merceroura

la rebelión de las palabras

Un mapa sin límites

16 comentarios


tierra-chico

Cuando somos pequeños trazamos un mapa. Un mapa de deseos, de pequeños y grandes retos… El mapa de nuestra vida. Un baúl que recoge ilusiones y hazañas, un cajón enorme de porqués y cómos, de sonidos y de imágenes deformadas con una mirada infantil. Un camino trazado de todo aquello que queremos que nos suceda. Puesto que somos muy pequeños, nuestro mapa no sólo recoge nuestros anhelos, sino que es también un compendio de lo que hemos oído a nuestros mayores que sería bueno soñar. Es una mezcla entre lo que vemos que buscan nuestros amigos, también en fase de descubrimiento de la vida,  y lo que nuestros padres hacen. Los refranes, las frases hechas repetidas una y otra vez, los reproches y las sentencias aniquilantes que intentan definirnos sin apenas habernos permitido crecer y dar a conocer nuestras múltiples aptitudes. Las quejas y las ansias de perfección propias y ajenas, contenidas y ahogadas. Las frustraciones enconjidas y disimuladas de los adultos… 

Y entonces, dibujamos un futuro para nuestras vidas. Un mapa que queda sellado en nuestras cabezas y oculto en la memoria a modo de brújula. Escogemos un camino que se va modificando mientras nuestras vidas y circunstancias van evolucionando. Aunque aquellas directrices trazadas nos marcan, nos guían, de algún modo nos muestran lo que creemos que está bien o está mal. Lo que pensamos que podemos o no podemos hacer, lo que nos está permitido soñar, lo que se supone que debemos creer. Ese mapa nos define en un momento y una circunstancia, nos da una visión partida, una foto calculada de un instante de nuestra vida… Una mirada rota de lo que podemos llegar a ser y necesitar o sentir. Nos da los parámetros para querer, para enamorarnos, para saber cuando ceder, cuando asentir, cuando negarnos. Nos recuerda quienes somos o quienes creemos ser. Nos dice qué podemos esperar del mundo, un mundo acotado por unos ojos de niño, un niño que puede tener o no nada que ver con el adulto que resulta de su experiencia… Esos caminos trazados están tan enraizados en nosotros que nos llegan a parcelar la realidad y generar ideas y conceptos que subyacen en nuestra conciencia y se convierten en parte importante de nuestro día a día. Son caminos que definen una trayectoria y que por tanto acotan nuestro universo. No tienen por qué estar mal, ni bien, pero son visiones parciales de un mundo inmenso, enorme, inconmensurable a nuestro infantil deseo… La foto de un día que acaba determinándonos durante toda la vida si no decidimos cuestionarla. Y podemos hacerlo y parecernos maravillosa, acertada, adecuada. O pensar que queremos más o queremos otra cosa, que no tenemos que ser como nos dijeron que debíamos ser… O quizá sí, porque eso nos complace y encaja con nuestras experiencias presentes. Y en todo caso, no dejar que nos limiten y nos digan quiénes somos más que para recordar lo que aprendimos en aquellos momentos y cómo eso nos ha permitido evolucionar.

La mirada de un niño tiene mucho de mágico. Es inocente, está limpia, no recorta si no le piden que recorte, no se asusta si no le inculcan que se asuste. Aunque al mismo tiempo, asume como dogmas algunos valores que, llegado este momento del trayecto, no tienen porque ser incuestionables, inquebrantables. No tienen por qué limitarnos el pensamiento y la obra, ni borrarnos las ilusiones ni las ganas de cambio. No podemos cargar toda la vida con una idea de nosotros mismos que recoje las frustraciones de otros. Tenemos derecho al beneficio de intentarlo de nuevo, de redefinirnos y saber si estamos de acuerdo o no.

Tenemos todo el derecho a cuestionar al niño que fuimos sin dejar de quererlo, aprendiendo de él lo mágico, lo maravilloso… Esa inquietud fantástica que lo impregna todo de emoción y entusiasmo. Esa energía que todo lo inunda.

Podemos cuestionar lo que aprendimos porque lo que nos han transmitido, seguro con gran cariño y ganas de llevarnos a la felicidad, admite más lecturas, permite correcciones, ampliaciones y es una parte de un todo complejo y apasionante que vale la pena conocer y redibujar.

