones. Otras, sencillamente no transmite empatía porque no sabemos usarla. Algunas personas, cuando intentan escuchar el relato de otras sobre cómo se sienten, no saben cómo responder a las emociones y se ponen a bromear y a esquivar la profundidad del tema porque ahondar en los sentimientos les pone nerviosos. Eso es terrible para el que habla porque no sólo deja claro que no le importan sus sentimientos sino que además no le entiende y le parecen una estupidez.

Dale esperanza y no relativices.

Dale esperanza. No hace falta un “todo saldrá bien” porque hay situaciones en las que es muy obvio que no saldrá bien y, aunque toda situación tiene una moraleja y un aprendizaje, en un primer momento, si la realidad es muy dura, un comentario de este tipo puede parecer una frivolidad. No siempre se puede relativizar todo, hay muchas situaciones en la vida que requieren callar y abrazar, susurrar un “me tienes aquí contigo” y compartir un rato. Además,  hay muchas formas de esperanzar a alguien, sencillamente con un abrazo, un afectuoso golpe en la espalda, una mirada de cariño, un “estoy aquí pase lo que pase” le hará ver que no está solo, que alguien pensará con él soluciones si el problema empeora, que alguien le escuchará…

Sé oportuno…

El sentido de la oportunidad es casi un don, una consecuencia de cultivar tu intuición. Requiere un esfuerzo para concentrarse en vivir el momento presente, sin escuchar todas esas voces interiores que nos recuerdan que llegamos tarde, que tenemos prisa, que estamos cansados… Y requiere también saber encontrar el punto justo para actuar y las palabras adecuadas. Para ello hay que dejar de escucharse a uno mismo y sincronizarse con los demás.

No le hagas sentir culpable de nada. Todos somos responsables de nuestras acciones pero no deben ser una cruz que nos señale para siempre, sino una experiencia más que nos ayude a crecer. La palabra «culpable»  y la sensación que lleva adherida son una losa, una mancha pegada que no se borra. No digas «te lo dije» porque con ello lo único que haces es quitarte de encima esa responsabilidad tú, para que quede claro que eres más sabio y ya tenías claro qué iba a pasar. Deja las reflexiones para un momento más oportuno… Tal vez más tarde sea el momento de ayudarle a ver que es responsable en parte de lo que sucede y  que (ahí está la buena noticia) por tanto, eso hace que tenga la llave de la solución y pueda salir de esta situación con nuevas herramientas para evolucionar como persona. Los responsables  dirigen su vida y solucionan los conflictos, los culpables arrastran una culpa imaginaria como si fuera una sentencia inapelable.

Usa tus palabras, no las de otros…

Las palabras curan, son terapéuticas. No uses frases hechas y vacías. Busca las tuyas. Dosifica tus palabras como si hablaras con cuentagotas. Que no sobre ninguna, pero que no falte. Da importancia a la forma de decirlas, cuida el volumen. No fuerces el tono, acaricia cuando hables, susurra si hace falta, acompáñale con la mirada y la sonrisa. Sé firme si hace falta, siente, pero no en la tentación de regodearse en la tragedia.

Sé tú mismo, que te reconozca en lo que dices, que note que eres sincero y honesto, que sepa que no actúas… No actúes. Ponte en su lugar e imagina qué desearías tú si fueras él. Ponerte en su lugar no te hace pequeño, te hace grande… Recuerda que no se trata de fingir, sino de sacar de dentro esa parte que hace que el resto del mundo te importe.

Si todo esto te cuesta un esfuerzo inconmensurable, no lo hagas, se notaría que lo haces de forma mecánica y generaría justo en efecto contrario. Y si puedes, reflexiona por qué te cuesta tanto, ¿es porque miras a los demás desde abajo, pones corazas por timidez y te cuesta abrirte o hacerles un hueco o porque les miras desde arriba y no te parece que merezcan la pena sus pequeñas miserias?

Recuerda que una palabra amable cambia a veces el curso de una historia, no subestimes su poder. La capacidad de sentir lo que otros sienten no te deja en un segundo plano, te hace poderoso y te da infinitas posibilidades de crecer. Cuando aprendemos a servir a los demás, en un plano de igualdad, es cuando realmente somos grandes…

Autor: merce roura

Amo la imprudencia de mis palabras...