Negarnos eso sería como pensar que aún tenemos cinco años y no nos podemos permitir nada que entonces nos estuviera prohibido. Somos ese niño y la suma de sus sueños. Sus desengaños, sus aciertos, sus risas, sus caídas, sus golpes, sus metas conseguidas, sus secretos, sus caricias, sus locuras, sus errores. Esa suma nos ha cambiado. Merecemos releer nuestras vidas con ojos nuevos. Merecemos darnos otra oportunidad para calibrar de nuevo nuestras fuerzas y atinos. Y dejar que el niño nos recuerde esa sensación de novedad, de juego, de empezar en todo sin saber adonde vas y hasta donde llegarás …

Y hacer un mapa nuevo, uno que dibuje lo que ya no tenemos miedo de desear, sin límites absurdos y dogmas que nos digan lo que somos y lo que no. Un mapa trazado por nosotros sin fotos rotas ni ideas prestadas que no nos convencen.

Es el mejor homenaje que le podemos hacer al niño que fuimos. Un mapa de sueños propios. Un mapa sin límites.

Autor: merce roura

Amo la imprudencia de mis palabras...

16 pensamientos en “Un mapa sin límites

  1. CIERTO, UN MAPA SIN LÍMITES Y QUE SE INSTALA EN TODOS LOS TIEMPOS DE NUESTRA VIDA. MB, MERCÉ

    Me gusta

  2. Como me hubiera gustado tener una infancia feliz, con unos padres que a la vez que son héroes son referente, nuestros guías … en pocas palabras, nuestra inspiración. Desafortunadamente no fue así. Al estar leyendo tu artículo me remonté a esas vivencias de tristeza y malos momentos que no me permitían soñar, o admirar a alguien, ni tener el apoyo a tu lado.
    No se cómo le hice pero estoy agradecido con la vida y lo que he hecho a pesar de (no recuerdo) haber carecido de sueños, tampoco haber tenido una inspiración.
    Gracias por esta reflexión, siempre es bueno apreciar lo que tenemos…saludos

    Me gusta

  3. Pingback: Mindfulness, el sí mismo y el otro | José Sánchez-Mota. Coach.

  4. Vale la pena meditar sobre lo que pensaríamos de nosotros mismos y sobre lo que estamos haciendo con nuestra vida desde la visión que teníamos del mundo cuando éramos niños.

    Una vez más te felicito por tu facilidad para comunicar y emocionar.

    Un abrazo Merce.

    Me gusta

  5. No son pocas las veces que los mapas son testigos del fracaso de las buenas intenciones: ese «hijo, lo que has de hacer para triunfar en la vida es…»
    Nuestro mapa original, nuestro guión de vida que dirían Berne o Steiner, es un traje a medida para triunfar; sólo que está cortado a la medida y siguiendo los gustos del sastre… y no necesariamente teniendo en cuenta al cliente.
    Por eso, el primer éxito es tomar conciencia de que la incomodidad que experimentamos al caminar se debe a ese traje que no nos queda bien: darnos cuenta de que nuestros pasos en la vida se guían por un mapa y siguen un guión que ni se corresponde con el territorio por el que caminamos ahora, ni está escrito por nosotros, ya es un notable primer paso.
    El siguiente paso en el camino a la excelencia personal es reescribir el propio guión, cartografiar el propio mapa…
    «Y hacer un mapa nuevo, uno que dibuje lo que ya no tenemos miedo de desear, sin límites absurdos y dogmas que nos digan lo que somos y lo que no. Un mapa trazado por nosotros sin fotos rotas ni ideas prestadas que no nos convencen».
    ¡Que bueno Mercè! Leerte no sólo es un placer estético, sino que conduce suavemente nuestra atención sobre esas claves que tan saludable es mantener presentes.

    Me gusta

  6. Alcanzar la madurez dando rienda suelta al niñ@ que llevamos dentro, es liberar la esencia de nosotros mismos. Nunca es demasiado tarde para emerger. Gracias:)

    Me gusta

  7. Gracias por tus palabras. Me han hecho pensar en mi propio mapa y después de tantos años, no estoy segura, ni recuerdo claramente si tiene algo que ver con la dirección que he tomado en la vida, aunque me supongo que no mucho. Para empezar vivo a 500 kilómetros de mi casa y éso en aquella época, era totalmente impensable. Nos haces reflexionar 🙂

    Me gusta

  8. Cuando los referentes se vienen abajo volvemos a ser unos niños en la mejor de las versiones. Nada que ver con aquella criatura insolente que carece de referente para apreciar todo lo que tiene.

    Me gusta

Replica a Lola Cancelar la respuesta