25 pensamientos en “El poder de la empatía

  1. Excelente post! El desarrollo de la empatía pasa por ponerte las gafas del otro, de manera sincera y honesta, entendiendo sus puntos de vista y sentimientos dejando prejuicios fuera… Y cuando conectas todo fluye, ya no importa si tenemos puntos de vista diferentes, sabes que se creará uno común. Quién bien comunica es el que sabe escuchar! Gracias Mercè, es un placer leerte

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    • Muchas gracias a ti! nos hace mucha falta irnos cambiando de gafas y darnos cuenta de que no somos el centro del universo… Para aprender de los demás y evolucionar… Muy interesante tu aportación! un abrazo 🙂

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  4. Me encanta la página de Merce Roura: «La rebelión de las palabras».
    Con sencillez y amabilidad, expone sobre la empatía y sus efectos en nuestras relaciones con los demas. Creo que actualmente hace falta mucho de esta actitud en nuestras vidas. El querer sobresalir como sea, mostrar que se es moderno, inteligente, viajado y hasta feliz, ha convertido la vida en un carnaval donde prevalece el «mantener las apariencias», dejando de lado la esencia humana que es la capacidad de conectarse consigo mismo y con el otro al mayor nivel emocional y espiritual

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  6. Estimada Merce,

    Haces una aproximación tan cierta a la empatía que llegas al tuétano del asunto que no es otro que el que abarca el concepto de la preocupación empatica, y no suficiente con ello sigues subiendo escalón tras escalón hasta arribar al descansillo donde espera la compasión con mayúsculas, bendita emoción que todo lo puede.
    Dichosa tu que decides ascender la escalera en lugar de mantenerte estática o lo que seria aún menos provechoso, descenderla. Administras tus dones y tus dones curan a través de tus palabras, y llegas a lo más alto de la escalera, donde reside el sentimiento, el corazón cerebral, alli te espera el Amor, ese que compartes y que nace del respeto que te tienes cuando hablas claro y la honestidad se impregna en tu mensaje.
    Cultiva la preocupación empatía y obtendrás compasión, cultiva la compasión y el amor brotara, riega ese amor y sin saberlo además de ser más humano, cumplirás el mandato divino,ese tan sencillo pero que se nos hace tan cuesta arriba de amaras al prójimo……

    Saludos!! Y gracias por compartirnos material con tanta ÉTICA y ESTÉTICA !!
    😉 👏 👍

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  9. Me gusta mucho el artículo trasmite AUTENTICIDAD,

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  10. Muchas gracias merce por lo que escribes muy interesante y hermoso me llega justo a tiempo a veces nos olvidamos de la empatía muy acertado todo, soy tu seguidora, Love you.

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  11. Excelente. Tus consejos son maravillosos, realmente nos anima a cultivar nuestros dones.

    Bendiciones.

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  12. Pingback: El poder de la empatía | Conchita Mencia...

  13. Qué placer para mi alma sentir tus palabras. Me aportan paz y luz.
    Hoy en tus palabras me he visto reflejado por una conversación que he tenido esta mañana. Cada día valoro un poco más mis palabras y, sobre todo las que me digo a mi mismo continuamente. Comparto contigo la idea de que las palabras pueden hacer miles de cosas y una de las importantes es curar.
    Gracias por ser uno de los espejos en los que me miro.

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  14. La fuerza de las palabras….: una vez más, excelente, Mercè. Casi huelga el comentario, porque tus palabras son contundentes. Expresan la inmensidad de tu espíritu con toda la potencia de la autenticidad, y precisamente ahí radica su fuerza. Hablas de humildad, solidaridad, comprensión y esperanza. Y todo ello transmitido con el lenguaje de la sinceridad…

    Cada vez me gustan más tus palabras, Mercè: expresan con sencillez lo que tu corazón siente, aunque ello pueda comportar deslices y críticas. Haces honor a tu lema SIEMPRE. Y ahí, apreciada amiga – permíteme que así te considere, aunque sólo lo seamos virtualmente – ambos navegamos por los mismos derroteros. ¿Será cuestión de empatía….?.

    Mis felicitaciones y mis saludos afectuosos.

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    • Caramba!! qué bonito lo que me escribes! Tienes razón, hace tiempo que decidí hablar claro, aunque a veces sea imprudente hacerlo pero intento hacerlo con respeto y «empatía» convencida de que merece la pena y que es mejor ser tú y gustar a cinco que ser otro y gustar a mil! Me alegra que te guste 🙂 Un abrazo!

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  15. Hola Mercé.
    Te sigo hace mucho, me encantan tus entradas.
    Ésta me ha recordado a un comentario mío de hace ya un año.
    Como siempre, tus descripciones son mucho más completas.
    http://formacionoptometrica.com/artículos-de-optometria-y-óptica-optoblogs/empatia-y-profesionalidad.html
    Gracias, siempre, por tus palabras.

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